Capítulo Cinco.

360 27 15
                                    

Abril POV

Después de que ella se fuera, busqué en el sótano todo lo que podía usar para escapar. Unas pocas latas de pintura vacías eran todo lo que yacía en el suelo cerca de la puerta. Oriné en una. De ninguna manera estaba preguntándole si podía usar su baño. Probablemente querría ver, la pervertida.

No había nada en las esquinas, nada detrás del estante de vino, solo una pila de cajas de cartón tan pesadas que no podía sacarlas. Probablemente podría romper una de las botellas de vino y usarla como arma, pero le creí cuando dijo que tendía una pistola.

No, luchar contra ella no funcionaría. No había otras puertas en el sótano. No sabía cómo podría escapar. Estaba empezando a hiperventilar. Me senté en el medio del sótano y abracé mis piernas a mi pecho.

Bueno, Abril, me dije, no hay nada que puedas hacer ahora mismo. Pero de todos modos, no parece que vaya a matarte, todavía no.

¿Cómo podría lograr que me deje ir? Era imposible. Pensé en Nuvia trabajando en la biblioteca. ¿Qué pasaría mañana por la mañana? Ella llegaría a trabajar y yo no estaría allí. Nunca llegaba tarde. Se daría cuenta de que algo estaba mal. Pero, ¿Cómo iba a saber qué había sucedido? No lo sabría.

El terror se apoderó de mí otra vez y me dejé sollozar.

Déjalo todo, Abril. Déjalo salir. Llora. Entonces podrías descubrir algo. Era mejor que dejarme entrar en un ataque de pánico completo, de todos modos.

Debo haberme sentado allí durante una hora antes de que ella regresara. Su cabello estaba mojado y goteaba, pero esta vez llevaba ropa. Y había traído una manta. Y la puso en el piso.

-Me hice cargo de tu automóvil -dijo.

La miré, sin saber a qué se refería. Levantó la mano y simuló conducir un automóvil hacia un acantilado.

Respiré bruscamente. Había ahorrado durante dos años para comprar ese estúpido auto, y a pesar de la situación más acuciante que me ocupaba, aún me dolía pensar en que mi auto hubiera sido destruido por esta maníaca.

-Mi coche...

-Lo siento, realmente lo siento. Lo mismo con tu teléfono celular. Sin embargo, sería estúpido para mí mantenerlos cerca. Y no soy una persona estúpida -me miró como si esperara que estuviera de acuerdo con ella-. Tu billetera estaba allí también. Abril, ¿verdad? Creo que seguiré llamándote gatita. La curiosidad mató al gato, tú sabes.

-Por favor -dije. Podía escuchar mi voz temblar, sin importar cuánto intentara estabilizarla-. Por favor, no diré nada si me dejas ir.

-Mira, ahora eso sería estúpido -dijo con naturalidad. Levantó la silla extra y se sentó sobre ella, dejando la manta a un lado- ¿Y qué acabo de decir acerca de ser estúpido?

-No eres una persona estúpida -susurré.

-No soy estúpida -estuvo de acuerdo, asintiendo.

-¿Qué vas a hacer conmigo?

-¿Por ahora? Te voy a mantener aquí.

Comencé a llorar nuevamente. No quería, no quería enojarla, pero no pude evitarlo.

-No -rogué-. Por favor no. No quiero quedarme aquí.

Ella extendió sus manos frente a ella.

-No hay nada que pueda hacer.

-Me iré lejos -dije, ahogando mis sollozos-. Me iré lejos y me escaparé.

Ella frunció el ceño.

-Ahora, eso sería muy estúpido -habló-. Muy estúpido, de hecho.

-Gritaré -dije. La ira se estaba acumulando dentro de mí y no podía evitar que se derramara, tal como no podía evitar llorar.

-Grita, entonces. ¿Sabes lo lejos que estamos de cualquier otra persona aquí? Adelante, inténtalo. No funcionará.

-Por favor -dije, la desesperación se arrastraba por mi pecho-. Por favor déjame ir.

Ella sacudió su cabeza.

-Cuanto antes te des cuenta de que estás aquí para siempre, mejor -declaró.

Se puso de pie y me levanté, cojeando detrás de ella.

-No, por favor. Por favor no me dejes aquí. ¡Por favor!

Siguió caminando hacia la puerta. La agarré del brazo y me azotó con un solo movimiento, inmovilizándome contra la pared con su propio cuerpo. No me había dado cuenta de lo fuerte que era, pero me hizo levantar centímetros del suelo. Mis dedos de los pies rozaban el frío piso apenas, y mi tobillo lastimado gritó de dolor.

Hers | Rivari G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora