肉 1.16 depredadores.

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Incertidumbre.

Era aquel todo lo que la imagen distorsionada sobre una persona a la que se supone que amas le podía causar a un hombre enamorado. Porque era después de tanto que Benedict se sentía aprisionado.

La orbes de la muchacha se mantenían fijas en él a través del reflejo, siendo testigos de las cicatrices que recorrían el torso del varón, como si se trataran de marcas que evidenciaban un pasado sufrimiento.

El apartamento de Benedict Barlowe mantenía dos habitaciones más a parte de la sala y la cocina; en una de ellas, como era de esperarse, el muchacho dormía. Mientras que en la otra, solía ocuparla como un cuarto oscuro en donde imprimía las fotografías de las chicas que le atraían. Manteniendo un portafolio y una sección para cada una de ellas, era de admitir que durante los últimos meses, las fotos de Darcey Doliner eran las estelares dentro de aquella alcoba.

Así, el silencio reinó dentro de aquella vivienda hasta que el móvil de Darcey comenzó a sonar de nuevo con el mismo número apareciendo en la pantalla, fue entonces que la fémina tras dejar la camisa tendida en el lavadero decidió acercarse a ver su teléfono. Notándose alarmada, agarró el móvil, pero al ver las constantes llamadas, su color de piel cambió a uno más pálido.

Benedict no entendía lo que estaba sucediendo y mucho menos lo que estaba sintiendo.

—¿Pasa algo malo?

—N-no, solo debo irme —admitió recogiendo sus cosas rápidamente, para luego acercarse al varón y depositarle un caliente beso en la mejilla—. Por cierto, anoté mi número en tu teléfono por cualquier cosa. —dijo para después retirarse.

Joder.

Darcey se había atrevido hacer algo como aquello, dejando al carnicero aún más hundido en el desconcierto. Pues una parte de él se hallaba alarmado por el comportamiento de Darcey, recordando la vez que la siguió hasta el restaurante de su padre y esta lo atacó confundiéndolo con alguien. Pero también, la otra parte de él solo se dedicaba a repetir el beso entre ambos y su gesto, constatando un enamoramiento que finalmente estaba siendo correspondido.

Hasta que su mente repitió la última frase de la muchacha, quien había declarado haber anotado su número en el teléfono del varón. Entonces, el mismo se preguntó una vez más cómo Darcey había descubierto su contraseña para acceder, y si acaso, había visto todas las fotos que tenía de ella regadas en su galería.

Después de aquel día, las siguientes semanas volvieron a la normalidad: La misma normalidad en donde el mayor de los Doliner seguía llegando a la carnicería como de costumbre siendo Darcey quien por segunda vez se ausentaba durante un tiempo. Una regularidad en donde el Sr. Nitsche atendía a Oliver y conversaba con él, mientras que Benedict se seguía encargando de los numerosos pedidos que continuaban llegando.

No obstante, no fue hasta un día que mientras Oliver se paseaba por la carnicería para pedir los cerdos que usualmente solicitaba, que el mismo decidió acercarse exclusivamente al carnicero mientras esperaba.

A la par que Benedict se encargaba de inspeccionar y limpiar los fluidos chorreantes de los cerdos colgantes en los grandes expositores, Oliver se acercó a él de manera imprevista, sorprendiéndolo.

—Hola, ¿Benedict, verdad? —fueron aquellas las palabras que se escaparon de los labios del chef, fingiendo adivinar su nombre, acompañado de la palma de su mano derecha que pronto descansó sobre el hombro del chico.

—Sr. Doliner.

—Oliver —le corrigió, con una sonrisa de lado—. Me preguntaba si me podrías conseguir las mismas costillas de la vez pasada.

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