En las profundidades del subsuelo, la gran puerta metálica se abrió con un chirrido que rasgó el silencio como uñas sobre un cristal, revelando un escenario que Thomas jamás habría imaginado encontrar en los oscuros confines de Valcartier.Un sótano, vasto y mal iluminado, había sido transformado en un ring de boxeo improvisado, rodeado por un círculo apretado de soldados que gritaban con entusiasmo al compás de los golpes. La luz tenue apenas lograba atravesar la espesa nube de humo de cigarrillos que flotaba sobre sus cabezas, dando al lugar un aire viciado, casi irreal. El olor a alcohol impregnaba el ambiente, mezclándose con el sudor, el metal oxidado, y un olor picante que Thomas identificó, con una punzada de nerviosismo, como posible marihuana.
Thomas parpadeó, intentando asimilar lo que estaba viendo. No podía creer que un lugar como ese existiera tan cerca del mundo ordenado y disciplinado del campamento. Cada rincón de aquel sótano parecía rezumar una energía cruda y peligrosa, un escape temporal de las reglas estrictas que gobernaban sus vidas diarias. Estaba impresionado, casi abrumado por la intensidad del momento, incapaz de apartar la mirada del ring, donde dos figuras se movían con precisión letal, intercambiando golpes bajo los gritos ensordecedores de la multitud.
Mientras Thomas se sentía fuera de lugar, como un espectador accidental en una escena de la que no sabía cómo había llegado a formar parte, Simon, a su lado, tenía una reacción completamente diferente. Los ojos de Simon brillaban con una fascinación que Thomas no había visto antes. Había algo en la violencia del ring que resonaba en Simon de manera profunda, una conexión con un pasado que Thomas solo conocía en fragmentos. Simon, que había llegado al campamento con un historial de peleas callejeras, parecía encontrar en ese lugar una especie de hogar, una familiaridad que lo hacía destacar entre la multitud.
Simon, sin decir una palabra, comenzó a abrirse paso entre la multitud hacia el ring, atraído por la violencia que emanaba del combate como si fuera un imán. Thomas lo siguió a regañadientes, sintiendo que cada paso lo llevaba más y más lejos de su zona de confort. Mientras Simon avanzaba con determinación, sus ojos fijos en la pelea, Thomas no podía evitar sentirse temeroso, como si algo oscuro y peligroso lo estuviera envolviendo.
Al llegar al borde del ring, Thomas se dio cuenta de la brutalidad de lo que estaba viendo. Los dos combatientes en el centro del ring no llevaban ninguna protección, ni siquiera guantes. Sus puños desnudos se estrellaban uno contra el otro con una fuerza que hacía salpicar la sangre en todas direcciones.
El sonido de los golpes y la carne siendo castigada, llenaba el aire, mezclándose con los gritos de la multitud. Las heridas abiertas en sus rostros y cuerpos parecían intensificar la furia del combate, y el frenesí de los espectadores crecía con cada golpe, como si se alimentaran de la violencia que presenciaban.Thomas, que había estado observando con una mezcla de nerviosismo y temor creciente, apenas se dio cuenta de lo aterrorizado que estaba hasta que la pelea terminó abruptamente. Uno de los combatientes cayó al suelo, incapaz de levantarse, mientras los gritos de la multitud se transformaban en un rugido ensordecedor de vítores y exclamaciones eufóricas. El aire del sótano vibraba con la energía descontrolada de los soldados, aún embriagados por la adrenalina del combate. El lugar, ya de por sí estrecho y sofocante, se llenó de empujones, risas y el ajetreo de cuerpos que se movían sin rumbo fijo.
Soldados pasaban a su lado, algunos recogiendo con rapidez sus ganancias, otros ya inmersos en discusiones acaloradas, mientras nuevos apostadores se apresuraban a preparar sus apuestas para la siguiente pelea. El sonido de vasos chocando, de voces sobreponiéndose unas a otras, y el olor a sudor y alcohol creaban una atmósfera asfixiante y caótica.
Thomas, desorientado por la confusión reinante, sintió que algo andaba mal. Giró la cabeza bruscamente en busca de Simon, pero la multitud desordenada lo rodeaba, impidiéndole ver más allá de unos metros. Su corazón comenzó a acelerarse cuando se dio cuenta de que su amigo ya no estaba a su lado. En medio del bullicio, con la música alta y las voces retumbando en sus oídos, cada rostro que intentaba enfocar se desvanecía en la marea de soldados que se movían como un torrente imparable.
ESTÁS LEYENDO
El Soldado Perdido [EN CURSO]
RomanceUn campamento militar. Un alma sensible, un soldado marcado por el rigor y un amor que desafía las reglas. En un lugar donde la disciplina lo es todo y las emociones son consideradas una debilidad, dos jóvenes descubren que el mayor acto de valentía...