Capitulo 15

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Perséfone habita entre las sombras del Hades. Entre ellas, pero no como parte de ellas, es...
Tal vez hablar de que su madre, como diosa de la cosecha, representa la fertilidad. Así que cuando ella (Perséfone) se come la granada es como un acto de solidaridad, ya que las granadas son símbolo de solidaridad, aunque eso signifique que deba quedarse en el inframundo...

Oh, ¿qué más da?

Willow mira los apuntes que hizo unos días atrás en la biblioteca. No sirven absolutamente para nada. Aun así, intentar encontrarles un sentido es mejor que mirar la pantalla apagada. Ni siquiera tiene fuerzas para encender el ordenador. Pero si no hace algo pronto, estará en un buen aprieto. El trabajo del Bulfinch es para primera hora de la mañana y no ha escrito ni la primera frase.

Creía que había tenido problemas concentrándose para este trabajo. Pero ahora que son las dos de la mañana del que ha sido, exceptuando el accidente, el día más decisivo de su vida, concentrarse está resultando ser completamente imposible. Willow aparta el cuaderno y coge su bolsa. Saca la nota, el inocente trozo de papel que su madre le escribió a la asistenta y lo coloca sobre el escritorio. Le parece extraordinario que algo tan pequeño tenga el poder de emocionarla tanto.

Tal vez siempre supo que alguna cosa de este estilo la estaba esperando en casa, y que enfrentarse a una cosa así liberaría todo aquello que ella llevaba meses reprimiendo. Y, probablemente, si no hubiera encontrado la nota, habría aparecido otra cosa, algo igual de inocuo que la habría desmontado del mismo modo.

Willow recuerda cómo ha llorado esta mañana, todo el dolor que finalmente se ha permitido sentir. Le asombra haber sido capaz de procesar unas emociones tan intensas y se pregunta si será capaz de volver a hacerlo.
¿Está preparada para separarse de su inseparable compañera?

Willow abre el cajón del escritorio, saca una de sus muchas cuchillas y la coloca junto a la nota de su madre.
Bueno, ¿y ahora qué?
Mira la inerte hoja de metal, luego vuelve a mirar las líneas escritas por su madre, preguntándose si la nota volverá a tener el poder de hacerla llorar y, si así es, si será capaz de resistir la batalla.

Oh, ¡Dios mío! Eso espero.

Sin embargo, es posible que las lágrimas de antes no tuvieran más implicaciones que su significado más obvio e inmediato. Le había afectado la nota que le dejó su madre a la asistenta, ese pequeño recordatorio de que su bienestar, un día, fue primordial para alguien, y por alguna razón ella había sido capaz de gestionar ese sentimiento sin la alquimia de cortarse.

O tal vez la razón, al fin y al cabo, es de lo más obvia. A lo mejor, al permitirse preocuparse por otra persona, querer a otra persona, ella misma había puesto toda la maquinaria en funcionamiento, y tal vez sea ese amor el que le ha permitido soportar el dolor que él mismo ha puesto en marcha.
Willow se separa del escritorio y camina hacia la cómoda. Luego se mira al espejo que cuelga en la pared.
No cree que tenga un aspecto diferente. ¿No debería algo tan profundo y que te cambia la vida, marcarla visiblemente igual que la cuchilla?
Willow se levanta la camiseta y examina las heridas que tiene en el estómago. Poco a poco van desapareciendo y, a la tenue luz del escritorio, las líneas ensombrecidas tienen un aspecto menos vivido que cuando él las besaba.
Anda, mira eso. Parece que cuando me sonrojo, no solo se me pone roja la cara.
Deja caer la camiseta y vuelve a mirarse la cara. Sigue llevando el pelo suelto, no se ha preocupado en volver a hacerse una trenza. Se pregunta si realmente se ha estado peinando así todos estos meses porque era lo más cómodo. Quizá no era más que un intento de regresar al pasado. Se echa para atrás y se mira a los ojos con detenimiento. A lo mejor sí que hay un cambio, pero es invisible solamente para ella. A lo mejor es algo que los demás pueden notar a la primera.
¿Se daría cuenta Markie? Si se volvieran a encontrar mañana, ¿vería alguna diferencia? ¿Y Laurie, se percatará?
Willow se pregunta si su madre se hubiera dado cuenta. Es más, si su madre no se hubiera dado cuenta, ¿se lo habría contado ella misma?
Willow no tiene la respuesta, pero sabe que esta pregunta esconde una gran verdad: el resto de su vida va a estar llena de momentos en los que deseará más que nada en este mundo explicarle algo a su madre, preguntarle algo a su padre, y simplemente no podrá hacerlo. Todas las lágrimas que deje caer no cambiarán este hecho. Y la cuchilla tampoco.
Regresa al escritorio. Tiene que conseguir avanzar algo del maldito trabajo, pero al sentarse oye un ruido débil y apenas perceptible, y esta vez comprende al instante de qué se trata. A estas alturas ya debería haberse acostumbrado a oír llorar a su hermano, pero escucharlo es aún más doloroso que soportar sus propias lágrimas. Willow se pone la bata, se cruza la puerta y sale al descansillo. De rodillas, coge las barras de la barandilla con las manos y mira a través de ellas. Si asoma la cabeza puede verle sentado a la mesa de la cocina.
Pero mirarle es insoportable.

De repente siente una necesidad ineludible, a diferencia de antes, de ir con él, enfrentarse a él, consolarle si es que eso es posible. Ahora que por fin sabe qué se siente al llorar, no puede soportar pensar que él está allí abajo solo. Pero ¿cómo puede consolarle, si ella misma es la causa de su llanto?
Sin pensarlo, Willow saca la cuchilla del bolsillo. La coge con fuerza, pero no se corta. Puede mirarle sin cortarse. Ya se ha puesto antes a prueba, pero mirarle ya no es suficiente. ¿Puede acercarse a él, enfrentarse a su dolor? ¿Es ella suficientemente fuerte para eso?
Con indecisión, da el primer paso para bajar la escalera. Pero esta vez ya no se esconde entre las sombras. Si David mirara hacia arriba, sería imposible que no la viera.
Willow llega abajo de todo. No aparta los ojos de David ni deja ir la cuchilla. Sin que ella lo haya decidido así, la cortante hoja ya está hiriéndole la piel.
¿Es eso lo que quiere? ¿Continuar tal y como ha estado haciendo hasta ahora? ¿Es esa la respuesta a las preguntas que se ha hecho antes?
Se desploma en la escalera, incapaz de ir hasta él e incapaz de no mirarle. Puede sentir cómo la sangre empieza a brotarle
de la palma de la mano. Willow sabe que debería guardar la cuchilla. Debería levantarse y recorrer los pocos metros que los separan. Pero es incapaz.
Willow se queda allí sentada, sin hacer nada más, esperando a que David se dé cuenta de su presencia. ¿Levantará la mirada? ¿Le dejará entrar en su mundo de dolor, aunque solo sea para poder herirla él también?
Willow desliza la cuchilla de nuevo en el bolsillo y camina lentamente hacia él. Hoy ha sido un día de primeras veces, y ella está desesperada por conectar, sea como sea, con su hermano. Necesita hacerle saber que aún le quiere, aunque haya perdido el derecho al amor de su hermano, que su angustia a ella también le hace sufrir.
Ella mira la cara de David mientras él la mira. No se asusta al ver las lágrimas de su hermano. No se aparta de su dolor.
Willow está de pie frente a su hermano. Le ve abrir la boca, oye cómo pronuncia su nombre con un leve susurro.
Se acerca a él para escuchar lo que tiene que decirle. De repente él le coge de la mano con una fuerza sorprendente, tanto que ella apenas se puede mover.
-Oh, Willow -dice David-. Oh, Willow, ¿y si tú también hubieras muerto esa noche?

Willow- Julia Hoban -Where stories live. Discover now