Vigilada

10 2 15
                                    

Shirsha, Carlos y Marceline se daban un paseo por el escondite de camino al ayuntamiento. La líder había invocado a los otros dos líderes para una reunión sobre la primera misión en la que iba a tomar parte la autómata. Por supuesto lo peor sería convencer a los otros líderes de que la muñeca no era una amenaza, Jonás y Denis no darían su brazo a torcer tan fácilmente en este asunto, ya les costó aceptar que se iba a asentar en el escondite incluso aunque añadieran la jaula a la ecuación.

De camino al ayuntamiento, las miradas de la gente parecían ir cambiando, cada vez más gente ponía mejor cara al ver a la muñeca, aunque fuesen unos pocos. No podían pedir más, la muñeca solo llevaba una semana con ellos y, si bien hacía buenas migas con los niños, los adultos se resistían en verla como algo más que una amenaza.

- ¿Cuánto creéis que puede pasar antes de que dejen de verme como una amenaza? - Dijo la autómata.

- Pueden pasar años querida. En la guerra se trata de ver al enemigo como monstruos, seres sin sentimientos y sin familia o convencerse de que estarían mejor muertos que seguir robando oxígeno a seres que valen algo. Además, en este caso ni siquiera son humanos, es más fácil autoconvencernos de que estamos haciendo lo correcto. - Dijo Shirsha. - Y tú rompes esos esquemas, eres o una excepción muy rara a la regla o la prueba de que nuestros temores son infundados y no somos mejores que vosotros o los que nos precedieron.

- Ah... Creo que entiendo... Por eso quieres seguir pensando que solo yo tengo mi subrutina de sentimientos activa, ¿no?

- No se lo tomes en cuenta Marceline, tu misma tuviste que defenderte de dos de tus hermanas, ¿cómo te sentiste? - Dijo Carlos.

Marceline miró al suelo, su cara no cambió en lo absoluto pero sus hombros volvieron a caer, quedando colgados de sus extremidades como si fueran simples embellecedores. Shirsha rodeó dichos hombros con su brazo, incluso aunque la autómata le sacara una cabeza y poco de altura.

- Me sentí bastante mal, estaba confusa, no quería hacerlo, pero...

- Por eso aprendí a noquear a los humanos sin matarlos. Sí, es cierto que a veces es peor una herida mal hecha que una muerte, pero chica, yo me siento mejor no siendo yo quien los mate.

- Eso suena un poco frío, ¿segura que no eres una de mis hermanas? - Bromeó Marceline sin cambiar en lo más mínimo su tono de voz.

Shirsha dio un leve puñetazo en el hombro izquierdo a la autómata, aunque al girar la cabeza su rostro parecía ligeramente angustiado por un segundo. Carlos, habiendo notado el cambio de su expresión, decidió no decir nada por el momento. Marceline, con los hombros de vuelta en su sitio, dio un último alegato.

- Entonces debo aprender a deshabilitar a mis hermanas sin desactivarlas para siempre.

Ambos humanos se miraron sonriendo levemente, al menos parecía que la muñeca no estaba tan decaída. Poco tiempo después llegaron al ayuntamiento. El interior del ayuntamiento, construido, al igual que el resto de la población improvisada, con chatarra y madera, era un complejo de oficinas.

Los días en aquel complejo eran como cualquier oficina antes de la guerra. El que hubieran pasado cinco años desde que empezó el conflicto sin duda tuvo algo que ver en todo esto, la gente poco a poco se ha acostumbrado a aquella nueva normalidad. El vivir bajo tierra era duro, desde luego, pero la gente parece haberse acostumbrado hasta en los ámbitos más mundanos como trabajar en una oficina. Aun con todo aquello, algo nuevo perturbó la tranquilidad que se respiraba aquel día. Una autómata entró al edificio.

La gente que charlaba mientras esperaba trabajo sentados en sus puestos se callaron. La cháchara que, como todas las mañanas, inundaba la cafetería había muerto de pronto. Las quejas de las personas encargadas de sacar fotocopias acallaron de pronto. Todes, sin excepción, dirigieron sus miradas hacia la muñeca. Al igual que en las calles del escondite, las caras iban desde curiosidad hasta el más absoluto odio.

Porcelana RotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora