1. Querido

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Parecía ser una fantástica idea tomarse, por lo menos, un mes de descanso. Todos estaban de acuerdo en que necesitaban con urgencia algo de paz, tranquilidad y sueño reparador.

No importaba lo que sea que haya pasado aquella vez, ninguno de los involucrados tenía por qué dar demasiadas explicaciones. El proceso fue largo, tedioso, e incluso exasperante, pero pudieron finalizar todos los reportes y papeleos básicos para sobrellevar el fin del mundo.

La mayoría pensaría que se debió a una especie de apocalipsis zombie, aunque con vampiros, y así se quedaría en el conocimiento de los civiles normales. Los pobres desgraciados, como ellos, sabían la verdad que el gobierno ocultaba por el bien común.

Entonces... ¿y ahora qué?

Pues a trabajar, ¿qué más?

— Dazai, ya deja de hacerte el idiota y ponte a escribir tus reportes– le regañó Kunikida, por quién sabe qué vez en el día — Todos tenemos que hacerlos, tu amigo de la División Especial los necesita para el caso

— Nop– se negó, dándose media vuelta en el sofá — Estoy muy, muy, muy cansado... no sé si pueda levantar mi pobre bracito para trabajar

— Atsushi ni siquiera se está quejando y fue él quien derrotó a la... cosa esa... que... parecía ventilador, honestamente– dudó con su explicación final — ¡En cambio tú no haces nada, ni ayudas pero sí que estorbas y nos retrasas!

— Ya déjalo... ¿sabes lo agotador que es pelear con la mente?– reprochó Ranpo, poniéndose a favor de Dazai — No quiero pensar en nada por el resto de mi vida

— Ponte a escribir tú también– recomendó Yosano, con la voz ahogada por la madera del escritorio donde estaba descansando — Aún en contra de nuestras voluntades, hay que admitir que Kunikida tiene razón... tal vez nos den unas vacaciones después, ¿no?

— Que el cielo te escuche, hermana

— No hablen de temas religiosos, me dan náuseas

— Amén

Tanizaki alzó su mano desde el piso, acostado igual que una estrella de mar en la arena. Kunikida suspiró tallando el puente de su nariz, quitándose los lentes para descansar de las estupideces de los demás.

Sí, fue el fin del mundo, y sí, también quería echarse a dormir por el resto de la semana, pero debían cumplir con la petición del gobierno y dejarles el resto del trabajo a ellos.

Seguía siendo complicado relatar con palabras algunas cosas, ¿cómo podía explicar que el dueño de la habilidad que vampirificó a la ciudad después se transformó en Dostoievsky? A Ranpo y Fukuzawa les dieron escalofríos de sólo recordarlo.

Parecían niños en guardería haciéndole caso a la maestra y escribiendo sus 10 cosas preferidas, cuando alguien tocó la puerta de la Agencia y nadie quiso levantarse a abrirla. Kunikida volvió a suspirar, teniendo que hacerlo él.

En cuanto las bisagras crujieron un poco, pudo observar mejor al perpetuador de la paz en el que pensó hace unos momentos. Aunque se veía realmente diferente, toda esa ropa del medievo había desaparecido y ahora llevaba un suéter beige y pantalones blancos bastante normales.

— ¡Kunikida-san!– le saludó Aya, saliendo detrás del hombre más alto — ¡Esta es la persona a quien quería que conocieras!

Aya Koda, apodada por muchos como "La salvadora de la humanidad" haciendo que se le subiera el ego en ciertas ocasiones, prometió presentarle a alguien especial hace unas semanas.

Nunca espero que aquella dichosa persona fuera un vampiro de casi 2 metros con el cabello más largo y sedoso que había visto en su vida.

— Un placer, supongo, soy Doppo Kunikida y te doy las gracias por cuidar de la ni...

Storytime de que aún tengo papás // KuniBramDonde viven las historias. Descúbrelo ahora