El sonido del tren era el protagonista. En otro momento, quizá hubiera sentido que aquel era un compañero indigno, pero la realidad era que le agradecía estar llenando todos los recovecos que quedaban en esos asientos vacíos.
Debió haber imaginado que nadie querría sentarse con ella. Lucía distinta, definitivamente. Además, era la única nueva en el curso. La única que no había sido transferida de otra escuela parecida o que fue educada en casa. Ella sabía que era la única en ese tren que entraba al sexto año de la escuela sin conocer nada sobre ese mundo.
La ventana se estaba congelando un poco por la lluvia y el helado viento que los rodeaba. Diversos ojos curiosos se colaban por los vidrios intentando ver a la nueva alumna. Ella intentaba mantenerse fuerte, sostenía el pequeño collar que le había dado su madre. De alguna forma le recordaba que tenía un lugar al cual volver.
—Sí, por supuesto —soltó con un poco de pesar, mientras abría un poco el bolso que había puesto a su lado—. ¿Sabes que en casa tampoco me esperan, cierto?
De entre los suaves pliegues de tela café, unos enormes ojos azules se asomaron. Era una mascota mágica, un pequeño animalito de mirada curiosa y cola anillada.
—Nadie me espera allá y nadie me espera aquí —siguió contando a su amigo mientras acariciaba sus pequeñas orejas.
Abrió un poco más la mochila para dejar salir a la mascota. Dingle agradeció esta acción y aprovechó para estirar su pequeño cuerpo sobre el asiento de Mídrion.
El aroma a tierra mojada ya repartía sus encantos a los pasajeros. La chica sintió una suave corriente de aire por las manos, mientras deslizaba las yemas de los dedos por aquella carta. La extrajo del bolso, al igual que su mascota, y la admiró milímetro a milímetro, como la vez que llegó a su casa.
En dicha ocasión, también le pareció percibir ese suave toque de incienso. De igual forma, un fragmento de su alma descansó, pero jamás quiso decirlo en voz alta porque hubiera resultado peor que la mirada de intriga que mostró su madre cuando tomó la carta entre las manos.
—¿Has escuchado de esta escuela? —soltó la elegante mujer a su esposo.
Ambos repasaban una y otra vez las líneas sin dar crédito a lo que tenían en frente.
—Si tiene sangre de bruja, lo más lógico es que vaya a Torre Nubosa —concluyó su padre después de repasar el pergamino un millón de veces.
—Pero visitamos Torre Nubosa y no parecía tener cualidades para estudiar ahí.
Sus hermanos también la miraban extrañada. El mayor estaba listo para regresar a Fontana Roja. Su porte mostraba el orgullo de ser el mejor en cada curso que comenzaba. No le interesaban en lo absoluto los comentarios que aludían al hecho de que su padre, Riven, fuera el director de la escuela. Él se sabía talentoso y, desafortunadamente, en ese instante lo expresaba mirando a su hermana menor con una expresión de burla.
—Quizá es una broma —soltó la hija de en medio.
Había heredado el hermoso cabello azul de su madre, así como el espíritu y la valentía. Se levantó con entusiasmo y repasó el pergamino que aún sostenían sus padres.
—¡Claro! Tatiana me dijo que sus primas enviaron un montón de cartas falsas a inicios del verano. ¡Eran bromas para pasar el rato en lo que empezaba el curso! Esta debe ser una de ellas.
Mídrion sabía que los corazones de sus padres deseaban que las palabras de Tatiana tuvieran sentido. Hubieran dado todo porque fueran verdad, pero al final del día metieron el pergamino al sobre y se miraron entre ellos con toda la seriedad que pudieron.
—Iremos a Solaria. Mientras tanto, queremos que se preparen para el inicio de cursos. Hablaremos contigo a nuestro regreso.
Había pasado tanto tiempo recordando que no notó en que momento la ventana ocultó el paisaje. Las heladas gotas se convirtieron en nieve tan lentamente que Mídrion no se había dado cuenta.
—No lo sé, tal vez soy un poco exigente, pero hubiera deseado que me dijeron algo distinto —le contó a Dingle—. Yo... no quería una autorización, quería saber qué estaba pasando.
Apenas buscaba la respuesta en su pequeño amigo, cuando un rostro se acercó a la puerta. Por un momento creyó que era otro curioso, pero la sonrisa que resbaló inmediatamente por el rostro de esa chica le indicó que aquel no era el caso.
La chica señaló la puerta para que Mídrion quitara el seguro y, una vez lo hizo, la deslizó para entrar con su maleta.
—No esperaba la nevada —anunció la adolescente colocando su maleta en la zona de arriba—. Mi nombre es Naya.
De un momento a otro pasó de la absoluta soledad a un brazo estirado frente a su rostro. Naya lucía relajada, el cabello blanco, largo y despeinado contrastaba con la apariencia huraña del hada, ¿podía seguir llamándose así?
—Mídrion. —Estrechó la mano de la chica finalmente—. ¿Por qué te cambiaste? Imagino que no acabas de subir.
—Claro que no —contestó mientras tomaba el asiento del frente y estiraba los pies para acomodar mejor su largo cuerpo—. Mildred me tenía harta con sus cuentos de las vacaciones. Blah, blah, blah. Quise buscar otro sitio más tranquilo.
Dingle se acercó a Naya con curiosidad. Abrió sus pequeñas alitas para caer justo en su regazo y observarla con atención.
—Oh, pero, ¿qué es esto? —preguntó acariciando su cabeza—. Nunca había visto un animal así y eso es mucho decir para mi familia.
—¿Ah sí?
La chica la miró detenidamente, para saber si no estaba bromeando. Después de encontrar su respuesta, sacó una rana de chocolate y la estiró frente a su nueva compañera.
—¿Mídrion? ¿No serás Mídrion... Elantris?
No pudo responder como debía, puesto que le sorprendió que la rana saltara, así que tan solo asintió con la cabeza.
—Vaya, la nueva. Cómo no lo supe, cómo no lo puse. —Naya clavó su mirada en ella mientras sonreía—. Entonces, ¿es verdad que tu familia es de hadas?
—Mi madre, mi hermana... Y casi todas las personas que conozco —respondió Mídrion atrapando su golosina—. ¿Esto siquiera es comestible?
—Claro, muérdelo. Es un hechizo.
Mídrion miró la rana. Era un hechizo claro. Extendió su mano suavemente y chasqueó con tanta decisión que fue casi imperceptible el instante en que la rana se paralizó y apareció en la palma de su mano.
—No me dijiste sobre tu familia.
Naya soltó una risa impresionada y admiró lo poco que se podía observar en la ventana.
—Mídrion Elantris, tenemos que ponernos las túnicas antes de llegar.
La chica se estiró muy poco para alcanzar la maleta y sacar una túnica negra con verde, después, alcanzó la puerta para volver a deslizarla.
—Vuelvo enseguida. ¡Ah, claro! —soltó regresando al lugar de Mídrion—. Y no me presenté correctamente, soy Naya Scammander.
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A Fairy's Secret (FanFiction)
FantasyMídrion nunca fue seleccionada para Alfea ni para Torre Nubosa; sin embargo, una misteriosa carta llega a su puerta, cambiando su vida para siempre. Hija de una de las hadas guardianas de la dimensión mágica, su elección de asistir a Hogwarts en lu...