8. The Night We Met

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La Noche que nos Conocimos:

La lluvia caía con una persistencia monótona, como lágrimas del cielo derramadas por un dolor antiguo y eterno. Gustabo caminaba por las calles de la ciudad, su alma envuelta en una neblina de melancolía mientras el eco de una canción lo arrastraba hacia el pasado. "The Night We Met" resonaba en su mente como un susurro distante, evocando recuerdos de una noche que parecía pertenecer a otra vida.

Recordaba el brillo de las luces de la pista de baile, las risas y los susurros de los amigos que lo rodeaban. Pero sobre todo, recordaba a Yun, con su sonrisa radiante y sus ojos llenos de promesas de un amor eterno. Aquella noche, bajo la luz de la luna, había sentido que el mundo entero se detenía mientras bailaban juntos, como si el tiempo se hubiera congelado en un momento perfecto.

Pero la perfección era efímera, y la realidad siempre encontraba una forma de colarse en los sueños más bellos. Yun se había ido demasiado pronto, llevándose consigo la luz de la vida de Gustabo y dejándolo a merced de la oscuridad. Desde entonces, cada noche era un eco vacío de aquella noche perdida, un recordatorio constante de lo que podría haber sido y nunca fue.

El café, con su luz tenue y su aroma reconfortante, parecía ofrecer un refugio temporal del peso de la realidad. Armando, el barista de ojos cansados, le ofreció una sonrisa comprensiva mientras preparaba el café que Gustabo apenas saboreaba. Sus pensamientos seguían perdidos en el laberinto de los recuerdos, reviviendo momentos que ya no tenían un lugar en el presente.

El encuentro con John, un viejo amigo de la universidad, fue como un destello fugaz de luz en la penumbra de la noche. Pero incluso la amistad y la compañía no podían disipar la sombra que se cernía sobre Gustabo, una sombra que se alimentaba de su dolor y su soledad.

Mientras hablaban, Gustabo escuchaba las palabras de John como si vinieran de un lugar distante, como si estuviera observando su propia vida desde afuera. Las historias de éxito y felicidad de John solo servían para resaltar la oscuridad que envolvía su propio mundo, una oscuridad que parecía no tener fin.

Con cada palabra, con cada risa compartida, Gustabo sentía cómo la tristeza se apoderaba un poco más de su corazón. La canción seguía sonando en su mente, sus notas llenas de una nostalgia que cortaba como un cuchillo afilado. La noche que una vez había sido un símbolo de esperanza y promesa ahora se extendía ante él como un abismo sin fondo, una prueba interminable de su propia desesperación.

Al regresar a casa, Gustabo se encontró envuelto en un silencio opresivo, como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros. La soledad de su habitación era abrumadora, y los recuerdos de Yun lo rodeaban como fantasmas que se negaban a ser olvidados. La canción seguía resonando en su mente, cada nota como un eco lejano de lo que alguna vez fue y nunca sería de nuevo.

Con un suspiro pesado, Gustabo se dejó caer al suelo, las lágrimas brotando de sus ojos como un río desbordado. La tristeza lo consumía, devorando cualquier atisbo de esperanza que quedara en su corazón. El frasco de pastillas en el botiquín del baño parecía llamarlo con una promesa de alivio, una salida de la agonía interminable de su existencia.

Con manos temblorosas, Gustabo tomó el frasco y lo abrió, las pastillas brillando en la palma de su mano como pequeñas cápsulas de escape. Una voz susurraba en su mente, instándolo a dejar atrás el dolor y abrazar la paz que se encontraba al final del camino. Con un último suspiro, Gustabo tomó las pastillas y las tragó, sintiendo cómo el mundo se desvanecía a su alrededor mientras la oscuridad lo envolvía en su abrazo frío y eterno.

La noche se desvaneció en la nada, dejando solo el eco vacío de un alma perdida en el abismo del tiempo. La lluvia continuaba cayendo, como lágrimas del cielo por un alma que ya no pertenecía a este mundo. Y en la mañana, cuando el sol se levantara sobre la ciudad una vez más, solo quedará el recuerdo de un hombre que luchó contra sus demonios hasta el último suspiro, una sombra fugaz en el tejido del tiempo que nunca podrá ser olvidada.

A lo largo de los días y las noches que siguieron, la ciudad continuó su rutina sin cesar, ajena al vacío dejado por Gustabo. Pero para aquellos que lo conocieron, su ausencia resonaba como un eco eterno, una nota perdida en la sinfonía de la vida que nunca dejaría de doler, a pesar de no tener tanto contacto con el rubio siempre hubo un "lo conocía" de sus partes. Y en el corazón de cada persona que alguna vez compartió un momento con él, quedó la pregunta sin respuesta de qué podría haber sido si la noche en que se conocieron hubiera tomado un rumbo diferente.

infinitas formas de morir//Spainrp Oneshots Gus García Where stories live. Discover now