Capítulo 2 - Conociendo al cocinero

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Cuando abrió los ojos estaba solo, el sol ya había salido hacía rato, por lo visto no había sido un simple parpadeo, así era como lo había sentido, y por supuesto lo de vigilar había quedado totalmente apartado ya que había pasado a saber cuántas horas.

Se levantó y estiró como si de un enorme gato se tratase tras soltar un largo bostezo, no había rastro de las botellas que se bebió con Sanji, pero sí la marca en la hierba de que habían pasado la noche durmiendo juntos. Con la de tiempo que se conocían y por primera vez le dio la sensación de que ahora conocía un poco más a su nakama por haberse sincerado con él y hablarle también de su horrible familia, el cocinero no esperó en ningún momento lástima por su parte por su pasado, tampoco la quería y necesitaba, porque después de aquello conoció a Zeff y todo aquello quedó atrás y tuvo una buena infancia en el Baratie.

Regresó a la casa del herrero, dentro estaban ya todos desayunando mientras el rubio iba repartiendo sus raciones, tan radiante que nadie diría que se había pasado más de la mitad de la noche despierto. Todos le dieron los buenos días a Zoro en cuanto apareció y cuando cruzó su mirada con la del cocinero, este sonrió con complicidad y sus mejillas se sonrosaron un poco por la charla que tuvieron.

- Vamos, marimo. – le hizo un gesto para que entrase y no se quedase en el umbral de la puerta – Seguro que tendrás hambre por haber estado toda la noche "de guardia".

Ninguno de los presentes comprendió que era un pequeño chiste personal entre ellos salvo Zoro, pues estaba claro que Sanji despertó primero y se lo encontró dormido, de alguna manera, su pequeño sonrojo se contagió a sus mejillas una vez que aceptó el cuenco de arroz y la sopa junto a un pescado asado. Estaba delicioso, más que de costumbre, o eso le pareció al espadachín, quien estuvo observando al cocinero de muy buen humor y relajado. La charla que tuvieron había sido eficaz, porque hablaba con las chicas con fluidez sin hacer sus estúpidos bailecitos como solía ser habitual en él.

En cuanto acabó el desayuno y a punto estaba de irse a entrenar, Hitetsu apareció con una hermosa caja donde guardaba sus más preciadas obras de arte: Enma y O Wazamono. Quiso entregarle su herencia a Momonosuke, el cual todavía no se veía capaz de empuñarla, por lo que regresó a la caja, mientras que Zoro sí aceptó a Enma, el herrero le avisó de que era una espada maldita y que se adueñaba del haki de su portador.

El espadachín quiso probarla de inmediato, se plantó con ella delante del árbol que esa misma noche había sido su "cama" y quiso cortarlo, Enma le robó tanto poder que partió en dos el acantilado que cayó al mar mientras que el brazo de Zoro se quedaba solo en piel y hueso, le costó doblegarla, pero consiguió recuperar su estado original. Aun así, la aceptó como su nueva espada.

- Zoro, espera. – escuchó como alguien le detenía antes de adentrarse en el bosque de bambú.

- ¿Qué quieres, cocinero?

- Ten, esto es para ti. – le ofreció un bento que estaba cubierto por una tela anudada que puso sobre su mano y una cantimplora – Sé que estás ansioso por entrenar con tu nueva espada, pero recuerda almorzar algo, si va a absorber tu haki necesitarás fuerzas.

Aquel gesto fue totalmente inesperado, no esperaba que Sanji se fuese a preocupar por esa nimiedad por supuesto era algo importante para el rubio el que todos estuviesen bien alimentados si estaba cerca, pero no tan directamente hacia él. Alzó la vista hacia el rostro de su nakama que le sonreía amistosamente igual que la noche anterior, sin duda, había marcado un antes y un después.

- Demuéstrale a esa katana quien es el maestro aquí. – le apoyó mientras le daba un suave puñetazo en el pecho en gesto de camaradería – Domínala pronto y vuelve, eso sí, no te pierdas o nos iremos a Onigashima sin ti.

Cuando dejas de buscarWhere stories live. Discover now