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Pov: Juanjo

No puedo dormir. Lo que sea que me está pasando con Martin me preocupa demasiado, y no paro de dar vueltas en la cama. Miro la hora. Las 3 y media de la mañana. Suspiro estresado, y salgo de mi habitación. Necesito ir a la terraza un momento a despejarme.

Lo que no me esperaba al salir es encontrarme con Álvaro ya en la terraza. Tenía los codos apoyados en la barandilla, y la mirada perdida en la calle.

-¿Álvaro? ¿Todo bien?

-¡Joder Juanjo! El día que dejes de pegarme sustos lo celebraré -saltó Álvaro llevándose la mano al corazón-.

Nos quedamos mirando unos segundos en silencio, hasta que la risa nos ganó y comenzamos a reírnos, mientras yo me acerqué, imitando la postura de Álvaro.  Nos quedamos unos minutos mirando la calle iluminada por las farolas, hasta que rompí ese cómodo silencio.

-¿Qué hacías aquí a estas horas? -giré mi cabeza para poder mirarlo-.

Álvaro hizo una mueca parecida a una sonrisa, y se giró igualmente hacia mi.

-Lo mismo podría decir yo.

-Está bien, dime tú, y luego te digo yo lo mío.

Álvaro se volvió a girar hacia la calle, y su mirada se perdió entre lo que sea que estuviese mirando.

-He vuelto a tener esa pesadilla... -murmuró, ya con la sonrisa borrada, oigo como se le rompe la voz-.

Desde que hemos comenzado a vivir juntos, varias veces Álvaro se despertaba en las noches asustado. Al principio no quisimos insistir, pero a la quinta vez, Bea y yo comenzamos a preocuparnos, y decidimos preguntarle. Resulta que, cuando Álvaro era más pequeño, el hecho de reconocer abiertamente su homosexualidad le había causado muchos problemas, con chicos y chicas de su edad, que se metían con él y le hacían la vida imposible. Y, por mucho que siempre dice que lo ha superado, no puede evitar que esos malos momentos vuelvan a su mente, en forma de pesadillas.

-Sueño que estoy solo, en clase, sentado en mi sitio y dibujando. De repente empiezan a entrar niños, muchos, la clase se llena, y entra el maestro también. Y me llama en frente de la clase, y no puedo negarme así que voy, y todos comienzan a meterse conmigo, a decirme la vergüenza que doy, y... -nos dijo cuando le preguntamos, y cuando vimos que no podía seguir, Bea y yo le envolvimos en un cálido abrazo-.

Le dejamos claro en ese momento lo mucho que le apreciamos, lo buena persona que es, y lo orgullosos que estamos de tenerle como amigo, y desde entonces los tres creamos un vínculo irrompible.

Ahora, en la terraza, simplemente le paso un brazo por encima de los hombros, atrayendolo y haciendo que Álvaro apoye su cabeza en mi hombro, y nos quedamos en silencio hasta que se tranquiliza.

Tras unos minutos, se separa, y vuelve a hablar.

-Te toca.

Suspiré profundamente. Tenía miedo de decirlo en voz alta, pero supongo que me vendrá bien compartir mis preocupaciones con alguien más.

-Me pasa algo raro... con alguien... -le dije, mirando hacia la calle-.

-De acuerdo.. ¿puedes ser más específico corazón? -contestó Álvaro soltando una risita-.

-A ver.. -tragué grueso antes de continuar- hay una persona, cuyo nombre no te pienso decir -recalqué, a lo que contestó con un suspiro de resignación. Me centré para continuar-, con la que me pasan cosas pero no entiendo el motivo.

-¿Qué cosas? A ver si entre los dos conseguimos averiguar qué te pasa.

-Por ejemplo.. -suspiré y me tomé unos segundos para ordenar mis ideas, tal y como lo hice con mi diario-, siento una emoción terrible cada vez que veo a esa persona, es como si mi estómago diese un vuelco, y siento que el corazón es capaz de salirme del pecho.

Significas demasiado | JUANTIN OT23Donde viven las historias. Descúbrelo ahora