Sin Piedad.

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Primero, la droga. Al principio me había negado rotundamente a tomarla, pero no había podido evitarlo. Estaba acurrucada en una esquina oscura de la habitación en la que estaba encerrada cuando sentí que alguien más estaba cerca de mí. Al principio, creía que vendría a ayudarme a salir de ese sitio, pero con cada paso que daba hacía mí, el ambiente empezaba a tensarse a mi alrededor y sentía que aquella presencia no era muy amigable. Ojalá lo hubiera sido. Instintivamente, intenté echarme hacía atrás, pero era imposible; las paredes me lo impedían. Cada vez que oí el retumbar de sus pasos en la estancia me ponía más nerviosa. Cuando ya estaba frente a mí, pude comprobar que no se trataba de una persona, sino de otra cosa más malévola.

Traía una copa en lo que parecía ser una mano deforme. El líquido que descansaba en ella era de color morado, lleno de grumos y de vez en cuando salía una burbuja a la superficie. Me resistí todo lo que pude, lo juro. Cuando se puso a mi altura, me acercó la copa para que la tomara, pero la rechacé con una patada. Ni se inmutó. Me la volvió a tender, esta vez aguantándome las piernas. Me la acercó a la boca pero me negué a abrirla. A la tercera vez, que me acercó la copa a la boca, harto ya de mis intentos por evadir lo imposible, me obligó a mirarle a la cara.

Quise resistirme, pero sus ojos empezaron a mirar fijamente los míos y no pude resistirme. Lentamente, empezó a sonreír. Fue la sonrisa más siniestra que he podido ver en toda mi vida. Del horror que sentí en ese momento, grité. Aprovechó esa ventaja para hacerme beber la droga. Empecé a sentir un líquido amargo y viscoso escurrirse por mi garganta. Cuando terminé, tenía un sabor agrio por toda la boca que casi me hizo vomitar. En las comisuras de mis labios había pequeñas gotas ya secas. Él se puso en pie y parecía que fuera a irse pero no fue así. Me froté las comisuras de mis labios para eliminar los restos de la droga, que me dejó las manos muy pegajosas. Me puse en pie, dispuesta a intentar cualquier cosa para poder salir de aquel lugar, cuando me desplomé en el suelo. No pude reaccionar a tiempo y me di de lleno contra el suelo, hiriéndome la barbilla. Él empezó a reírse y yo intenté volver a levantarme, pero mi cuerpo no daba señales de querer hacerlo. Estaba completamente inmovilizada. Agarró el cuello de mi camisa y me arrastró por el áspero suelo, desgarrando parte de mi ropa por las rodillas y codos. Las articulaciones me escocían con cada movimiento y dejaban un rastro discontinuo de sangre. Fueron los peores minutos de mi vida. Cuando paró, me dejó en el suelo de la misma manera en la que dejas un estorbo. Desapareció durante un rato.

Las lágrimas empezaron a aflorar por mis ojos y lloré lo que me parecieron horas y cuando se me acabaron las lágrimas y creía que no vendría a destrozarme de otra manera, apareció por la espalda y me agarró por la nuca. Tenía los ojos irritados y la boca salada. Se acercó al oído y empezó a susurrarme palabras incomprensibles y muy siseantes que hacían estremecer todo mi cuerpo. Cerré los ojos y apreté los dientes, pero las fuerzas que creía tener se desvanecieron, abandonándome frente aquel individuo. Su voz empezaba a volverme loca poco a poco. Como no encontraba otra manera de deshacerme de ese malestar que empezaba a inundar a mi mente, empecé a gritar. Grité tan fuerte como pude. Aguante hasta que el sudor empezaba a condensarse en mi piel y se enfriaba para hacerme temblar. Respiraba entrecortadamente. Ya no sentía el escozor de las heridas en las rodillas; sentía el escozor que provocaba mi respiración en mi garganta. Parece increíble que algo que debería ayudarme a seguir, a aguantar, pudiera estar matándome poco a poco de esa manera.

Me volví a desplomar en el suelo y cerré los ojos. Quería que todo terminara ya, pero sabía que no me dejaría.

<<Me odias>>, resonó una voz en mi cabeza. La ignoré, no quería saber nada de nadie. Solo desaparecer y que todo terminara de una vez.

La voz volvió a hacerse oír en mi cabeza, más intensa. Estalló en mis oídos. No tenía fuerzas para gritar por el dolor, así que decidí parecer que le escuchaba.

Sin Piedad. [Terminada] [Historia Corta] [Wattys2015]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora