Número Cuatro «Sentimientos».

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Samuel despertó a primera hora de la mañana, el sol apenas comenzaba a emerger y a iluminar el día.
Volvió a cerrar los ojos momentáneamente, todavía se sentía cansado, rápido se dio cuenta que fue error, pues un flashback lo arrasó de manera intensa, la sensación de su mano tocando la de Máynez la noche anterior lo hizo sentir nervioso.
El ligero toque que tuvo lugar bajo la luz de las estrellas y la luna había encendido una nueva sensación en él, no podía sacarse de la cabeza el recuerdo de aquellos ojos café mirándolo, tan profundos como la oscuridad misma.

Suspiró y volvió a abrir los ojos. Tenía que alistarse para partir.

Cuando bajó de su habitación, Mariana ya estaba sentada en un mueble de la recepción tomando su té mañanero y revisando en su tablet los detalles de su retorno a Nuevo León. Samuel se alegró al verla y se dirigió hacia donde estaba, tratando de dispersar los pensamientos de la noche anterior que no dejaban de reproducirse una y otra vez en su cerebro.

—Buenos días, bebecini. Pensé que ya te ibas a quedar aquí con Máynez a vivir—bromeó la rubia—. Apúrate que ya está el coche afuera, ya está todo listo y empacado. Ya nada más faltas tú, mugre flojo.

—Te despertaste feroz hoy, Marianis, solo porque te quiero mucho es que no te voy a decir nada por llamar a tu gobernador flojo.

—Eres un idiota—susurró la rubia entre risas.

Jorge apareció en la recepción unos momentos después, lucía descansado y su característica sonrisa estaba presente.
Saludó a Mariana de beso y cuando se volteó sus ojos se encontraron de manera breve con los de Samuel, al cual solo saludó de palabra.

Los tres se subieron al coche, Jorge acompañaría a Samuel y Mariana al aeropuerto para tomar su vuelo de vuelta a Monterrey, él no iría, por supuesto, tenía que quedarse a seguir la gira de su campaña.

Lo más probable es que no se verían hasta dentro de un par de meses o tal vez más.
Jorge se la pasó dubitativo todo el camino, pensando si sería prudente mencionar lo de anoche en algún momento en el que se quedaran a solas, una parte de él le susurraba que no tenía por qué mencionar aquello.
Es decir, ese tipo de cosas pasan, y no por eso hay que estar pensando a cada rato en ello.

Soltó un suspiro pensativo. «Que bonito se sintió sentir su mano sobre la mía».

Finalmente, el auto llegó al aeropuerto, Mariana salió a coordinar algunos detalles del vuelo y Samuel y Jorge salieron del coche y se quedaron recargados sobre él una vez fuera.

—Mariana es muy lista—comentó Máynez, para tratar de romper el ambiente silencioso.

—Sí, es la mujer más hermosa e inteligente que jamás he conocido. Reitero que, sin ella, Movimiento Ciudadano no sería nada. Yo no hubiese podido ser gobernador sin ella en mi campaña-Samuel siguió con ojos melosos a la rubia.

Máynez notó esto y no pudo evitar sentirse un poquito desilusionado.

Mariana regresó y se despidió de Jorge con un abrazo, el cual el más alto correspondió de buena manera. No era culpa de Mariana que él se sintiera mal por cómo la mirara Samuel.

—Nos vemos, Jorge. Pórtate bien—le guiñó un ojo en señal de broma y Máynez solo pudo sonreír—. Los dejo para que se despidan, yo ya voy a ir abordando.

La chica se fue y dejó solos a los dos hombres.

—Entonces, nos vemos pronto, Samuel—estiró la mano para que se la estrechara.

—Sí—Samuel quería decir algo más, quería exteriorizar aquella idea que le rondaba la cabeza desde que se levantó y que lo tenía loco, pero solo se limitó a decir—. Sí, nos vemos pronto. Espero te vaya muy bien en tu gira.

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