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—¿Te castigaron?

En la noche, lo primero que papá hizo cuando volvió a casa fue sentarse en la mesa y pedirme que me hiciera frente a él mientras se rascaba el mentón. Yo esperaba cualquier reacción de su parte (ya saben: un discurso, regaño, algo). En lugar de eso, solo hizo la pregunta de una manera tan tranquila. ¡Ni siquiera Mark reaccionó así!

—¿Qué está pasando, Titi? —insistió papá, rascándose el mentón

Por alguna razón, había algo raro. Quizás era la culpa, por fin haciendo efecto. Un poco tarde, a decir verdad.

—No ocurre nada —contesté—. Solo discutí con una compañera y me castigaron por «perturbar la paz».

Tenía planeado omitir cualquier información que me delatara como una agresora o una manipuladora al convencer a la coordinadora para que no llamara a mi papá.

—¿Y por qué discutían?

—Diferencia de ideas —dije.

De repente me pregunté si él también tuvo algún archienemigo, el cual le enervara la sangre. Quizás no habrá sido muy diferente a mí. Entrecerré los ojos y traté de proyectarme en él. Teníamos los mismos iris marrones, el rostro redondo y una estatura inferior al promedio. La única diferencia fue que heredé el cabello rubio de mamá, mientras que él lo tenía marrón. Eso y su esponjosa... «Un momento, ¿dónde está su barba?».

Parpadeé, perpleja.

—¿Qué ocurre? —preguntó papá.

—¿Qué...? —Imité la forma de lo que debía ser una barba—. ¿Dónde...? ¿Cuándo...? Digo... ¿Por qué...?

—Sí, decir palabras al azar no es hablar.

—Me refiero a la comadreja que vivía en tu mentón —pregunté, ofendida—. ¿Dónde está? ¿Por qué asesinaste?

Papá bajó la mirada a su barbilla y volvió a rascárselo. ¿Cómo es que apenas lo notaba? Él soltó una pequeña sonrisa y se aclaró la garganta.

—Oh, bueno, quería intentar algo nuevo —dijo—. Además, la comadreja llevaba unos meses sin pagar renta.

Ni siquiera sonreí por su chiste. Papá exhaló con fuerza y se dejó caer en el respaldo de su silla.

—¿Qué opinas?

«No me gusta —pensé—. Ni un poquito».

—Está... fabufantástico —dije, chasqueando la lengua y mostrando una sonrisa, la más amplia, bonita y...

—No te gusta, ¿verdad?

—¡Obvio no! Es inusual, diferente y... —Papá dejó caer sus párpados, frunciendo los labios—. Y creo que tendré pesadillas por unos meses. Es solo que hace muchos años que no veía la curvatura de maxilar. ¡Es traumático! Para la próxima, avísame. Así me prepararé psicológicamente.

Rompiendo Corazones ©Where stories live. Discover now