Siete.

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—¡Sebastian!¿Dónde estás~? — Randal buscó por toda la sala —Escurridizo chico malo.

Ya había pasado una semana desde que nuestro poco agraciado protagonista había sido raptado y llevado hacia la casa de los Ivory.
Una semana que para Sebastian se habían sentido como un eternidad. Una dolorosa y asfixiante realidad.

Sin poder soportarlo, el ginger volvió a intentar escapar de nuevo. Esta vez, aprovechó que Randal estaba en la escuela y se escabulló tratando de ser lo más invisible posible.

Pudo haberlo logrado. Pudo. Pero cuando una serpiente gigantesca con cabeza de mujer se aproximó sobre sus pies Sebastian sintió su alma desfallecer y emitió un grito lo suficientemente fuerte como alertar a la particular mascota de la casa.

Nana ya se había enroscado en sus piernas cubiertas de las medias blancas, y lo había aprisionado así durante tantos minutos que la visión de Sebastian comenzaba a debilitarse.

Cuando comenzó a perder la consciencia, Nana pareció aburrirse de jugar con él, o quizás le dio hambre -bueno, no. Si fuera así Sebastian ya hubiera sido devorado- y lo soltó al espasmado de Sebastian.
Éste quiso continuar con su escape pero justo entonces escuchó por detrás de la puerta aquella voz de sus pesadillas. Era Randal, que brincaba con esa estúpida sonrisa.

Sebastian pensó rápido, o más bien tuvo un descargue de impulso, y salió corriendo donde encontró un armario y se escondió dentro de él. Sudor perlaba su cara, y su respiración era algo frénetica por la falta de actividad física y el miedo de volver a encontrarse cara a cara con el pelirrojo diablillo.

—Mmm — Randal cruzó los brazos —No pude haberlo perdido...¡No sería posible!

—¿Perdiste algo?

Luther apareció de improvisto, haciendo que Randal se pusiera en seguida a la defensiva. Sebastian aprendió que a pesar de su actitud supuestamente gentil el hombre era impredecible. Las veces que lo había visto tener una falta de control le había demostrado que debía tener especial cuidado.

—¡No, no he perdido nada! ¡Encontraré a Sebastian, lo juro! — Sin siquiera presionarlo, Randal ya se había expuesto solo.

—¿Sebastian? ¿Tu mascota? Qué poca atención Randal. Te he enseñado que tener una mascota es una gran responsabilidad y...— Luther levantó el dedo índice comenzando con el sermón.

—Y que debo cuidarla bien blah blah blah ¡Ya lo sé! Ese chico malo debe estar en alguna parte....

—Con esa actitud tuya... — Luther calló, claramente regañar a su hermano menor era cosa de todos los días —Randal, ese humano es responsabilidad tuya. Si no lo encuentras me darás a entender que no eres apto para tener una mascota.

Sebastian oía los refunfuños de Randal desde el armario. Relajó su cuerpo y decidió esperar hasta que ambos hermanos se fueran y continuar con su búsqueda de la libertad.
No se había dado cuenta antes, pero ese armario...estaba desabarrotado de las miles de muñecas que poseeía Randal. Se encongió en su lugar, visiblemente incómodo.

Sintió como una muñeca se ¿acercaba? a su cuello. Creyó que éstas respiraban cerca suyo. Comenzó a hiperventilar ante lo que pensó que era su imaginación esquiza.

—¡Ya soy lo suficientemente mayor como para hacer lo que yo quiera!

El semblante de Randal adquirió un tono distinto. Primero se vio concentrado y luego una sonrisa se asomó en sus labios.

Los nervios de Sebastian se incrementaron cuando Randal fijó la vista justo donde se encontraba. ¿Lo había encontrado? No era posible.

Aguantó la respiración y un frío se subió a su columna cuando el pequeño demonio se aproximó hacia el armario.

садистские игры [Ranfren]Where stories live. Discover now