IV

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Quackity llegó a su hogar con el mismo rostro de aburrimiento que había formado cuando se despidió de Spreen, al entrar, un delicioso aroma a ramen inundó sus fosas nasales, estaba feliz por comer una de sus comidas favoritas pero al mismo tiempo ...

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Quackity llegó a su hogar con el mismo rostro de aburrimiento que había formado cuando se despidió de Spreen, al entrar, un delicioso aroma a ramen inundó sus fosas nasales, estaba feliz por comer una de sus comidas favoritas pero al mismo tiempo la tristeza lo dominaba, sabía que cuando su madre cocinaba eso era porque tenía las sopas instantáneas en su alacena y no quería salir de compras porque no quería que nadie más Viera y supiera lo que pasaba cuando su padre se encontraba en casa.

— Mamá — Quackity confirmó una vez más su pensamiento cuando pudo observar un aproximado de tres líneas rojas decorando la mejilla de su progenitora, estas estaban al centro de una gran mancha violácea.

— Oh, Patito, llegaste — la mujer mayor camino a pasos cansados hacia su hijo quien ya estaba en el marco de la puerta de la cocina — ¿Cómo te fue hoy? — cuestionó con su ya tan conocido tono cálido y meloso.

— Spreen me curó y me llevo a un lugar nuevo — Quackity sabía que esa pregunta no era para saber qué había sido de su día en sí, más bien para preguntar qué había hecho con Spreen en todo el tiempo que estuvieron juntos.

Karen sabía que su hijo no detallaría más las cosas pero tampoco le insistiría, eso fue suficiente para asegurarse de que su pequeño al que cargo 9 meses en su vientre estaba bien, porque ella sabía que podía dejar a Quackity en manos de Spreen, sabía que ese muchacho adoraba a su amado y único hijo.

— Ve a cambiarte y cuando tu padre llegue bajas a comer, ¿Si, amor?

— ¿Estás bien? — preguntó Quackity en un tono triste y preocupado, amaba a su madre y no le gustaba verla con marcas de golpes y cortadas en su cuerpo.

— Estaré bien si tú lo estás, anda, ve a cambiarte antes de que llegue.

El menor asintió acatando la petición de su madre, salió del área de la cocina en dirección de su pequeña habitación, su casa era pequeña por lo que la movilidad era algo complicada al no tener tanto espacio, Quackity se cuestionaba si por eso tardaba en llegar a su habitación o si era porque realmente no quería ni moverse, solo quería dormir un buen rato.

Le gustaría que Spreen estuviera ahí y le preste de nuevo su hombro para recostar su cabeza en él, también le gustaría sentir sus largos dedos acariciando su mano llena de moretones y cicatrices que él mismo Spreen Buhajeruk se había encargado de curar, Spreen era un ángel para Quackity, un ángel que nunca creyó que tendría alguna vez.

Llegó hasta la puerta desgastada de su habitación, solo necesitaba empujar esta suavemente para que se abriera, un rechinido se logró escuchar dándole paso al pequeño lugar en donde dormía.

Ingresó al lugar arrastrando sus pies, tiró su mochila a un lado de la puerta importándole poco si le daba un aspecto desorganizado porque su habitación llega lo suficiente sucia y desorganizada. Montículos de ropa sucia estaban esparcidos por el piso al igual que distintas latas y botellas de cerveza, Quackity no bebía, odiaba el alcohol pero su padre sí lo hacía, entraba a su habitación a altas horas de la noche con una botella en mano, a veces solo se sentaba en el piso a beber y beber, otras creía que Quackity era un buen blanco para desquitarse de su mal humor usando su cuerpo como una especie de saco de boxeo y algunos días, estaba para dañar emocional, física y psicológicamente al indefenso Quackity, él odiaba en especial esas noches, donde ingresaba totalmente drogado y enojado de no poder encontrar a alguien con quien darse un buen polvo y usaba el cuerpo del pelinegro para saciarse dejando a Quackity postrado en la cama con varias marcas en su pecho, cuello y muslos más su rostro bañado en lágrimas saladas.

Always with you | SpreenckityDonde viven las historias. Descúbrelo ahora