Un grupo igualitario

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Claudia marchaba delante suya de manera sincronizada hasta llegar a apoyarse en el mostrador, quedando Fina en el borde derecho y su amiga en el medio, contemplando ambas cómo la otra dependienta terminaba de acompañar a la clienta hasta la puerta y volvía junto a ellas, colocándose de la misma forma en el hueco que quedaba libre. Las tres amigas parecieron suspirar a la vez ante el trabajo terminado en aquella tercera jornada tras la presentación de la nueva campaña.
A pesar de lo que podría pensarse, el primer día de las campañas no era el más cansado para quienes atendían, pues la adrenalina del momento les hacía desenvolverse con soltura y no perder las energías ni siquiera al irse a la cama, pero a medida que pasaban un par de días y que la tienda iba retomando el ritmo habitual, sin extensión de horarios ni cargas extras de trabajo para llegar a tiempo, todo terminaba por acumularse en el cuerpo.
Fina se colocó la muñeca izquierda delante del cuerpo y ajustó el círculo de su reloj para poder enfocarlo con la vista, confirmando en las manecillas que quedaban apenas diez minutos para la hora del cierre.
Había silencio en la tienda, sus dos amigas miraban al frente, cada una en su propio mundo y quiso también reflexionar sobre el suyo, sobre los últimos días vividos.
Dejar la habitación de Marta le había costado al principio pero la salida había sido de lo más ágil pues lo había hecho descalza, bajando las escaleras de dos en dos, con las manos abarrotadas de los tacones, la chaqueta, el lazo del uniforme y demás prendas que no había tenido tiempo para ponerse correctamente, recordando que cuando por fin hubo llegado a la zona de la cocina y encaró ya con algo mas de lentitud el camino hasta la habitación de su padre para poder arreglarse ahí, terminó por reírse de todo lo que había pasado hacia apenas unos minutos, sintiendo una plenitud en el centro del cuerpo que le acompañaba desde entonces.
Pero quizá, lo mejor que había vivido, había sido el día de después, el mismo de la presentación, el ver la expresión de al Marta nadar entre las clientas de la tienda, saludarlas, atender todas sus dudas y recibir los halagos que tanto le correspondían y que se merecia más que nadie. Y Fina había sido testigo de cómo, cada vez que Marta sonreía, escaneaba la tienda, giraba levemente los ojos y la cabeza hasta encontrarla y ella asentía una sutileza que reflejaba el mismo amor que las unía.

Volviendo al presente, se giró y bajó ligeramente la cara para observar a Claudia, que no se inmutaba y luego ascendió la vista y miró a Carmen, por encima de la cabeza de su otra amiga, que notó los ojos que la observaban.
Fina le sonrió, arrugando ligeramente la nariz y haciendo luego un gesto con los ojos de cansancio al que Carmen correspondió con una mueca muy parecida.
Carmen abrió disimuladamente los brazos para que Fina entendiera la intención y de un momento a otro, ambas se abalanzaron encima de Claudia, componiendo un abrazo de a tres que la más bajita recibó espachurrada entre dos cuerpos que la querían y reían a carcajadas.
Desde su diferencia de altura, Fina observaba a sus amigas y no podía creer aquella suerte de su vida. Carmen era su pilar, la amiga más leal que había tenido nunca, quizá la mejor persona que hubiera conocido y cada día aprendía mucho de ella, a ser, a no dejarse vencer, a perdonar, tratando ella misma de practicar la vehemencia y la resiliencia con la que Carmen afrontaba todo. Y luego estaba Claudia, su amistad no era tan larga pero su amor por ella era el mismo, era todo bondad, luz, un rayito que paseaba siempre muy cerca suyo, y con ella, Fina podía ser, ser una persona irónica y dejar atrás los filtros pues Claudia nunca tomaba a malas sus impulsos o comentarios que no hubiera pensado antes. Ella decía y era de una manera tan espontánea junto a su amiga que a veces le resultaba hasta extraño retraerse, no compartir con ella las partes esenciales de su vida.

El carraspeo a las puertas del almacén advirtió a las amigas de una presencia que les indicó con la carpeta que llevaba en la mano que no se movieran de la posición en la que estaban.
Marta llevaba el vestido azul con estampado floral oscuro que le combinaba a la perfección con los ojos y tenía las mangas ligeramente remangadas, casi acariciándole los codos, su abdomen se hundía en el cinturón que estilaba aquel conjunto, pareciendo dividir la prenda en dos y el vuelo le acompañaba ligero en el paso que llegaba hasta las chicas que desobedecieron las instrucciones y se irguieron, recuperando una posición algo más recta al ver que la jefa se situaba delante.

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⏰ Last updated: 7 days ago ⏰

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