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Seungcheol se encontraba solo en su apartamento, rodeado por las sombras de la noche y el eco de los recuerdos. Miraba la fotografía de Joshua que aún guardaba en su escritorio, un vestigio de los días felices que compartieron. No podía evitar sentir un nudo en la garganta al recordar cada detalle, cada risa, cada mirada que alguna vez les unió.

Habían pasado dos años desde que se conocieron en una cafetería del centro de la ciudad. Joshua, con su sonrisa cálida y su risa contagiosa, había entrado en la vida de Seungcheol como un torbellino de alegría y color. Desde el primer momento, sintieron una conexión especial, algo que Seungcheol nunca había experimentado antes. Sus citas se convirtieron en aventuras espontáneas por la ciudad, explorando rincones desconocidos y disfrutando de cada segundo juntos.

Sin embargo, con el tiempo, Seungcheol empezó a notar pequeños cambios en Joshua. La sonrisa que antes era tan fácil de provocar, se volvió más esquiva. Las conversaciones que solían fluir sin esfuerzo, se llenaron de silencios incómodos. Seungcheol intentaba ignorar las señales, aferrándose a la esperanza de que todo volvería a ser como antes. Pero en el fondo, sabía que algo se estaba rompiendo entre ellos.

Una noche, después de una cena en su restaurante favorito, Joshua finalmente rompió el silencio que había estado pesando sobre ellos.

—Seungcheol, tenemos que hablar —dijo Joshua, su voz temblando ligeramente.

Seungcheol sintió un frío repentino recorrer su cuerpo. Asintió, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.

—He estado tratando de ocultarlo, de convencerme a mí mismo de que todo está bien, pero no puedo seguir así. Algo ha cambiado dentro de mí y ya no siento lo mismo —continuó Joshua, con lágrimas en los ojos.

Las palabras de Joshua cayeron como una losa sobre Seungcheol. Intentó procesar lo que estaba escuchando, pero solo sentía un dolor agudo en el pecho. Todo lo que quería hacer era abrazar a Joshua, aferrarse a él y no dejarlo ir.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —susurró Seungcheol, tratando de mantener la calma—. Podríamos haber intentado solucionarlo juntos.

—Lo sé, y lo siento. Pensé que si lo ignoraba, si seguía adelante, las cosas mejorarían. Pero no fue así. Solo se hicieron más difíciles —respondió Joshua, con una tristeza infinita en sus ojos.

Esa noche, se abrazaron por última vez. Seungcheol sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor mientras sostenía a Joshua con todas sus fuerzas, deseando que ese momento nunca terminara. Pero sabía que debía dejarlo ir.

El día que Joshua se marchó, el apartamento de Seungcheol se sintió más vacío que nunca. Cada rincón le recordaba a Joshua, a los momentos felices que compartieron y a los sueños que habían construido juntos. La ciudad misma parecía estar en su contra, con cada calle, cada café, cada parque, evocando recuerdos dolorosos de un amor que ya no existía.

Seungcheol intentó seguir adelante, sumergiéndose en el trabajo y evitando los lugares que solía frecuentar con Joshua. Pero el vacío seguía allí, un recordatorio constante de lo que había perdido. Las noches eran las peores, cuando el silencio se volvía ensordecedor y los recuerdos inundaban su mente.

Una tarde, mientras paseaba por el parque donde solían ir juntos, Seungcheol se encontró con un viejo amigo que no veía desde hacía tiempo. Hablaron sobre la vida, sobre el trabajo, y eventualmente, la conversación giró hacia Joshua.

—¿Cómo están las cosas con Joshua? —preguntó su amigo, sin saber lo que había pasado.

Seungcheol sintió un nudo en la garganta y las lágrimas amenazaron con brotar. Le contó a su amigo lo que había sucedido, tratando de mantener la compostura.

—Lo siento mucho, Seungcheol. Es evidente que lo amabas mucho —dijo su amigo, con una empatía genuina.

—Sí, lo amaba. Y creo que siempre lo haré —respondió Seungcheol, con una tristeza profunda en su voz.

Esa noche, de regreso en su apartamento, Seungcheol encontró la fuerza para abrir una caja que había estado evitando desde que Joshua se fue. Dentro había fotografías, cartas, y pequeños recuerdos de su tiempo juntos. Mientras revisaba cada objeto, las lágrimas finalmente comenzaron a fluir.

Uno de los objetos era una carta que Joshua había escrito pero nunca entregado. En ella, Joshua expresaba su gratitud por los momentos compartidos y su dolor por no haber podido mantener vivo el amor que alguna vez sintieron. Leer esas palabras hizo que el dolor de Seungcheol se sintiera aún más profundo.

—Debí suponerlo —susurró Seungcheol para sí mismo—. Debí darme cuenta de que algo andaba mal. Quizás podría haber hecho algo para salvarnos.

Pasaron los meses, y aunque el dolor no desapareció por completo, Seungcheol aprendió a vivir con él. Cada vez que pasaba por un lugar que le recordaba a Joshua, trataba de enfocarse en los momentos felices que compartieron, en lugar de la tristeza de su pérdida. Sabía que nunca lo olvidaría, pero también sabía que debía seguir adelante.

Al final, Seungcheol entendió que el amor y el dolor son dos caras de la misma moneda. A pesar de la tristeza y el arrepentimiento, atesoró cada momento que pasó con Joshua. Y aunque su corazón seguía dolido, se permitió la esperanza de que algún día, encontraría la paz que tanto anhelaba.

04. debí suponerloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora