Prefacio

321 30 0
                                    

Mi piel se eriza cuando sus besos humedecen mi piel, su rostro es como el de un demonio, uno muy atractivo, que aunque su piel sea pálida, sus ojos azules, su cabello negro, aún lo sigo viendo como un príncipe del infierno: con la piel carboniza, agrietada, con ojos rojizos que me atisban, y su voz como un suave gruñido que me hace temblar cuando me dice:

—Soy tu bestia.

Suelto un jadeo cuando sus manos me rasgan la ropa y sus labios transcurren un camino de caricias sombrías por mi estómago, arqueo mi espalda cuando sus manos deslizan mis bragas por mis piernas y su lengua se introduce dentro de mi coño, y comienzo a experimentar el placer prohibido que sus caricias oscuras atraviesan mis partes más prohibidas.

Mis jugos chasquean en su lengua mientras arremete dos dedos penetrándome. Jadeo y jadeo, el éxtasis me tienta a culminar el clímax con mi coño en su boca. Aprieto la seda roja con mis manos mientras mi cuerpo se convulsiona gozando de su masturbación y sexo oral, pero cuando estoy cerca de alcanzar el orgasmo, él detiene sus movimientos, sus manos se posan a los costados de mi cadera presionando, provocando mi desespero cuando sus ojos azules se unen a los míos y su lengua se saborea mi líquido en la comisura de sus labios, y el desespero es más cuando se sube encima de mí rozando mi intimidad con su miembro grande que lastima y causa sensaciones palpitantes en mi vagina.

Lo deseo, quiero tenerlo penetrándome, no me importa si es el enemigo de mi padre y quiere ver el mundo arder. Deseo que me embista en su infierno, desatar sus demonios y que su lengua de fuego recorra cada parte de mi piel sentenciándome a su abismo.

Me besa con deseo, mis dedos se encajan en sus rizos negros, y me hace jadear cuando su verga me penetra con fuerza, ese dolor que circunda en mi hoyo se va desvaneciendo, provocando un placer extremo que me hace querer venirme antes de que comience a embestirme por completo.

Se detiene a mirarme, toma mi nuca entre sus manos mientras su boca se aprieta y me gruñe al oído:

—Soy tu bestia y solo a mí me vas a gemir así. 

Seducir a la bestiaWhere stories live. Discover now