Capítulo I - Huida

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Margery apretó contra su pecho el pequeño trozo de papel que su madre le había entregado antes de morir. La joven tenía solo ocho años cuando perdió a Elaine. Esta le imploró con el rostro triste y demacrado que guardase bien aquella nota, que no permitiera que nadie la descubriera. Fue la última vez que Margery vio a su madre.

La joven, sintió una punzada en el corazón ante aquel recuerdo y, apresuradamente, guardó el trozo de papel en un bolsillo oculto que ella misma había cosido en el interior de su largo vestido de terciopelo verde. Deseó llorar, pero se contuvo y salió de sus aposentos para intentar despejar su mente.

Caminó por el largo pasillo del castillo y cuando pasó delante de la biblioteca, se sorprendió al ver la puerta ligeramente entornada. Ella tenía prohibido entrar. De hecho, la puerta siempre permanecía cerrada y los únicos que podían acceder eran su padre el rey Cornelius y el mago Usher. Margery temía al mago. Especialmente cuando sus dos grandes ojos oscuros e inexpresivos la miraban fijamente. Por eso la joven no entendía cómo su padre era tan amigo de aquel hombre.

Se asomó con cautela por la puerta. Era la primera vez que veía la biblioteca, le pareció impresionante. Las estanterías llegaban hasta los altos techos y todas ellas estaban atestadas de libros. La mayoría eran libros muy antiguos a juzgar por sus viejas cubiertas.

Tras comprobar que no había nadie, entró y observó los lomos de algunos de los libros. Entre ellos le llamó la atención uno titulado Criaturas mágicas. En ese momento, le vino a la mente un vago recuerdo de su madre leyéndole por la noche. Contempló la posibilidad de que tal vez le leyera ese libro. Quiso cogerlo, sin embargo, se hallaba dos estantes por encima de su cabeza.

La joven intentó alcanzarlo con una mano poniéndose de puntillas y apoyándose con la otra mano en la estantería. Estiró el brazo todo lo que pudo y, cuando al fin consiguió coger el libro, la estantería se desplazó ligeramente hacía atrás. Margery empujó la estantería un poco más y se quedó estupefacta al encontrarse ante un pasadizo. Cogió una antorcha encendida de la entrada y se internó en él.

Olía fuertemente a humedad y, mientras bajaba unos grandes escalones de piedra, varias ratas enormes chillaron huyendo rápidamente. Margery se estremeció, pero continuó bajando por las escaleras.

Tras el último peldaño, enseguida vio un corredor y caminó por él. En el fondo vio un ligero resplandor y, repentinamente, oyó una voz diciendo unas palabras extrañas que no comprendió. Reconoció la voz, se trataba de Usher. Margery apagó la antorcha y se acercó despacio.

Contuvo la respiración cuando descubrió al mago frente a un enorme y brillante huevo. Entonces, vino a su mente otro recuerdo desdibujado. Le pareció oír hablar a su madre sobre un huevo de dragón, pero no pudo recordar qué le decía. Sintió como si los recuerdos de Elaine, se hubiesen ocultado en algún rincón de su mente y ahora, de repente, revolotearan como luciérnagas por su cabeza.

La princesa observó desde la distancia a Usher. Vio a este tocar la superficie del enorme cascarón que tembló bajo los dedos retorcidos del mago.

―Nacerás... ¡Nacerás y tu poder será mío! ―gritó Usher que comenzó a reír con una risa estentórea.

Margery ahogó un grito tapándose la boca con la mano. «¡No puedo dejarlo aquí!», pensó angustiada. Entonces, sin darse cuenta, pisó algo que crujió bajo sus pies. Inmediatamente, Usher se giró, pero la joven se escondió rápidamente en la oscuridad del corredor por donde había llegado.

Usher volvió a girarse hacia el huevo y comenzó a pronunciar unas palabras ininteligibles para Margery. Esta, con sumo cuidado de no volver a hacer ruido, dio media vuelta y comenzó a volver sobre sus pasos. Sin embargo, no acababa de empezar a caminar cuando Usher le gritó:

El Reino de HedaUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum