𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐃𝐎𝐒

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✵ 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐨𝐬 ✵

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✵ 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝐝𝐨𝐬 ✵

Los reyes

Diez años después...

Diez años habían transcurrido desde que Cassiopeia cruzó por última vez el umbral de la inocencia, diez años en los que la vida la había golpeado una y otra vez, arrancándole cualquier atisbo de esperanza y dejando tras de sí un rastro de desolación y desesperanza.

Ya no habían héroes dispuestos a pelear por ella, ningún salvador que la rescatara de las garras de la oscuridad. Se había acostumbrado a ese estilo de vida cruel y despiadado, aceptando su destino con resignación mientras se hundía más y más en las profundidades del abismo.

Las lágrimas que una vez inundaron sus ojos se habían secado hace mucho tiempo, evaporadas por el calor abrasador de la desesperanza y el dolor. Su corazón, una vez lleno de sueños y aspiraciones, se había marchitado como una flor, marchito por la brutalidad y la crueldad de un mundo que nunca le ofreció más que sufrimiento y miseria.

Cassiopeia caminaba por la vida con la mirada vacía y el corazón endurecido, una sombra de lo que una vez fue. Sus pasos eran pesados, cargados con el peso de una existencia sin sentido, mientras continuaba su marcha interminable por un camino oscuro y sin fin.

Ya no había lugar para la esperanza en su corazón marchito, solo quedaba el frío y la desolación de un alma que había perdido toda fe en la bondad y la redención. En un mundo donde los inocentes eran sacrificados en el altar de la ambición y la codicia, Cassiopeia se había convertido en una víctima más, atrapada en las fauces de un destino cruel e implacable.

En la sombría habitación, donde el aire estaba cargado de tensión y ansiedad, un grupo de mujeres se reunía alrededor de ella, ofreciéndole su apoyo y aliento mientras se preparaba para dar a luz a su hijo. Entre ellas, había niñas apenas salidas de la infancia y mujeres adultas que habían conocido demasiado pronto el peso de la maternidad.

Cassiopeia se retorcía de dolor, sus manos aferradas con fuerza a las sábanas mientras las contracciones la sacudían una y otra vez. "

—No puedo— murmuraba entre gemidos, su voz ahogada por el dolor abrumador. —Es demasiado, no puedo hacerlo.

Pero las mujeres a su alrededor no estaban dispuestas a dejarla rendirse. Con manos expertas y corazones compasivos, continuaron animándola, recordándole su fuerza y valentía en medio de la tormenta del parto.

—Eres fuerte, Cassie— dijo una mujer mayor con voz firme. —Has enfrentado desafíos mucho mayores que este. Puedes hacerlo.

Las niñas, con sus ojos llenos de admiración y asombro, se unieron al coro de ánimos, ofreciendo palabras de aliento y esperanza a su amiga en su hora de necesidad.

𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐞𝐜𝐭𝐚𝐝𝐚𝐬 - 𝐑𝐞𝐲𝐞𝐬 𝐕𝐨𝐥𝐭𝐮𝐫𝐢 Where stories live. Discover now