Chapter 9

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—Washington D

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Washington D.C.

Carola sería, obviamente, la persona a la que acudir a pedir ayuda, si no fuera porque está metida hasta el  en las cifras de las encuestas. Cuando se pone a trabajar de esa manera, es como intentar tener una conversación con contenido con una computadora de alta velocidad a la que le gusta el chipotle y se burla de cómo vas vestido.

Pero Carola es su mejor amiga, y además es vagamente bisexual. Nunca sale con nadie, no tiene ni tiempo ni ganas, pero si saliera, afirma que procuraría repartirse de forma equitativa entre todos los becarios. De ese tema sabe tanto como de todos los demás temas.

—Hola —le saluda desde el suelo mientras deja encima de la mesa de centro una bolsa de burritos y otra de papas fritas con guacamole—. Puede que tengas que meterme el guacamole en la boca con una cuchara, porque durante las próximas cuarenta y ocho horas voy a necesitar las dos manos.

Los abuelos de Carola, el Vicepresidente y la Segunda Dama, viven en el Observatorio Naval, y sus padres viven justo a las afueras de Montpelier, pero ella tiene el mismo apartamento de un dormitorio en Columbia Heights desde que se mudó del MIT a la Universidad George Washington. Lo tiene lleno de libros y de plantas que cuida siguiendo una compleja programación de los riegos, especificada en varias hojas de cálculo. Hoy está sentada en el suelo de la sala de estar, rodeada por un círculo de pantallas luminosas, como si estuviera llevando a cabo una sesión de espiritismo para Capitol Hill.

A su izquierda tiene la laptop que utiliza para la campaña, mostrando una página indescifrable de datos y gráficas de barras. A su derecha está su computadora personal, gestionando tres lectores de noticias al mismo tiempo. Frente a sí tiene una televisión sintonizada en la CNN que emite noticias sobre las primarias del Partido Republicano. Y la tableta que tiene encima de las rodillas está reproduciendo un episodio de RuPaul's Drag Race. En la mano sostiene su iPhone, a través del cual, a juzgar por el susurro que alcanza a percibir Checo, acaba de enviar un correo electrónico.

—¿Barbacoa? —le pregunta Carola con gesto esperanzado.

—Te conozco desde hace tiempo, así que ya sabes que si.

—He aquí a mi futuro esposo.

Se inclina hacia delante para sacar un burrito de la bolsa, desgarra el envoltorio y se lo mete en la boca.

—No pienso firmar contigo un matrimonio de conveniencia si vas a estar siempre avergonzándome con tu forma de comer los burritos —le dice el castaño mirándola masticar.

A Carola se le escapa un frijol pinto de la boca y va a caer encima de uno de los teclados.

—¿Tú no eres de Texas? —replica con la boca llena—. Yo te he visto beberte de golpe un bote de salsa barbacoa. Ve con cuidado, o de lo contrario me casaré con Paola.

Esto podría ser un pie para pasar a la conversación. «Oye, ¿sabes que siempre estás bromeando con lo de querer ligar con Paola? Bueno, ¿y si yo saliera con un chico?». No es que pretenda ligar con Max. En absoluto. Jamás. Pero lo dice en sentido hipotético.

Red, White & RedBull | chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora