☆゚⁠.⁠*⁠・⁠。゚parte última☆゚⁠.⁠*⁠・⁠。゚

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El menor frunció el ceño al escuchar que tocaban su puerta y se apresuró para terminar de cambiarse a su ropa de casa ya que los toques se hacían más insistentes.

Abrió la puerta y vió lo que le parecía un repartidor sosteniendo un ramo de flores cerca de su rostro.

—Ciao, ¿cosa posso fare per te? (Hola, ¿qué puedo hacer por ti?)— preguntó, no recordaba haberle dado a nadie su dirección para que pudieran mandarle flores.

—Consegna di fiori a mio marito (Envío flores a mi esposo) —se mostró Law con una sonrisa en los labios.

Zoro no terminó de entender lo que había dicho el mayor, lo único que podía registrar era el rostro de la persona que más amaba frente a él. Parpadeó varias veces para asegurarse de que no estaba alucinando.

—Law... —Zoro no sabía cómo reaccionar. Quería tirarse encima de él y abrazarlo pero tenía miedo de que el mayor estuviera ahí por otra razón.

—¿No me vas a hacer pasar, Zoro-ya? —preguntó el ojigris tiernamente.

En ese momento Zoro recordó lo que Mihawk le había dicho... “cuando la felicidad toque tu puerta no dejes que se vaya, ¿de acuerdo?”.

Ahí estaba su felicidad..

Las lágrimas nublaron sus ojos al mismo tiempo que asentía.

Law entró al departamento y le entregó el ramo de flores, el menor lo aceptó entre lágrimas dibujando en su rostro la bonita sonrisa que tanto tiempo no embozaba, aquella que lo hacía brillar, mostrando sus relucientes encías y sus blancos dientes.

—Lo siento, Zoro-ya... lo siento, fui un estúpido, demonios. Fui muy imbécil... —el mayor le sujetó el rostro entre sus manos tatuadas y secó sus lágrimas con sus labios —Shh, cariño, deja de llorar. Te amo... amo tanto— lo arrullaba Trafalgar, lo cual era un poco extraño ya que él también estaba llorando.

Zoro dejó caer el ramo de rosas de sus manos y sujeto el rostro moreno de Law... secando sus lágrimas mientras presionaba sus frentes entre sí.

—Te acordaste... —Susurró.

—Nunca lo olvidé... —dijo tratando de disculparse mientras daba pequeños besos en la punta de la nariz del peliverde. — Sólo era un acto... Yo... por favor no me odies, Zoro-ya. Estoy muy arrepentido, no actué de la mejor manera para ti, yo... yo debí tratar, pero saber que me engañabas, me sentí. S-sólo, perdóname —sus ojos rogaron mientras fijaba la mirada en los ojos del menor.

—Nunca podría odiarte, Law... yo fui el peor de ambos. Así que te debo una enorme disculpa —dijo suavemente mientras enredaba sus dedos en los suaves cabellos del azabache. La inseguridad invadió sus ojos.—¿Me perdonarías por engañarte co-

Todo lo que iba a decir fue cortado al momento que Law rozó sus labios con los suyos.

—Nunca me importó, al menos no en esa forma. Te amo sin importar eso, Zoro-ya. Por favor empecemos de nuevo.

—Por supuesto que si, Law. —y se volvieron a juntar sus labios con ansias.

El beso se volvió más intenso, se besaban como si su vida dependiera de eso, como si no hubiera un mañana, asegurándose de que nada los separaría.

Su deseo se volvió más y más fuerte, las ropas cayeron sin más en el piso de la habitación, lo único que importaba era la necesidad que tenían de sentirse el uno con el otro, de unirse.

Law repartió besos llenos de amor sobre la piel que olía a hierba buena de la curvatura del cuello y el suave hombro del peliverde. De vez en cuando sus dientes raspaban la piel de forma brusca para después calmar el dolor con su lengua. Cada mordida y lamida recibía como respuesta deliciosos gemidos de Zoro haciendo que Law deseara escuchar más.

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𝐮𝐧𝐚 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐢𝐫𝐚 𝐢𝐧𝐧𝐞𝐜𝐞𝐬𝐚𝐫𝐢𝐚 › 𝗅𝖺𝗐𝗓𝗈Where stories live. Discover now