𝖺𝖻𝗈𝗀𝖺𝖽𝗈 𝗉𝖺𝗋𝗄! ✧ 𝗃𝖺𝗄𝖾𝗁𝗈𝗈𝗇

❛ number ten ❜

La relación entre un abogado y un convicto, ¿está bien? ¿Es correcto pasar las líneas laborales y someterse a un amor imposible ante la ley? Sunghoon sabía que no, pero no podía evitar sentir las mariposas cada vez que veía a Jaeyun. No podía evitar sonreír cada vez que él hacía o decía algo. No podía evitar los escalofríos en su cuerpo cuando estaban muy cerca. No podía evitar el nerviosismo cuando sus miradas se encontraban. No podía evitar enamorarse de Jaeyun.

─ Shim, tienes visita ─ dijo el guardia, abriendo la puerta y dejando entrar a Sunghoon.

Jaeyun se sorprendió. Jamás había visto a Sunghoon fuera del ámbito laboral. Llevaba una camisa blanca, una chaqueta y pantalones sueltos. Sonrió al ver cómo Sunghoon se acercaba y se sentaba a su lado.

─ ¿Cómo así que el abogado Park no está en traje? ─ preguntó Jaeyun juguetonamente.

─ Calla o te dejo aquí para siempre ─ siguió el juego Sunghoon.

─ Ok, ok ─ Jaeyun alzó las manos en señal de rendición.

Ambos comenzaron a conversar, una charla normal, como las anteriores, pero con una carga emocional diferente.

─ Entonces, ¿cómo te has sentido últimamente? ─ preguntó Sunghoon, tratando de mantener un tono profesional, aunque sabía que su visita no era del todo laboral.

─ Mejor, ahora que estás aquí ─ respondió Jaeyun con sinceridad, sus ojos brillando con una mezcla de agradecimiento y algo más profundo.

Sunghoon sintió que su corazón se aceleraba. Intentó calmarse y enfocarse en el motivo de su visita, pero la proximidad de Jaeyun hacía que su resolución flaqueara.

─ Sabes que siempre estaré aquí para ayudarte, ¿verdad? ─ dijo, mirando a Jaeyun a los ojos.

─ Lo sé. Y lo aprecio más de lo que puedes imaginar ─ respondió Jaeyun, acercándose un poco más.

El silencio que siguió estaba cargado de significado. Sunghoon sabía que cruzar esa línea podría poner en riesgo todo lo que había trabajado, pero en ese momento, las reglas y la lógica parecían desvanecerse. Todo lo que importaba era el hombre que tenía enfrente y los sentimientos que ambos compartían pero nunca habían puesto en palabras.

─ Jaeyun... ─ comenzó Sunghoon, pero su voz se quebró. No sabía cómo expresar lo que sentía sin romper las barreras que los mantenían en sus respectivos roles.

Jaeyun sonrió suavemente. ─ No tienes que decir nada, Sunghoon. Algunas cosas se sienten sin necesidad de palabras.

En ese instante, el mundo exterior dejó de importar. Ambos sabían que, aunque la situación era complicada y los riesgos altos, el lazo que habían formado era real y valía la pena.

Sunghoon, sin poder contenerse más, se inclinó hacia adelante, cerrando la distancia entre ellos. Jaeyun, con la misma intensidad en sus ojos, hizo lo mismo. Sus labios se encontraron en un beso suave, pero lleno de todos los sentimientos que habían estado reprimiendo. Fue un momento de pura conexión, donde todas las dudas y miedos se disiparon, dejando solo el amor que compartían.

Cuando se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero con una nueva claridad en sus corazones.

─ Pase lo que pase, estaré contigo ─ susurró Sunghoon, tocando suavemente el rostro de Jaeyun.

─ Y yo contigo ─ respondió Jaeyun, sonriendo a través de las lágrimas que comenzaban a formarse en sus ojos.

En ese momento, ambos sabían que su relación había cambiado para siempre. No importaban las dificultades que vinieran, juntos podrían enfrentarlo todo.

La noche había caído, y la familia Park estaba cenando en el comedor, intercambiando palabras y temas del día. El señor Park se dio cuenta de lo feliz que estaba su hijo menor, así que con un tono juguetón y amoroso, habló.

─ ¿Se puede saber el nombre del chico que trae así a mi pequeño hombrecito? ─ preguntó divertido el señor Park.

Sunghoon salió de su mundo y miró a su padre, luego a su madre y a su hermana. Todos tenían una expresión curiosa y expectante.

─ Papá... ─ Sunghoon sonrió tímidamente, sintiendo el calor en sus mejillas. ─ No es tan simple...

─ Oh, vamos, Sunghoon. Sabes que puedes contarnos todo ─ añadió su madre, con una mirada tierna.

─ Sí, cuéntanos, ¿quién es el afortunado? ─ insistió su hermana, con una sonrisa maliciosa.

Sunghoon suspiró y jugueteó con su tenedor. ─ Bueno, su nombre es Jaeyun... Shim Jaeyun ─ confesó, observando atentamente las reacciones de su familia.

El señor Park frunció el ceño, intentando recordar. ─ ¿Shim Jaeyun? ¿No es el hijo de Helen, la señora que vino al bufete?

Sunghoon asintió, nervioso. ─ Sí, papá. Es él. Mi cliente en un caso complicado, y con el tiempo, nos hicimos muy cercanos.

─ ¿Tu cliente? ─ La madre de Sunghoon lo miró con preocupación. ─ ¿No es eso... complicado?

─ Sí, lo es ─ admitió Sunghoon. ─ Pero no puedo evitar lo que siento por él. Y sé que él siente lo mismo por mí.

Hubo un momento de silencio en la mesa, hasta que el señor Park rompió la tensión con una risa cálida.

─ Bueno, si te hace feliz, eso es lo que importa. La vida es demasiado corta para no seguir lo que te dicta el corazón.

La madre de Sunghoon asintió, sonriendo. ─ Siempre te apoyaremos, hijo. Lo sabes.

─ Gracias, de verdad. No sé qué haría sin ustedes ─ dijo Sunghoon, sintiéndose aliviado y comprendido.

─ Entonces, ¿cuándo vamos a conocer a Jaeyun? ─ preguntó su hermana, con una mirada traviesa.

─ Pronto, muy pronto ─ prometió Sunghoon, con una sonrisa en los labios, sintiendo que había dado un gran paso al compartir su felicidad con su familia.