27

11 2 2
                                    

Benjamín miró nuevamente alrededor, el calor era sofocante, la brisa traía consigo más calor. Trató de moverse, pero el suelo estaba pegajoso, sus pies no lograron salir del fango que los tenía aferrados.

El sonido agudo de una flauta lo hizo volverse hacia la derecha con brusquedad. Benjamín se encontró con un joven alto y delgado, tenía el cabello crespo despeinado, la piel dorada por el sol y los ojos oscuros. Sostenía una flauta entre sus labios, y la melodía que salía de ella le produjo un escalofrío en el cuerpo a Benjamín. Trató de hablarle, pero no pudo pronunciar palabra, de todas formas, el joven parecía no verlo. Benjamín no era más que un espectador.

El joven siguió tocando la flauta alegremente y Benjamín trató de recordar donde había escuchado la melodía, pero no podía, su mente se sentía nublada, era como estar en un sueño. Un hombre, también alto, apareció de repente en el lugar, cuando vio al joven tocando la flauta, se acercó a él y cortó la melodía con un puño en el rostro del muchacho que cayó al suelo y miró al hombre con los ojos abiertos.

—Pa —musitó sorprendido.

—¿Así que aquí es en donde se mantiene perdiendo el tiempo? —le gritó el hombre, se sacó el machete de la cubierta y amenazó a su hijo —esas cosas son de maricones, póngase a trabajar, el ganado se salió, lo necesito allá —tenían un marcado acento venezolano, pero por su ropa, Benjamín imaginó que eran más que campesinos, las prendas se le hicieron antiguas, como si hubiese viajado en el tiempo.

—Es lo que a mi me gusta —respondió el joven, el padre levantó el machete en el aire, amenazante.

—Cállese, cállese y no me responda. Aquí el que manda soy yo y se hace lo que me de la gana.

— No, me voy a ir, yo me voy a ir a recorrer el mundo con mi flauta y ni usted ni nadie lo va a impedir —el joven se puso de pie y enfrentó a su padre, Benjamín vio como la cara del mayor se enrojeció, avanzó hacia el joven y le golpeó la espalda con el dorso del machete.

—Yo le voy a enseñar a ser un hombre de verdad —siguió castigando a su hijo golpeándolo con la parte plana del machete, hasta que el menor se irguió, ya era más alto y fuerte que su padre, puso la mano en la trayectoria del próximo golpe y el machete salió volando un metro más allá.

El padre, fúrico, le dio un puñetazo en el pómulo y lo lanzó un metro más atrás.

—¿Así van a ser las cosas? —preguntó —entonces que así sean —se agachó, recogió la flauta de su hijo que estaba sobre la tierra y de un rápido movimiento contra su rodilla, la partió en dos.

—¡No! —gritó el hijo. Benjamín vio como la cara se le transformó de la rabia, como si un demonio le hubiera poseído el cuerpo, tomó el machete a su lado y corrió hacia su padre. El hombre apenas levantar la mirada hacia su hijo cuando el machete le atravesó el cuello.

Benjamín gritó, pero de su garganta no salió ningún sonido. Cerró los ojos cuando la cabeza del padre se desprendió de su cuerpo y cuando la escuchó caer al suelo el calor se transformó de golpe en un frio que le hizo tiritar la mandíbula.

Cuando Benjamín abrió los ojos había anochecido, la luz de la luna opacaba las pocas estrellas que titilaban en el cielo. Su luz era tan resplandeciente que logró ver el cuerpo del joven amarrado a la sepa de un árbol, la sangre que le escurría por la espalda a la luz de la luna era tan oscura como el petróleo.

Un hombre mayor estaba tras él, sostenía un zurriago en la mano que dejaba caer con rabia sobre la espalda del joven.

— ¡Abuelo por favor! —gritó el joven, aterrado, pero el hombre lo golpeó nuevamente, parecía poseído por el dolor de la pérdida de su hijo. Asu lado, el cadáver sin cabeza del hombre reposaba sobre una sábana oscura. Había llanto de mujeres, insultos de varios hombres, pero Benjamín no podía verlos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jun 04 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Epifanía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora