Capítulo 1

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A estas horas debería de estar en casa

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A estas horas debería de estar en casa. Más concretamente en mi cama, durmiendo. Pero la realidad estaba lejos de eso. 

Eran casi las cuatro de la mañana, tenía que despertarme al día siguiente, pero aquí estaba, en una de las discotecas más famosos de Mónaco disfrutando con mis amigas. 

Se que mañana me arrepentiría, como me sucedía la mayoría de veces, pero oye, solo se tiene veinte años una vez en la vida

¿Quién desperdiciaría la mejor época de la vida escuchando los consejos de mis padres sobre reputación y peligros?

Sí, puedo escuchar sus voces en mi cabeza diciendo: "Alessandra, esto es peligroso", o "¿Qué pensarán los demás si te ven aquí a estas horas?". Pero, sinceramente, ¿a quién le importa?

Así que aquí estoy, en este reservado exclusivo, disfrutando cada momento como si fuera el último. Porque, al final del día, las mejores historias son aquellas que te hacen sentir vivo, ¿verdad? Y si eso significa desobedecer un poco las reglas y lanzarme de cabeza a la noche, entonces estoy más que dispuesta a hacerlo, porque la vida es demasiado corta para desperdiciarla en preocupaciones y arrepentimientos.

Así que esta noche, en este club lleno de música vibrante y risas contagiosas, elijo ser libre. Libre de las expectativas, libre de las preocupaciones y libre de los juicios. Porque en este momento, con mis amigas a mi lado y el mundo a mis pies, sé que estoy exactamente donde debería estar.

Me acerco a Gabi, mi mejor amiga, que está sentada sola en la barra del reservado mientras mira su teléfono con el ceño fruncido.

—¿Todo bien? —me siento a su lado.

Ella se toma unos minutos antes de contestarme.

—El estúpido de Jack, llevado dieciséis horas sin contestarme, ¿te lo puedes creer?

—¿Dieciséis horas? —repito y asiente—. Eso me suena a ghosting.

Gabi me mira con una mezcla de molestia y resignación.

—No creo, me dijo que esta vez sería diferente. Puede que haya tenido una emergencia o algo así.

—Claro, claro, siempre hay una excusa, ¿verdad? —digo con un tono sarcástico, aunque en el fondo entiendo su deseo de darle el beneficio de la duda a Jack.

—¡Ay, Ale, eres tan pesimista! —me reprocha.

—Soy realista —corrijo—. Venga, olvídate de él, ¡Invito a una ronda de chupitos!

—Te los dan gratis.

—Por eso mismo —le guiño un ojo.

Me inclino en la barra y le pido cuatro chupitos de tequila de fresa. Dos para cada una. 

THE ROYAL HURRICANE - CARLOS SAINZWhere stories live. Discover now