Parte 2

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 2.

Con el paso del tiempo vamos cambiando ya sea para bien o para mal, pero en esta ocasión no sabia si era para bien o para mal. Habíamos discutido, algo tan simple, ya no recuerdo el motivo, llegamos al limite de ofendernos. Me preguntaba en que momento pasamos de tanto amor a faltarnos el respeto, cuando Santiago y yo éramos inseparables. ¿habrá otra persona entre nosotros?, entre cerré los ojos haciendo negación con mi cabeza, que tontería, no me iba a cuestionar los motivos de su enojo o el mío, porque tampoco tengo ese temperamento de dulzura.

Los niños estaban bien, todo marchaba perfecto. Era fin de semana, él trabajaba y yo me quedaba con los niños en la casa, ambos haciendo sus deberes. Mientras estaba sentada recordando cuanto tiempo pasó desde que estuvimos riendo los cuatro a la hora de la cena. Yo sé que no todo debe ser risas y amor, pero incluso las discusiones con Santiago lo resolvíamos como toda pareja... haciendo el amor. Lance un suspiro al aire, como me gustaría estar entre tus brazos mi querido Tiago, suspiré. Extrañaba el tacto de mi esposo, yo no entendía como es que él podía seguir así. Algo tan simple como un si o un no, habíamos evitado ofendernos. ¿Qué pensarían los de mas si yo me disculpo primero con Santiago?, volví a cerrar los ojos haciendo nuevamente la negación. Jamás me ha interesado la opinión de nadie, mucho menos ahora, que, asumo parte de mi responsabilidad. Y si, esta noche me disculparía con Santiago, por que lo amo y lo menos que quisiera es tenerlo lejos de mí.

No dejaba de pensar las cosas, de como acercarme a él, sin que me rechace. Porque ni eso me ha permitido, dormimos en cuartos separados. ¿Yo fui la cruel?, que fue lo que realmente nos pasó. Me dispuse a hacer la cena, realmente no se que hice de cenar. Ponía algo de sal, de pimienta. Tenía buen aroma.

- Que aroma tan delicioso, má – escuche del otro lado de la cocina, es Mila. – ¿qué cocinas? – preguntó, mientras se acercaba a los sartenes que tenía en la estufa.

- Cuidado, no te vayas a quemar, no sé qué estoy haciendo, pero luce bien, ¿no crees? – baje mi mirada a Mila, ella me vio con aprobación.

- Y sabrá mejor, má. – se alejó, y me sorprendió lo hacendosa que estaba, no debo pensar mal de mi hija. – ¿va a cenar papá con nosotros? – parecía susurro.

- Coloca cuatro de cada cosa, mi amor – le dije con amor, mirándola a los ojos. Ellos también lo extrañan. En casa ya no se escuchan risas, de papá con Max peleando o imitando a un carrito de carreras en la alfombra de la sala. No escuchaba a Mila reírse con su papá de los malos chistes de él. No me fijé, de mi brotaban lágrimas.

- ¿estas bien mamá? – me preguntó Mila, mientras de acercaba a mi corriendo.

- Si, cariño, no te preocupes la cebolla – le mentí. ¿Qué puedo decirle a mi hija? No cariño, extraño a tu papá. Extraño al hombre a quien amo. Claro que no, es una niña aun y se da cuenta, mas de lo que quiero imaginar. Porque nuestros problemas son nuestros, pero ¿Por qué el cambio repentino de Santiago hacia los niños? ¿ellos que culpa tenían?

Miré el reloj de la cocina, quince minutos para las ocho, ninguna llamada, ni un mensaje de texto. Los niños querían esperarlo a cenar, pero sus estómagos decían lo contrario. Les dije que no se preocuparan que papá llegaría un poco tarde, les dije que cenaran y antes de irse a costar se lavaran los dientes. No puedo evitar darle ordenes cuando escucho que me dicen "si mamá". Imaginé a Camila y a Max haciendo gestos de fastidio.

Nuevamente mis ojos reposaban sobre el reloj, el tiempo corría lento. ¿Dónde estaba Santiago?, las manecillas del reloj, parecía tan lento, que pensé que se había quedado sin batería. Voltee a ver el celular, las diez y media de la noche. Le llame varias veces al celular y no obtenía respuesta, siempre me mandaba a buzón. Caminaba ansiosa en círculos en la sala, me tome una copa de vino, para tranquilizarme, tal vez el trabajo. Tratarme de tranquilizar con algo mas inquietante. Llamé a su mejor amigo Omar.

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