Capitulo 03

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Catherine

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Catherine

Dicen que la vida es un verdadero regalo, pero para otras personas en especial en mi, la verdad es todo lo contrario a un regalo. En su lugar es un infierno del que deseo ser salvada con toda mi alma.

¿Hubiera sido diferente mi vida si mi madre siguiera con vida? Es una pregunta que muchas noches he estado pensando.

Quizás las cosas si serían muy diferentes, no habría golpes o insultos, mi madre y padre hubieran tenido más hijos y todos seríamos una gran familia feliz como las que veo en el pueblo paseando por las calles.

Más sin encambio solo me quedaré con los pensamientos ya que solo en otra vida podría realizarse todo lo que alguna vez he imaginado.

Al llegar a la sala de invitados la señora Johana me esperaba sentada en uno de los sillones tomando una taza de café.

Mi padre había organizado mi horario para tener tres clases a la semana con la señora Johana, en los fines de semana ella le daría los informes de mi avance a mi padre quien sea cual sea el informe terminaría insultandome o golpeándome.

Hice una reverencia cuando estuve frente a la mujer la misma que ella imitó al ponerse de pie. Seguiríamos viendo la misma lección de caminar derecha hasta que ya pudiera dominarlo al completo.

Tendría que soportar como aprieta cada parte de mi cuerpo para así estar lo más derecha y firme que pudiera, cosa que nunca podría lograr ya que al ponerme recta la espalda me dolía y con cada respiración el abdomen comenzaba a arderme por el dolor y la falta de descanso.

¿Cómo una persona podía seguir en pie cuando su cuerpo estaba tan mal herido?

Los golpes de mi padre cada vez se volvían peores, con patadas más intensas y puñetazos en la parte baja del abdomen y el rostro, sus cachetadas que me dejan la mejilla casi morada. Él sabe perfectamente donde dar sus golpes para que duelan más.

Los moretones pasan de ser verdes a morados en cuestión de solo segundos, las partes rotas tienes que ser curadas por mi nana, la sangre no solo sale de las heridas sino también de mi boca al recibir golpes en el abdomen con las fuertes patadas de mi padre.

Pero aunque nadie me lo creyera, mi cuerpo ya se había acostumbrado a tanto dolor, a recibir aquella dosis de golpes y al final terminar tan adolorido que hasta mover el dedo meñique me dolía en lo más profundo de mi ser.

Lo que me reconforta después de cada golpiza es ver las sonrisas de esos niños, de escuchar sus sonrisas y deducciones sobre lo que sucederá en el siguiente capítulo de cada historia que les cuento.

Ellos son la razón de porque sigo con vida.

Sin esos niños mi vida sería completamente gris, ya que ellos me dejan ver aunque sea una mínima parte del arcoiris que está escondido entre toda mi oscuridad.

La promesa del amor (Completa ✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora