Prólogo

303 40 248
                                    

Suspiré

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Suspiré.

Ahí estaba el Bakasta, brincando de un lado a otro como un mono desquiciado. De Magna a Luck, de Luck a Magna. De Gauche a Gordon. ¿Qué no se cansa nunca?

Yo estaba cómoda leyendo un libro, pero para ser... honesta, mis ojos llevaban rato sin despegarse de él. Del librito en mi regazo ya ni me acordaba el título ¡Pero no me malinterpreten! No es que me interesara particularmente lo que hiciera ese enano revoltoso. 

Es solo que ese día... se supone que sería especial.

Sí, especial para él. Después de todo, era su gran ascenso a caballero mágico superior de rango uno –Vicecapitán–. Ya era hora de que se hiciera justicia y se reconocieran todas las hazañas que hizo. Pensar que esos idiotas de los nobles y los malditos Kira se atrevieron a inculparlo injustamente... Como si Asta pudiera hacer algo malo.

Me mordí el labio, pasando una página disimuladamente. Asta ahora estaba parloteando con Vanessa, gesticulando exageradamente con esos brazos musculosos que... «¡Concéntrate, Noelle!».

    — Ke, ke, ke ¿Espiando a tu princeso?

Pegué un brinco en el sillón. ¡Liebe! ¿En qué momento se había materializado en el respaldar? Sentí el calor inundar mis mejillas.

    — ¡Claro que no, bicho feo y adorable! —le espeté en un furioso susurro—. Yo solo estaba, ya sabes, leyendo.

El diablillo me miró con sorna, arqueando una ceja.

    — Ajá, con el libro al revés. Muy convincente, Alteza.

Bajé la vista y, efectivamente, tenía el condenado libro de cabeza. ¡Mierda! Con las mejillas ardiendo, lo enderecé de un manotazo.

    — ¡Cállate! No te metas en lo que no te importa —mascullé entre dientes.

El diablillo no se aminaló y se acercó de nuevo, con un brillo malicioso en sus ojos.

    — Oh, pero a mí me importa mucho el bienestar de mi socio, ¿sabes? —ronroneó con falsa inocencia—. Y últimamente he notado cómo lo espías en nuestros entrenamientos. Prácticamente te lo comes con la mirada.

Mi corazón se saltó un latido. No, no, no. ¿Tan obvia era? Pero... ¿cómo?

    — Dame dinero para comprar galletas y no le revelaré tu secretito a tu prínceso —soltó Liebe de repente, extendiendo su patita con una sonrisa codiciosa—. Ke, ke, ke.

Apreté los puños, debatiéndome entre la vergüenza y la indignación. ¿Este enano del demonio me estaba chantajeando? Increíble. Pero... no podía arriesgarme. Si Asta se enteraba de lo que yo... No, ni pensarlo. Primero muerta.

    — Bien —accedí de mala gana, sacando unas de monedas de mi portagrimorios y depositándolas en su patita—. Pero más te vale mantener la boca cerrada, ¿me oíste? O te juro que te ahogaré en una burbuja.

Lazos Enternos bajo los Cerezos GemelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora