Capitulo 3

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  • Dedicado a Karen Delorbe
                                    

Nada más entrar pudo ver dos escaleras curvas de brazos cerrados, que se unían en un descansillo amplio, y ahí, justo ahí, en ese descansillo… se hallaba su trabajo. Lo supo en el mismo instante en que abrieron la puerta de entrada y sus ojos se posaron en el lienzo desgastado, que aunque tapado por un plástico transparente para que no le ocurriera nada con la obra, se notaba su dejadez.

Cristian vio que su antigua compañera de instituto se había quedado ya parada observando, sonrió internamente, aquel lienzo tan viejo y a la vez tan delicadamente sentimental para él, se había estropeado debido a las llamas que arrasaron parte del caserío. Aún así, el cuadro había sobrevivido misteriosamente. Lo cierto, que estaba en un lugar que nada más entrar en el sitio se te iban los ojos hacia él.

— Pasemos, — la invitó animado, ella lo hizo tras él que cerró a su paso.— esto es el salón, la cocina está hacia la derecha, y hay un baño aquí abajo sencillo, además de un estudio con biblioteca. Arriba están las habitaciones… Y… bueno, eso que tanto te llama la atención…

— Es el cuadro que tengo que restaurar.— terminó ella de decir.

— Sí,— le confirmó contento, sin saber el motivo.— es importante para mí.

— ¿Podemos verlo de cerca?

— Claro.— le respondió adelantándosele y subiendo por el lado derecho del tramo de escalones.— Ven, por favor.— le pidió.

Sus voces se oían huecas debido a las mascarillas, y cuando estaban en silencio, el ruido de la respiración se aseguraba de que estaban allí.

Cristian destapó el cuadro, descolorido y manchado, aunque se podía ver perfectamente de qué se trataba: Un cuadro de familia; padre, madre detrás y juntos, y dos hijos, un niño y una niña; el niño estaba en brazos del padre y debía tener unos cuatro o cinco años, y la niña era un bebé, de aproximadamente un año.

Emi observó seria y cautelosa, quedándose con cada detalle y memorando que herramientas necesitaría para hacer ese trabajo. Sintió haberse dejado sus guantes en la habitación, pues necesitaba saber el tacto, y por pura manía de limpieza e higiene, siempre lo hacía con los guantes.

— El cuadro… ha pasado por un incendio, ¿verdad?— le preguntó.

— Eh… sí, ¿cómo lo sabes?— le interrogó sorprendido.

— Por la manchas y la disolución de algunos colores.

— ¿Crees que podrás restaurarlo?

— Sí. Sólo que quisiera ir a por mis guantes, antes de empezar con nada sobre él. Necesito saber su textura y otras cosas… he de hacerle unas pruebas químicas sencillas y… bueno… tendrás que descolgarlo. – lo miró.— ¿Trabajaré en este mismo lugar?— quiso saber.

— Eh… claro, los obreros terminan mañana y esta parte de la casa será solo tuya. Bueno, Lina y Rosa vendrán a limpiar y colocar cosas, si es que te da miedo quedarte sola.— le dijo precavido, pues él mismo experimento la sensación de miedo la primera vez que se quedó solo en la hacienda.

— Tranquilo… estoy acostumbrada, suelo trabajar sola, no tengo ayudantes.— le habló con una media sonrisa.— Te puedo asegurar que más miedo me da quedarme en una iglesia a solas que en esta casa.

— ¿En una iglesia?

— Sí, tuve un trabajito de restaurar una Imagen, por la mañana daba menos miedo, pero por la tarde cuando acababan con la catequesis e iba oscureciendo… ufff… recuerdo que estaba pillando pies.

Cristian rió al imaginarlo.

— Pobrecita.— dijo divertido.

— ¡Oye! Lo pasé realmente mal, no te rías.— replicó a la defensiva, pero feliz por verlo reír, pues no recordaba desde cuando no lo había visto así.

Las nubes no son de algodónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora