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Imagina una vida donde todas tus relaciones amorosas terminan en el rotundo fracaso.

Ensordecedor, ¿no crees?

A los diecisiete tuve mi primer novio, justo después de revelar a toda mi familia que soy gay. Aún más enloquecedor. Aquel chico fue un parteaguas en algunos puntos cúspide en mi vida, había sido alguien de cabellos negros, lacios y ojos aceituna, era extranjero y tenía un adorable acento que cautivó a mi madre. Pero tan solo esa primer relación duró algo menos de tres meses. Fue inevitable perderle el paso una vez subió al avión que lo llevaría de regreso a casa.

Prometí no volverme a enamorar de un extranjero, alguien que con tan solo un billete de avión podía romperme en dos.

Después, y tras un doloroso proceso de recuperación amorosa, tuve mi segundo novio a los diecinueve. Había sido un hombre tres años mayor que yo, ojos castaños y cabello deslavado en un rubio cenizo. Era modelo. El más apuesto que había visto jamás en la vida real. Mi padre había aceptado tenerle cada viernes por la noche durante la cena familiar; hablaban de política y religión. Una vez mi padre casi le vuela la cabeza después de oírle decir que el aborto era la mejor decisión que las mujeres pobres podían tomar. Tuve que romper con él después de eso. Y al poco tiempo, supe que siempre me había engañado.

Me dije a mí mismo que no podía volver a enamorarme de una celebridad en ascenso. Pierden la cabeza más rápido de lo que parece.

Decidí darme un tiempo para mí mismo después de eso, aprendí a valorar mi compañía e inesperadamente me enamoré de la soledad. Había encontrado cariño en mis propias caricias, gusto en ir al cine solo y acabarme el bote de palomitas a la mitad de la película, también aprendí a pintar y encontré mi verdadera vocación: la actuación. Mi padre casi me corre de casa cuando le dije que abandonaría la universidad y entraría a cursos de actuación. Nadie creyó que fuera en serio, pero tras arduos años tras mi más grande sueño supieron que no bromeaba.

Conseguí mi primer papel en una obra de teatro, con un elenco grande y una producción de calidad, casi como la de una película de acción. Amaba con locura mi trabajo y todo parecía ir viento en pompa, aún más cuando, por tercera vez, creí encontrar el verdadero amor. Un actor que me doblaba la edad, tan solo cuarenta y cuatro años. Yo no le veía el problema, pero todo el mundo se había vuelto especialista en detectar las banderas rojas que yo no lograba ver con la misma claridad. Al tiempo lo comprendí todo. Habíamos tenido una fuerte discusión por la cosa más estúpida e insignificante, pero solo así logré darme cuenta del celópata con el que dormía cada noche.

¡Eres un cualquiera! —recuerdo que me había gritado después de darme un par de patadas en el estómago—. ¡Te la pasas pegado a él como un puto!

Su saliva me caía directamente a la boca, hasta el suelo. La golpiza había sido tan cruel que había tenido que alejarme del teatro durante cuatro meses, al menos mientras mi rostro volvía a la normalidad. Casi me mataba el cabrón ese.

No había sido de mucho para jurarme no volver a relacionarme con hombres tan mayores, con problemas de ira y que trabajaran en el mismo lugar que yo.

Mientras el amor se empeñaba en no darme una sola buena oportunidad, la actuación abrió sus puertas de par en par para mí. Me volví alguien buscado, los directores me llamaban y me invitaban a los casting, yo aceptaba con encanto. Siempre terminaba con un nuevo proyecto entre manos. Después las series de televisión se unieron a mi repertorio de trabajo y al final también comencé a hacer películas.

Mi vida era maravillosa para ese punto, había olvidado el dolor del pasado y nadie me molestaba para nada. Yo ya no era un niño ingenuo que cree en la primer sonrisa y en el beso que me promete amor verdadero. El amor se había vuelto en un rotundo no para mí, las oportunidades estaban cerradas y las vacantes no eran llenadas por nadie, ni siquiera por los mejores partidos. Mi vida había dado un tremendo giro, incluso en las revistas de chismes se decía que había vendido mi alma al diablo a cambio de la fama; no habrá amor, pero sí dinero y poder. Era absurdo para oídos de alguien que iba a la iglesia todos los sábados.

Susurros de amor. ((yuwin))Onde histórias criam vida. Descubra agora