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Las risas se hacían más fuertes a medida que subía por las escaleras de la residencia que pagaba por su amante de turno. Llevaba su arma en la mano, ya que sospechaba que ella no estaba cumpliendo con el trato que habían hecho en el que establecían que ella le sería fiel el tiempo que estuvieran juntos a cambio de dinero, joyas y otras prestaciones ventajosas que él pudiera otorgarle.

Tiempo atrás había encontrado cosas extrañas que no le pertenecían a él en la casa, como un extraño diamante que se asemejaba al arete de una dama, pero era mucho más pequeño, por lo que suponía que ese estrafalario elemento le pertenecía a alguien extravagante. Sus sospechas lo iban llevando lentamente hacia el conocido libertino de la sociedad y que desapareció repentinamente años atrás después de haber sido increpado por un hombre casado.

Lord Anglesey colocó el arma cerca de su rostro antes de abrir la puerta con una patada que casi la hizo volar.

—¡Así los quería encontrar! —exclamó el hombre que encontró a su amante con el marqués de Horshire. Ambos estaban desnudos y recostados en la cama comiendo uvas... Uvas que se pagaban con su dinero.

—¡Peter! —gritó la mujer al ver al joven conde, celoso, con una arma en la mano apuntándole a John.

—¡Cállate! —masculló, mientras seguía entrando con determinación a la habitación.

—Lord Anglesey, no sabía esta era su casa... —comentó John Coleman, marqués de Horshire, que suponía que volvería a ser víctima de un escándalo si salía con vida de esa habitación.

—¿Por qué no le dice eso a mi arma? ¡Está desnudo con la mujer que pago, en la casa que mantengo y con las cosas que compro con mi dinero!

—Peter... —pronunció la mujer para que él se calmara. Los tres pertenecían al mismo nivel social y no quería que aquello terminara en un escándalo mayor.

—¡Lady Marie no me había dicho que tuviera alguien que la mantenía! —volvió a excusarse el marqués para salvarse.

—¿Lo ha pensado las veces que se escabulló como rata cuando me escuchaba subir por las escaleras? No me mienta. Voy a matarlo por burlarse de mí. —Lord Anglesey estaba demasiado enfadado para pensar en el problema que tendría si llegaba a matar a ese hombre. Más de uno dentro de la sociedad lo apoyaría, pero él terminaría arruinado después. Pese a todos esos pensamientos que barajaba, él optó por dispararle a John. Tenía en su mente toda la escena de lo que haría con su cuerpo desnudo y sin alma frente a la casa de Marie.

La amante de lord Anglesey no quería perder la oportunidad de tener otros hombres que la mantuvieran, por lo que antes de que él disparara, ella logró que fallara.

Al notar la oportunidad que tenía, John solo pudo coger su pantalón y arrojarse por la ventana del segundo piso de esa residencia.

Cayó como un gran saco hasta el jardín. Por un segundo hasta llegó a perder el conocimiento por el terrible impacto que sufrió, pero debía levantarse o acabaría muerto.

Cojo y zigzagueante, fue hacia el lugar en donde había dejado su costoso caballo, pero aquel estaba muerto. Lord Anglesey lo había matado. Se llenó de rabia e ira, porque aquel caballero se había enloquecido. Una mujer no valía tanto para matar a un costoso purasangre.

Alcanzó a ponerse el pantalón para salir a la calle. No tenía camisa, medias ni zapatos. Estaba caminando por las calles de Londres solo con un pantalón. Los mendigos de la calle iban mejor vestidos que él. Ese conde no lo dejaría en paz en el futuro, ya que sabía quién era y lo más probable fuera que lo ensuciara aún más de lo que ya estaba. La última vez que lo habían descubierto tuvo que desaparecer durante meses de la ciudad, ya que su vida corría riesgo.

Pese a la insistencia de su madre y de su abuela, él no deseaba contraer matrimonio. Le encantaba sentir que siempre estaba a un paso de morir.

Consideraba que ninguna mujer era tan importante para sufrir por ella; sin embargo, entendía la locura de lord Anglesey al ver a Marie con él, ya que ella era una joven que había caído en desgracia gracias a los malos manejos de su padre con el dinero y los vicios, por lo que ella no consiguió un matrimonio y tuvo que conseguir una manera de sobrevivir. Lo más probable era que el conde fuera su primer hombre, aquel a quien le entregó su virginidad por mucho dinero, por eso aquel había perdido el juicio.

Marie lo había fascinado desde que la vio en los salones y cuando en una confesión por su insistencia suya supo a qué se dedicaba, él no dudó en proponerse como amante sabiendo que lord Anglesey la tenía en exclusividad. John no podía quedarse sin Marie y seguía sin tener a esa mujer en todo su esplendor, puesto que en esta ocasión había sido lo más lejos que habían llegado. Se desnudaron y comenzaron a comer un poco, después estaba pactado tener el primer acto carnal entre ellos. Antes lo había invitado a conversar y a besarse en la casa cuando lord Anglesey estaba de viaje, pero ese hombre siempre aparecía, como si supiera que alguien haría algo en esa casa.

La joven era una gran seductora y él necesitaba meterse en sus calzones o terminaría enloqueciendo. Muchas mujeres lo habían vuelto loco, pero Marie podría ser la primera en matarlo con aquel juego de seducción, no solo en los salones, sino también en privado. Quería tener la suerte de poseer a Marie como su amante por siempre, pero no podía, ya que su madre verificaba sus gastos con ojo crítico, evitando que malgastara todo el dinero y que no hundiera los buenos negocios a causa de su miembro ardiente. Sus intereses también estaban puestos en eso. Su abuela y ella dependían de él.

Al llegar a su casa, vio a Seymour observándolo con fijeza.

—No digas nada, no quiero que ellas sepan...

—¿No quieres que sepamos qué cosa, rufián?

Buenas tardes! Les dejo un pequeño entremés. Veremos cómo avanzo para dejar capítulos diarios.

Saludos!

[El Círculo De Los Solteros #4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora