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ARODMY.

Solamente con verla bajar de las escaleras producía un sinfín de emociones las cuales no sabia que existían.

"¿Solo hoy?" Fue lo único que necesitó para provocar una llamarada en mi interior.

Estábamos por llegar a la cabaña, cabaña la cual sería testigo de mis palabras y de su reacción. El camino fue silencioso, su respiración, mi respiración, era todo lo que se escuchaba.

—¿Notas la caja que se encuentra en el asiento trasero?—pregunté.

—Si—susurró.

—Cogela y abre—órdene.

Me observo, por primera vez en tres años encontré cierto temor en su mirada.

—Anda, es un regalo— la anime al ver que no obedecía—desobediencia e impunidad, dos cosas que odio.

Las últimas palabras bastaron para que obedeciera, se desabrocho el cinturón de seguridad girando sobre su asiento para tomar la caja. Se que no lo hizo de manera intencional pero su hermoso y gran tracero quedaba perfecto para colocar mi boca y besarlo.

—¿Una venda?—su voz me devolvió a la realidad.

—Colócala en tus ojos, estamos por llegar—ordene observandola.

Me observo confundida.

—Deso..—

—Desobediencia e impunidad, ya lo sé— acto seguido se colocó la venda en sus ojos y lo ató.

Cinco minutos después ya estábamos en la cabaña, y a decir verdad me sorprendió lo bonita que era. Baje del auto y abrí la puerta de mi angelita.

—Confia en mí, no te dejaré caer ni te lastimare—susurre al ver que no me seguía.

Dudo, pero al final bajo del auto. Tome su pequeña mano y caminamos hasta la entrada de la cabaña, antes de adentrarnos al lugar observe mi alrededor. Todos mis hombres estaban ubicados estratégicamente para no ser vistos, pero ellos si tenían vista de todo, incluyendo ciertas partes de adentro de la cabaña.

Abrí la puerta y guié a mi angelita hasta quedar frente a una pequeña mesa, dos sillas, una botella de vino, y una de Pepsi; ya que a Loliery no le gustaba en alcohol, dos copas y una hermosa decoración de pétalos de rosas negras. 

Me coloqué tras ella para quitarle la venda, su olor es exquisito, en un pequeño impulso bese su hombro.

—¿Qué es esto?—pregunto atónita.

—La sorpresa que te preparé—respondí con simpleza.

—¿Sorpresa?—preguntó confundida.

—Si, no preguntes nada por el momento. Comamos y bebamos, luego te diré algunas cosas y ahí es donde podrás hacer las preguntas que gustes— dije observandola.

Ella asintió y se sentó en una de las sillas, quedando frente a frente. Tome el vino y me serví, tome la pepsi y le serví.

—Loliery Meram—llame su atención.

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