27 | ¿Puedo comerte?

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Teniéndolo tan cerca de ella, le era imposible dejar pasar esa oportunidad, lo necesitaba, despacio bajo la mascara que cubría el rostro de su esposo, para acercarse mas y besarlo con un leve temblor en sus labios pero con la seguridad de querer tener mas de él.

La noche había caído sobre Konoha, y la suave luz de la luna bañaba el jardín donde Kakashi y Hinata se encontraban. Habían pasado la última hora conversando, susurrando confidencias bajo las estrellas, y compartiendo silencios que hablaban más que las palabras. Hinata, con su serena presencia, había logrado calmar el alma siempre inquieta de Kakashi. Él la miraba ahora, con una intensidad que ella nunca había visto en sus ojos.

De repente, el aire entre ellos se volvió más denso, cargado de una electricidad silenciosa. Kakashi se inclinó hacia Hinata, sus manos encontrando el camino hasta las suyas. —Mi corazón necesita estar a tu lado — expresó en voz baja, sus palabras flotando entre ellos como una promesa eterna.

Hinata lo miraba con ternura, una ternura que parecía disolver todas las barreras que alguna vez existieron entre ellos. Siempre sabía cómo hacerla sentir especial, y en ese momento, ella sintió que todo su ser se llenaba de una calidez inquebrantable.

—Tú eres mi pieza perdida — continuó Kakashi, besando suavemente su mejilla. —Eres la luz que brilla en mi oscuridad — musitó, tomando su rostro entre sus manos y besándole la frente con una delicadeza que hizo que su corazón se acelerara.

Hinata cerró los ojos, permitiéndose disfrutar de la intimidad del momento, sintiendo cada palabra como una caricia en su alma.

—Te necesito, Hinata... — susurró Kakashi, regresando a besar sus labios con una pasión contenida pero palpable, un beso que hablaba de todas las emociones que había guardado dentro de él.

Las palabras de Kakashi eran sinceras, y Hinata podía sentirlo. Sentirse amada por ese hombre la hacía inmensamente feliz, tanto que no pudo evitar decirlo en voz alta.

—Yo también te necesito, Kakashi-san... — su suave voz logró desarmar por completo al hombre frente a ella. No esperaba que ella dijera algo así, pero al escucharla, una sonrisa cálida se extendió por su rostro.

Volvieron a besarse despacio, sin prisas, sus labios moviéndose en un compás perfecto. Era un beso lleno de necesidad, un anhelo de sentirse amados. El sentimiento que surgía entre los dos les daba el impulso para hacer de esa forzada relación algo hermoso y verdadero.

El beso se prolongó, cada segundo estirándose como una eternidad, mientras sus corazones latían al unísono. Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, pero con sonrisas en sus rostros.

—Hinata — dijo Kakashi, acariciando su mejilla con el pulgar —, quiero que sepas que haré todo lo posible por hacerte feliz.

Hinata asintió, sus ojos brillando con lágrimas de alegría. —Y yo haré lo mismo por ti, Kakashi-san. Porque estar contigo me hace sentir completa.

Se quedaron así, abrazados bajo la luz de la luna, sabiendo que, aunque el camino adelante podría ser incierto, estaban dispuestos a recorrerlo juntos, sosteniéndose mutuamente con un amor que recién comenzaba a florecer.

(...)

Mientras tanto, al otro lado de la aldea...

Naruto estaba sentado en un rincón de la habitación que compartía con Sakura, rodeado de botellas de sake. La decepción y la melancolía se reflejaban en sus ojos, mientras la bebida hacía poco para mitigar el dolor que sentía. ¿Cómo era posible que Hinata, la mujer que alguna vez se desvivía por él, ahora lo tratara como si no fuese nadie? Esa amarga soledad le hería cada vez más profundo. Necesitaba a Hinata. Se maldecía a sí mismo por haber sido tan tonto al dejarla ir, especialmente ahora que era consciente de que su relación con Kakashi había evolucionado más allá de lo que él nunca logró con ella.

Ojos de LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora