022 "El sultán"

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Nurten Sultán

Mi historia no comienza como lo hizo a de varias sotanas poderosas

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Mi historia no comienza como lo hizo a de
varias sotanas poderosas. Nunca fui una criada, ni mucho menos fui robada de mi familia.

Nací con el privilegio de ya sostener el título de Sultana, como la última hija del Sultan Selim primero. Mi hermano era ahora el Sultán Soleiman y las otras sultanas. Aunque ellas jamas me tomaron como su hermana.

Mi padre me había engendrado en sus últimos años de vida, con una criada que se había convertido en su favorita. Pero que desgraciadamente, murió en mi parto.

Desde el comienzo de mis años quisieron hacerme desaparecer. Mi padre siempre objetó, al igual que mi hermano.

La sultana madre ahora, Hasfa, jamás acepto mi presencia, ni mucho menos sus hijas, Hatice y Beyhan. Tenía dos hermanas más con las que tampoco formé lazos fuertes.

Mi padre me llamó Nurten. Él decía que mi piel era tan blanca y brilla te como la luna. Así que eligió ese nombre. Nurten, la de piel brillante.

Cuando mi padre murió y mi hermano ascendió al trono. La sultana Hafsa no lo pensó dos veces y pronto, encontró la manera de alejarme de ellos. Me envió a una provincia, sola y sin nadie. Solo tenía quince años, ella estipulo que allí iban a educarse lo suficiente para convertirme en una esposa y a mis dieciséis me comprometerá con algún comerciante que ella eligiese.

Al comienzo estaba asustada, pero, siempre comprendí que la última palabra la tenía el sultán y mi hermano, era el hombre al que más amaba y se que ese amor fraternal era correspondido. Él sí me aceptaba como su sangre.

Así que luego de unos meses sola, un día recibí la inesperada visita de mi hermano.

Al verlo pasar por las puertas del viejo palacio donde me encontraba, ni siquiera hice una reverencia, para mi, aunque era el sultán, seguía siendo mi hermano mayor.

—¡Hermano!

Salté a sus brazos oyendo su sonora carcajada antes de abrazarme con la misma fuerza con la que yo lo hacía.

—Echaba de menos estos abrazos, Nurten. ¿Cómo está la sultana de la piel brillante?

Me separé levanté y sonreí de sobremanera.

—Muy bien ahora que te he visto. Pero, ¿a usted que le paso? Se ve muy cansado.

Sonrió y acuno mi rostro.

—No te preocupes por mi. Quiero saber que has estado haciendo aquí sola durante estos meses.

—Oh —tomé su mano y lo llevé a los almohadones donde antes estaba sentada, al lado de una gran ventana que daba a los jardines.
—Defne —hablé a mi criada— trae dulces. Tambien algo refrescante para mi sultan. Por favor.

—Sí, Sultana.

Cuando Defne se marchó. Soleiman dejó que también se marcharán los soldados que venían con él.

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