Cuarto capítulo: Nuevas relaciones

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Despierto en una cama extraña, rodeada de sábanas blancas y con el pelo revuelto como si hubiera estado luchando con una tormenta. Es un lunes frío y sombrío, y apenas he dormido durante la noche. Mis pensamientos no me dejaron en paz: Verónica, la amante; Michael, mi padre; y Anne, mi madre. Anne, que seguramente está en casa, llorando por su matrimonio roto, por la traición de quien prometió amarla para siempre. El dolor que siento por no estar con ella, para consolarla, me pesa en el corazón como una roca.

—Odio mi vida —murmuro, saliendo de la cama. Cada paso que doy parece un acto de desafío contra el mundo que me ha arrebatado todo lo que conocía.

A los pies de la cama, veo el uniforme escolar: pantalones grises, una camisa blanca, corbata y un jersey del mismo tono apagado. Todo parece tan frío e invernal como este pueblo perdido en la nada. Me visto rápidamente, luchando para que la corbata quede derecha y para desenredar mi cabello. Cada intento por verme "presentable" se siente como un esfuerzo inútil. ¿Por qué debería importarme?

Bajo a la cocina y encuentro a Verónica, la amante de mi padre, tomando café en una taza roja con la imagen de Mickey Mouse. ¿Cómo puede alguien ser tan alegre un lunes por la mañana? Me saluda con una sonrisa brillante, como si esto fuera un lugar feliz.

—Buenos días, feliz lunes —dice, como si eso pudiera hacerme sentir mejor. ¿En qué mundo un lunes es feliz? Solo significa el comienzo de otra semana llena de cosas que no quiero hacer y personas que no quiero ver.

—Mm... hola —respondo, apenas audible. No quiero estar aquí, pero no tengo elección. No tengo a dónde ir.

—¿Quieres desayunar conmigo? —propone Verónica, su tono chirriante me recuerda al canto de los pájaros que despiertan al amanecer, solo que esta melodía me irrita.

Mi respuesta inmediata sería algo sarcástico, pero no quiero causar problemas antes de salir de casa. Muerdo mi lengua y acepto su invitación. Me siento en la mesa, sintiendo el frío del suelo a través de mis calcetines. Ella intenta hacer conversación, pero cada intento es más incómodo que el anterior.

—¿Estás emocionada por tu primer día de clase? —pregunta, con esa sonrisa perpetua en su rostro. Me pregunto si realmente cree que esto es un buen comienzo para mí.

—Mi emoción es comparable a la alegría que me daría si me amputaran una pierna sin anestesia —respondo secamente, mi voz goteando sarcasmo. El vapor del té caliente acaricia mi cara, pero no es suficiente para calmarme.

Verónica se pone nerviosa, su sonrisa se desvanece por un momento. No sabe cómo tratar conmigo, y eso me da cierto placer malsano. Mis palabras parecen haberla tocado, pero no me importa. No quiero ser amable con la persona que rompió mi familia.

—Vaya... veo que te gusta el sarcasmo —dice con un tono que intenta ser jovial pero que suena frágil.

—Sí, es una de mis habilidades naturales. Lo heredé de mi padre. ¿Lo conoces, no? El hombre que solía ser mi héroe antes de decidir que su vida con mi madre ya no era suficiente para él.

Verónica parece a punto de llorar, y eso solo me hace querer salir de allí aún más rápido. Me levanto de la mesa, dispuesta a irme, pero en el umbral me encuentro con mi padre, Michael, que baja las escaleras con su traje caro y el cabello engominado.

—Buenos días, hija —dice, como si nada estuviera mal entre nosotros.

—Hola, Michael —respondo con una voz tan fría como el aire afuera. No puedo siquiera llamarlo "papá". Para mí, ha perdido ese título.

Él me pregunta si quiero que me lleve a la escuela, pero la idea de pasar más tiempo con él me enferma. Con un tono que deja claro que prefiero estar sola, pregunto por el autobús. Finalmente, me dice dónde encontrar la parada y yo le agradezco sin mirarlo, saliendo lo más rápido posible.

Malditas: La Historia de Alexia (Acabado)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt