14| ¿El comienzo de algo?

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— ¿Como? — contestó Miguel un tanto atónito ante mis declaraciones.

— Que desde que me besaste a traición en estas mismas duchas, no he podido dejar de pensar en ti, y me jode pensar que no le estás dando la misma importancia. Siento que estoy loco por estar sintiendo lo que estoy sintiendo por ti porque es que ni yo mismo lo entiendo, y me da rabia estar así. No sé qué hacer con todo esto.

— Nacho, que no lo diga no significa que no esté pensando en ti. Yo también te tengo en mente todo el tiempo —dijo, moviendo las manos con nerviosismo mientras caminaba de un lado a otro en las duchas—. Y sí, me asustaba un poco la idea de que me rechazaras.

— Pero vamos a ver Miguel tú te has visto, quien en su sano juicio se plantearía rechazarte a ti.

— Eso no tiene nada que ver Nacho, todos tenemos inseguridades — Río irónico — A demás ¿no se supone que estás con Theo?

— Que yo no estoy con Theo Miguel

— Pero te gusta — Añadio con desdén

— Que no me gusta — Insistí.

— Bueno te creo entonces — Comentó divertido con las manos alzadas.

— ¿Pero entonces te gust-o? — Dije prácticamente en un susurró inaudible sin poder mirarle a la cara.

Miguel dejó de caminar. El silencio que siguió a mis palabras parecía alargarse infinitamente, solo interrumpido por el tenue eco del agua goteando en las duchas vacías. Finalmente, se acercó, con pasos lentos pero decididos, y me levantó la barbilla con suavidad para que lo mirara a los ojos.

— Sí, Nacho, me gustas. Me gustas más de lo que quiero admitir. Y esa vez que te besé... no fue a traición, fue un impulso que no pude contener por la rabia del momento, llevo bastante tiempo sintiendo esto, más de lo que me gustaría admitir —susurró, tan cerca que sentí su aliento cálido contra mis labios.

El latido de mi corazón retumbaba en mis oídos mientras nuestras miradas se encontraban, cargadas de emociones contenidas. Sin pensarlo, acerqué mis manos a su rostro, acariciando su mejilla con el pulgar.

— Entonces, ¿qué hacemos ahora? —pregunté, mi voz temblando ligeramente.

Miguel tomó una respiración profunda y esbozó una sonrisa tímida, una que raramente había visto en él.

— Creo que deberíamos dejar de pensar tanto y simplemente sentir. Dejar que esto nos lleve donde tenga que llevarnos —respondió, y sin darme tiempo a procesarlo, se inclinó hacia mí y me besó.

Tuve que ponerme de puntillas para alcanzarlo, sintiendo la diferencia de altura entre nosotros más que nunca. Miguel me envolvió en un abrazo firme, haciéndome sentir pequeño y protegido. El beso fue diferente esta vez, no había prisa ni nerviosismo, solo la certeza de lo que ambos sentíamos. Era como si el tiempo se hubiera detenido y nada más importara.

Al separarnos, apoyé mi frente en su pecho, y él, con ternura, inclinó la cabeza hasta que nuestras frentes se encontraron, respirando juntos en silencio.

— Estoy dispuesto a intentarlo, Nacho, pero solo si tú también lo estás —dijo finalmente, sus ojos buscando los míos en busca de una respuesta.

— Sí, Miguel, me gustaría intentarlo pero.... Eres consciente que puede que sea el expulsado este lunes  — contesté con firmeza.

— No te vas a ir — Negó meneando la cabeza con firmeza, como si la simple idea de que pudiera ser el expulsado en la próxima gala le ardiera por dentro.

— ¿Y si sí? —insistí, sintiendo un nudo en la garganta—. No quiero que esto se quede en un "¿qué hubiera pasado si...?". Quiero saber que, pase lo que pase, no vamos a dejar que esto se pierda — Dije con un hilo en la voz, odiaba mostrarme vulnerable.

Ecos de un amor infinito Donde viven las historias. Descúbrelo ahora