Prólogo

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La pequeña taza rellena con alguna clase de alcohol del cual no recordaba el nombre se movía de forma discontinua mientras pequeños círculos se formaban en su interior. Chūya sentía el calor en sus mejillas subir poco a poco, seguramente causado por la bebida, justo cuando estaba a punto de tomar un sorbo todos se levantaron, él también, su cuerpo se inclino de forma casi inmediata.

Él había llegado, anunciaron.

La cabeza de Nakaraja subió un poco, acción que produciría un grito por más de uno, sin embargo, nadie lo notó, todos estaban demasiados concentrados en seguir la etiqueta referente.

Sus ojos se fijaron en el joven adulto vestido con ropas doradas, caminaba de forma calmada, como si no tuviera la menor culpa de la incómoda posición en que estaban los presentes. Detrás del joven a dos pasos de distancia caminaban dos personas. Un chicuelo aún más joven que el de ropas doradas, su cabello blanquecino en conjunto con el hermoso cinabro rojizo en la mitad de la frente le daban un aspecto encantador y bastante atractivo a la mirada. Por otro lado, el otro hombre de cabellos rubios y una coleta caminaba de forma impasible mientras una libreta adornaba su brazo derecho.

— De pie — ordeno el hombre — muchas gracias a todos por venir a este banquete en honor a la victoria del General Fukuzawa contra los países bárbaros.

El hombre en honor al cuál era el banqueta hizo una pequeña reverencia hacia su emperador en señal de agradecimiento. Nakajara quería rodar los ojos, era obvio que ese bastardo tenía segundas intenciones y no solo era con el fin del glorificar al general.

Una mirada se pozo en él, sin poder evitarlo y de forma inconsciente siguió con la mirada el pequeño trayecto de la sensación. Era él mismísimo emperador, en cuanto sus ojos se encontraron los ojos cafés sonrieron en forma de una perfecta media luna, Chūya sintió un escalofrío recorrer su cuerpo mientras él hombre proseguía su discurso, no podía escuchar nada.

Maldijo en su interior, todo esto había pasado por su propia falta de cuidado, él mismo había firmado su sentencia. Seguramente el emperador lo visitaría esta noche, es decir, no es como que pudiera negarse. En momentos como estos solo podría maldecir al destino por darle un cinabro en la frente, de no haber sido así, solo tal vez, no se hubiera visto obligado a entrar al harem del decimonoveno emperador, Dazai Osamu.

El Harem del Emperador || SoukokuWhere stories live. Discover now