Capítulo 8: Nuevos Desafíos y Viejas Heridas

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La rutina diaria de Alexia en el centro de rehabilitación y en el campo de entrenamiento había empezado a dar frutos visibles. Sus movimientos eran más fluidos, su resistencia había mejorado notablemente, y, lo más importante, su confianza estaba volviendo a florecer. Sin embargo, aún había días en los que el dolor y la incertidumbre la abrumaban, recordándole que el camino hacia la recuperación total no sería sencillo.

Una mañana, Jonathan convocó una reunión especial del equipo en el vestuario. Había una atmósfera de anticipación y nerviosismo entre las jugadoras. Alexia se sentó junto a Mapi, quien le dio un apretón de manos en señal de apoyo.

—He estado observando vuestro progreso y estoy impresionado con la dedicación de cada una de vosotras —comenzó Jonathan, mirando a cada jugadora con una sonrisa. Luego su expresión se volvió más seria—. Esta semana tenemos un amistoso muy importante contra uno de los equipos más fuertes de la liga. Será una prueba crucial para evaluar nuestro nivel actual y prepararnos para los próximos desafíos.

La noticia provocó una oleada de emoción en el vestuario. Alexia sintió una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Este sería su primer partido desde la lesión, y aunque no estaba segura de cuánto tiempo jugaría, el simple hecho de estar en el campo de nuevo era un paso importante.

Los días siguientes estuvieron llenos de entrenamientos intensivos y tácticas de equipo. Jonathan trabajó meticulosamente con cada jugadora, ajustando posiciones y estrategias. Para Alexia, estos entrenamientos eran tanto físicos como mentales. Debía asegurarse de que su cuerpo respondiera correctamente, pero también tenía que lidiar con el miedo de volver a lesionarse.

Durante una sesión de práctica, Lucía se acercó a Alexia mientras practicaba tiros a puerta.

—Alexia, sé que este partido es un gran paso para ti. Quiero que recuerdes que no tienes que demostrar nada a nadie. Tu salud y bienestar son lo más importante. Juega con el corazón, pero también con la cabeza —le aconsejó Lucía, con una mirada seria pero afectuosa.

Alexia asintió, comprendiendo la preocupación de Lucía. Sabía que debía encontrar un equilibrio entre su pasión por el juego y su necesidad de cuidarse.

El día del partido amistoso llegó más rápido de lo que Alexia había anticipado. El estadio estaba lleno de espectadores, y la energía en el aire era palpable. Alexia se sentía nerviosa, pero también emocionada. Había trabajado incansablemente para llegar a este punto y estaba lista para demostrar su valía.

Jonathan anunció la alineación titular y, aunque Alexia no estaba en el once inicial, sabía que tendría su oportunidad. Mapi, que sí estaba en la alineación, le dio un abrazo rápido antes de salir al campo.

—Nos vemos ahí fuera, Alexia. ¡Vamos a ganar este partido! —dijo Mapi, con una sonrisa confiada.

El partido comenzó y Alexia observó desde el banquillo, estudiando cada movimiento y táctica. El equipo jugaba bien, pero se notaba la presión del rival. A medida que avanzaba el primer tiempo, el marcador seguía empatado a cero.

En el descanso, Jonathan se acercó a Alexia.

—Quiero que te prepares. Vas a entrar en el segundo tiempo. Recuerda lo que hemos trabajado y juega con inteligencia. Confío en ti —dijo Jonathan, con un tono firme.

Alexia sintió una oleada de adrenalina mientras se preparaba para entrar al campo. Este era el momento que había estado esperando. Cuando comenzó el segundo tiempo, Alexia salió al campo bajo una ola de aplausos y ánimos de sus compañeras y del público.

El primer contacto con el balón fue crucial. Alexia sintió una mezcla de nerviosismo y emoción mientras controlaba el pase y avanzaba con el balón. Con cada movimiento, su confianza crecía. Se recordó a sí misma que había trabajado duro para estar allí y que merecía estar en el campo.

Unos minutos después de entrar, tuvo la oportunidad de demostrar su habilidad. Recibió un pase perfecto de Mapi y, sin pensarlo dos veces, lanzó un tiro potente hacia la portería. El balón pasó rozando el poste, pero la sensación de estar tan cerca de marcar le dio un impulso de energía.

A medida que el partido avanzaba, Alexia notó que las jugadoras del equipo contrario empezaban a marcarla más de cerca, conscientes de su habilidad. En un momento dado, durante un intento de driblar a una defensora, sintió una punzada de dolor en su pierna lesionada. Se detuvo brevemente, tratando de evaluar si el dolor era significativo.

Lucía, desde la línea de banda, observó el momento con preocupación.

—¡Alexia! ¡Estás bien? —gritó, con una mezcla de preocupación y autoridad.

Alexia respiró hondo y asintió, levantando el pulgar para indicar que estaba bien. No quería dejar que una vieja herida la detuviera. Sabía que debía ser cuidadosa, pero también sabía que necesitaba superar el miedo.

El partido estaba llegando a su fin y el marcador seguía empatado. Alexia sentía la presión, pero también la emoción de estar de vuelta en el campo. En los últimos minutos del partido, se produjo un momento crucial. El equipo contrario cometió una falta cerca del área, otorgando a Alexia la oportunidad de ejecutar un tiro libre.

Jonathan y Lucía intercambiaron miradas antes de asentir hacia Alexia. Sabían que este era su momento para brillar.

Alexia se preparó para el tiro, concentrándose intensamente. Visualizó el balón entrando en la portería, bloqueando cualquier distracción. Con un movimiento fluido, lanzó el balón con precisión. El estadio contuvo la respiración mientras el balón volaba y, finalmente, se colaba en la esquina superior de la portería.

El sonido de la multitud estalló en vítores. Alexia fue rodeada por sus compañeras de equipo en un torbellino de abrazos y felicitaciones. Había demostrado, no solo a los demás, sino a sí misma, que estaba de vuelta.

Después del partido, mientras el equipo celebraba en el vestuario, Alexia se tomó un momento para reflexionar. Había sido un viaje largo y doloroso, lleno de desafíos y dudas, pero estaba de vuelta en el campo. Se sentía más fuerte, tanto física como mentalmente, y más agradecida que nunca por el apoyo de su equipo y su entrenadora.

Lucía se acercó y le dio una palmada en el hombro.

—Lo hiciste increíble, Alexia. Vas por buen camino. Esto es solo el comienzo —dijo Lucía, con una sonrisa, para luego abrazarla.

Alexia asintió, con los ojos llenos de gratitud, y es que ese abrazo significó mucho, Lucía le transmitió tanta paz y apoyo.

—Gracias, Lucía. No podría haberlo hecho sin tu apoyo. Estoy lista para lo que venga —respondió, con determinación.

Con el primer partido detrás de ella, Alexia sabía que aún quedaban muchos desafíos por delante. Pero ahora, más que nunca, se sentía preparada para enfrentarlos. Había recuperado su pasión por el juego y estaba lista para seguir luchando por su lugar en el equipo.

Con el apoyo de Lucía, Jonathan, Mapi y el resto del equipo, Alexia miraba hacia el futuro con esperanza y determinación. Sabía que cada día traería nuevas oportunidades y desafíos, y estaba lista para enfrentarlos con todo su corazón.

El viaje de Alexia estaba lejos de terminar, pero con su espíritu inquebrantable y el amor por el fútbol que la impulsaba, estaba segura de que podía superar cualquier obstáculo y alcanzar sus sueños.

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