Secreto ▬Levi Ackerman▬ (Obra en edición)

CAPITULO 1

/Editado/

Si ese día no hubiese ocurrido, tal vez nunca lo habría conocido.

No esperen lágrimas de mi parte cada que recuerde aquel incidente. Yo no fui una de sus tantas victimas. Diría que, pese a mi vergüenza, solo cumplí un papel de espectadora que no me correspondía. Y de espectadora a culpable no hay diferencia alguna.

Ese día, Dios mío. Ese día.

Ese día donde las efímeras promesas de paz se quebraron más rápido que la esperanza de los inocentes. Los años de ignorancia fueron nuestros peores enemigos, maldecidos hasta hoy por las consecuencias que nos trajeron. La sangre manchó las memorias de una humanidad pedante, marcando a las victimas como el hierro vivo a las bestias. Y entre el olor a hierro, madera quemada y heces, miles de familias se despidieron antes de ser separadas a manos de bestias sin mente ni razón de ser, pues uno de ellas del tamaño similar o más grande que el sol, recordó a la humanidad el temor a los Titanes con una patada. Un golpe simple y certero que nos obligó a huir en cuestión de segundos.

Sangre, eso es lo que más recuerdo. La peste en mis fosas nasales fue aún mas fuerte que los alaridos de las gentes. Y Dios sabe que en mi inexperiencia, ese olor me desdibujó todo sentido y razonamiento. Yo que en aquel entonces era una pobre cadete recién graduada y lista para cumplir con su labor.

Si él me hubiese visto tal vez se habría reído de mí. Me pregunto si su forma de hacerme reaccionar, en ese caso, estaría mas inclinada hacia un golpe o un beso. 

Recuerdo que caminaba con mi bien portado y nuevo uniforme entre los pueblerinos de los muros exteriores. Ser un nuevo miembro de la policía militar me hacía sentir poderosa sobre todos ellos. Solo debía solicitar los reportes del censo en Shiganshina, una labor sencilla que no me impedía querer pavonearme por todos lados con mi nuevo trabajo, del que me sentía tan orgullosa. Para mí, ninguno de esos tontos podría haber hecho lo que yo para conseguir un puesto en la milicia más importante dentro de los muros. Entre tanta pobreza, hambre y poca higiene; yo estaba ahí para recordarles que la fortuna si existía, y era mía, solo mía. No para un distrito olvidado hasta por las deidades cuya única función era ser el paso para la legión de reconocimiento. Considerados idiotas suicidas sin prestigio en aquel entonces. 

Fue tan fácil sumergirme en esos pensamientos tan infantiles que no me di cuenta del momento en que me armaron, me ubicaron y me ordenaron ir a matar titanes. A mí, una novata sin experiencia que tan pronto como entró en el campo de batalla se quedó sin hojas útiles para sus espadas. La misma que al igual que los pobladores de los que se había reído, nunca en su vida había estado en presencia de un titán. 

Bueno, es que así funciona la vida. Uno es poderoso ante una hormiga hasta que se convierte en la hormiga. Lamentablemente, ese día lo aprendí de la forma más cruel posible.

El temblor en mis piernas no evitó que corriera -en dirección contraria a los titanes, obviamente- con el rostro pasmado, empujando a los civiles que se me atravesaran. Aún tenía gas para elevarme con el equipo de maniobras tridimensionales, pero olvidé que era soldado y corrí como cualquier otra persona cuya vida estaba en extremo peligro. El festín que se dieron ese día, bueno, no sé que tan grande fue. No estuve mucho tiempo allí para verlo, pero si estuve lo suficiente como para grabar en mi memoria la imagen de esas horribles criaturas. Puedo jurar que incluso vi a uno sonreír a la lejanía, en serio. 

Y aunque sobreviví ese día con la excusa de ayudar a embarcar a las personas en uno de los últimos barcos disponibles, nada evitó que la culpa me consumiera noche tras noche en los meses que precedieron esa tragedia. Recuerdo a varios de mis compañeros darme palabras de ánimo en cuanto supieron lo que pasó. Decían cosas como: "Es increíble que hayas sobrevivido a todo eso", "Fuiste muy fuerte", "Hiciste lo que pudiste"