18. Escalada

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La repisa parecía retarla, o eso reflejaba la expresión desafiante con toques reflexivos de Julia; sus ojos, perfilados con astucia, no se apartaban del mueble de madera colgado en la pared. A su lado, Jaime la vio con atención, esperando el momento en que dejase de mirar hacia los carritos de colores.

El despertador sonaría en pocos minutos, marcando la hora para ella de abandonar el lecho compartido, y él no quería desperdiciar el tiempo. Aunque le gustaba dormir lo más tarde que se pudiera, en las últimas semanas, sentirla ahí, lo había hecho abrir los ojos mucho antes de lo habitual solo para contemplarla, besarla y si se daba la ocasión, algo más.

—¿Has pensado que esos clavos pueden caerse en caso de un temblor? —preguntó, inquieta.

Su compañero se puso de costado y la rodeó con el brazo para atraerla. A continuación, ahogó una risa en el cuello femenino, justo bajo la oreja, y descendió con suaves roces hasta el hombro desnudo. Había descubierto que sembrar un caminito de besos en esa zona la hacía estremecer de una manera deliciosa.

—¿Por eso nos haces dormir al revés? ¿Tienes miedo de que los carritos nos caigan en la cabeza?

—¡Los carritos y la repisa! —argumentó, tajante, y apartándose un poco para verlo a los ojos y dar formalidad a su opinión.

No podía tomarse nada en serio con el toque de los labios de Jaime erizándole la piel; en esas condiciones, lo único que le apetecía era quitarle ese conjunto de cuadros para dormir que solían usar los señores. Por otro lado, estar desnuda era suficiente distractor de cualquier asunto que no fuera acabar enredados bajo las sábanas, o por encima de ellas.

—Puedes cambiarla a dónde te parezca. O si no le encuentras lugar, guárdala. No importa —susurró él, acercando sus rostros.

La mirada de Julia se suavizó y encontró eco en el beso que le plantó en la boca al hombre.

—¿Cómo voy a hacer eso? A ti te gustan y se ven preciosos, el problema es que estén precisamente ahí. — Elevó el brazo libre, pues el otro estaba contra el cuerpo de él, señalando el sitio con un atisbo de exasperación.

—Por eso, cambia todo lo que te parezca.

—Jaime...

Se podían considerar una pareja, no habían verbalizado nada, pero sus cuerpos lo hicieron de una forma pragmática; también comenzaron a dormir juntos un poco después de comerse enteros. Aun así, Julia no podía deshacerse de la idea de que irrumpió en la vida de Jaime para cambiarle toda esa rutina y organización a la que se aferraba con uñas y dientes, igual que un náufrago a la tabla de salvación.

En cualquier relación sucedía algo similar, pero en la mayoría no era todo tan precipitado y producto enteramente de la necesidad de una de las partes, la suya. Mientras que él, solo continuaba adaptándose. Ella no podía pasar eso por alto, lo había pensado demasiado antes de aquel primer beso.

—No lo pienses tanto.

—No quiero abusar de ti.

—Abusa todo lo que quieras. —Apretó el abrazo sobre el cuerpo femenino, fundiendo la desnudez de ella con los pliegues de la tela que cubría la de él, y siguió con un beso que les robó el aliento. Un beso que ella cortó de pronto, dejándolo con la sensación de insatisfacción—. ¿A qué le temes? —preguntó, descolocado, pero asumiendo una actitud mediadora.

Julia apartó la vista, perdiéndose por un instante en sus propios pensamientos.

—Hace mucho que no estaba con alguien. Encima, pareciera como si nos hubiésemos saltado todos los pasos, ¿no te parece? Ya estamos viviendo juntos.

¿Y si me analizas y yo a ti? #PGP2024Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz