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Plex

Me sentía bien el buen rollo que había entre nosotros, eso sí, me duelen los cojones. Había veces que me costaba sentarme sin sentir nada. No me podía ni hacer una paja tranquilo. Pero eh, ella follaba sin ningún problema. Claro, unas tetas no son lo mismo que unos huevos, pero vamos. Dolía igual.

–¿Te sigue doliendo?

La miré, intentando averiguar si iba en serio.

–Vale, vale.

–Manda huevos.

–Nunca mejor dicho –se ríe Jopa.

–Mientras puedas follar.

–No follo, directamente.

–Así se te cura el dolor.

–Si te pones a dar saltos dudo que a ti se te cure –tenía que dejar de sacar mis celos a la luz.

–Esos celos, Dani.

–No son celos. Es un comentario.

–Bueno, el que mira sufre, y el que toca goza, te jodes –anda que también el otro me tiene contento.

–Me piro a tomar el sol.

Asentimos y se fue, yo miré a Adri con desprecio.

–Que sí tío, que te la follas, nos hemos enterado.

–¿Me dejarás de tener rencor algún día?

–No.

–Vale.

–Tu tampoco es que pongas mucho de tu parte para que te perdone, Adrián.

–¿Por follar con ella?

–No digo eso, simplemente que dejes de restregármelo en la cara. ¿Tú has visto lo que me acabas de decir?

–Sí.

–Pues haz un pensamiento, joder –mascullé.

–¿El pensamiento de seguir follandomela? Sí.

–... Adrián, ¿eres o te haces?

–Disfruto.

–Lo sé, pero deja de restregárnoslo en la cara.

Asintió. Se lo estaba pidiendo amablemente, mi siguiente advertencia sería un puñetazo en la jeta. Con todos mis respetos, eh. Es mi amigo y todo lo que quieras, pero esto qué estaba haciendo no me gustaba. Me hacía daño. Él se lo tomaba como un juego, y sabía que iba a seguir, pero yo no me iba a andar con gilipolleces. Se lo había advertido, la siguiente sería peor.

Me senté en el sofá del jardín mientras ella tomaba el sol y me quedé pensando en que me empezaba a sentir algo mejor. Algo se estaba arreglando. Me sentía menos vacío, un poquito, pero era algo. Y todo gracias a la misma persona que me hizo sentir así de triste. Era raro, pero me sentía mejor desde que hablé con ella. Nos dimos las disculpas que nos merecíamos, pero creo que necesitábamos hablar de algo más. Podría buscarla yo y empezar la conversación.

–Canija –se levantó las gafas de sol para mirarme, y le sonreí–, pareces una cereza.

–¿Por el pelo?

–Claro. Tranquila, que quemada no estás.

–Me gusta el mote.

–¿Cereza?

–Cerecita.

Que te lo llame Adri. Pensé.

–Te queda mejor canija –mi canija.

todo por aquel viaje [proceso 2 libro]Where stories live. Discover now