Epilogo

311 21 0
                                    


Stefano Vicari

En este mundo nunca deberías de decir a lo que más le temes o con que palabras y cosas podrían dañarte en el alma. Cosas que solo tu sabes.

Porque tarde o temprano podrían usarlo en tu contra solo para dañarte en lo más profundo por unos días, por años o incluso por toda la vida.

Si algo me ha enseñado este negocio es a ser fuerte, ¿pero eso también se aplica cuando están dañando a lo que más amas?

Sus ojos comenzaban a abrirse en pausas tratando de soportar la luz que emitía el foco en el techo, inspeccionaba todo a su alrededor conforme recobraba la consciencia.

Nunca pensé que escuchar latir el corazón de una persona me tranquilizaria tanto.

–¿Cómo te sientes, amor?– quite algunos mechones de su rostro para que ella no hiciera esfuerzos.

–Como si un tren me hubiera pasado por encima– la ayude a sentarse sin que se lastimara.

Soltaba algunos quejidos bajos tratando de que yo no la escuchará, pero sabía perfectamente que aquella bala le había dejado una marca en la parte del abdomen.

Una marca que le haría pagar muy caro a quien sea que le haya mandado esa emboscada a mi mujer.

–¿Dónde está nuestra princesa?– una pequeña sonrisa se mostró en la comisura de sus labios de tan solo mencionar a nuestra niña.

–¿No le pediste a Leonardo que la escondiera?– pregunté alarmandome.

Eleanor había estado dos días dormida a causa de los medicamentos que los doctores le habían puesto.

–No– negó.

Con esas pocas palabras mi mundo había caído en mil pedazos.

Pensé que Eleanor le había pedido a Leonardo llevarse a nuestra pequeña y protegerla con su vida, ya que él tampoco había regresado.

–A Leonardo se lo llevaron esos hombres– su voz hizo que volviera a este plano terrenal– Stefano, ¿dónde está nuestra niña?– sus ojos comenzaron a cristalizarse.

–Yo, no se– negué.

–¿Cómo que no sabes?¿Dónde está mi Aurora?– las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas.

Su cuerpo se aferró al mío enterrando su rostro en mi pecho para ahogar los sollozos que brotaban de su garganta al no saber dónde se encontraba nuestra niña.

–¿Y si quien nos mandó la emboscada la tiene y ahora mismo le está haciendo daño?– la voz de Eleanor era tan rápida que casi no le entendía a todo lo que murmuraba– tienes que encontrar a nuestra niña Stefano.

Pidió tomando mi rostro entre sus manos, lo único que pude hacer fue acogerla entre mis brazos y evitar que viera como las lágrimas caían por mis mejillas.

Ella no podía verme roto, tenía que ser fuerte por los dos para poder encontrar a Aurora.

–No tienes porque pedirlo, amor– deje un casto beso sobre su coronilla– encontraré a nuestra princesa y haré pagar a quien sea que la tenga.

Encontraré a nuestra pequeña así eso me cueste la vida.

Volverá a nuestro lado donde verdaderamente esta a salvo.

Tengo que pedirle perdón por no haber estado con ella y mi esposa para protegerlas con mi vida.


La luz de la venganza (Editando)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora