Capitulo 10

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Decidí que no podía ignorar lo que acababa de pasar. Me puse una kandora y me até el pelo en un moño apretado. Comencé a buscar a Reda por toda la casa, pero me detuve frente a la puerta de su habitación. Nunca había entrado allí y no quería invadir su espacio, pero sabía que algo estaba mal.

Tomé una respiración profunda y llamé suavemente a la puerta antes de abrirla lentamente. Reda estaba sentado en el borde de la cama, su rostro oculto entre sus manos. Parecía tan vulnerable, tan diferente del hombre frío y distante que había conocido.

-Reda... -mi voz era apenas un susurro.

Él levantó la cabeza y nuestras miradas se encontraron. En sus ojos, vi una profundidad de dolor que no había percibido antes. Me acerqué lentamente y me senté a su lado, sin saber exactamente qué decir.

-No tienes que estar sola en esto -dije finalmente, rompiendo el silencio.

Suspiré profundamente y cerré los ojos por un momento, buscando calma en medio de la tormenta de emociones que me rodeaba. Reda estaba frente a mí, con el semblante sombrío y los ojos cargados de preocupación.

-No quiero que te sientas mal, Nayla -dijo Reda con voz ronca, el peso de sus palabras colgando en el aire.

Nuestros ojos se encontraron, extendí mi mano, colocándola suavemente sobre la suya.

-Entonces, no hagas que me sienta así.

Sentí cómo su mano temblaba bajo la mía. Sin pensarlo dos veces, él me abrazó con fuerza, como si ese gesto pudiera protegernos de todo lo que estaba por venir. Le seguí el abrazo, sabiendo que tanto él como yo lo necesitábamos.

Nos separamos lentamente, y con una leve sonrisa salí de la habitación.

Bajé a la cocina, mis pensamientos aún girando en torno a Reda y cómo había cambiado en menos de un día. Era raro, sí, pero también sentía que era algo bueno, ya que no tendríamos que estar discutiendo todo el rato.

Que equivocada estaba.

Preparé macarrones con queso, mi especialidad. Mientras esperaba que se cocinen, me llamó mi madre y estuve hablando con ella un buen rato. Minutos después, mi hermana le quitó el móvil y hablé también con ella.

Al acabar la conversación, llevé los macarrones a la mesa donde Reda ya estaba sentado.

-Otra vez macarrones? -dijo tirándose para atrás en el sofá.

-Tienes algún problema?

-Llevo comiéndolos desde que hemos venido.

-Y así seguíra siendo.

Y así volvíamos a estar como antes.

Finalmente, dejo de hablar, y estuvimos en silencio mientras comíamos, cada uno sumido en sus propios pensamientos.

Al acabar, lavé los platos y fui al sofá para ver una peli o algo. Pero Reda ya estaba ahí, viendo quién sabe qué.

-Me toca -dije cogiendo el mando de arriba de la mesa.

-Noooo.

-¿Llevas ahí todo el día? ¿No te puedes mover?

-Estoy de vacaciones, ¿para qué me voy a mover?

-No sé, pero si sigues así no cabrás por la puerta.

-¿Qué estás insinuando, Nayla? -dijo levantándose para encararme.

-No hace falta que te lo diga.

-Si la hace -se acercó cada vez más.

-Alejate o te comes el mando.

Entre dos destinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora