Dano Y Mis Donuts

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Hay un 83% de probabilidades que a los 16 años encuentres a la persona con la que te casarás. Eso, sin dudas, deja un gran margen de posibilidades para creer que quizás tengo alguna oportunidad. El problema está en que ya no tengo 16 años, sino casi 20 y que a nadie le interesaría una chica como yo.

 No es por menospreciarme pero ¡míreme! Es viernes por la tarde y en vez de disfrutar de mi juventud en alguna fiesta con chicos dispuestos a pasar un buen rato, estoy sentada en un banco cualquiera del Parque del Retiro en Madrid. 

Además, mis motivos para estar aquí no son otros que buscar inspiración

Pronto acabaré de publicar mi ultimo trabajo, al que he llamado Oda al Sentimiento. En él, se ven reflejados entre versos, lo que mi corazón se ha dedicado a escribir durante casi tres años. ¿El problema? 

Algunos de mis seguidores se han quejado de que aún me falta uno; el sentimiento más poético de todos; el amor. Y eso me ha llevado a sentarme en el frío banco de madera, con una bolsa de donuts de fresa y chocolate, esperando que la inspiración me caiga del cielo. 

Porque si alguna vez me había enamorado, desde luego, no guardaba un gran recuerdo de esa persona como para dedicarle un poema. Por supuesto que acabaría a lo grande, escribiendo un gran poema sobre el amor.

Y si el dolor fuera una persona,
Vendría vestida de negro,
Como si se tratase de luto eterno.
Sería una gran anfitriona,
Y entre sus charlas sobre la muerte,
A la vida echaría de menos.
Me desgarraría por instantes,
Robando un corazón lleno de miedo,
Dejando en él su huella;
Impidiéndome respirar de nuevo.

Podía intentar hacer como cuando escribí sobre el dolor y hablar del amor como una persona. Pero... ¿Cómo sería mi chico perfecto? ¿Mi persona ideal? 

Me mordí el labio inferior, mientras la pregunta rondaba mi cabeza, invadiendo mis pensamientos lentamente. Un chico se sentó a mi lado, sin que me diera cuenta de ello. Al mirarlo, después de unos segundos divagando, me fijé en su cabello corto y castaño y la incipiente barba que rodeaba el contorno de su rostro. Su piel era mil veces más morena que la mía. Seguramente él no se pasaba el día escribiendo en su habitación. Sus ojos tenían el mismo color que las almendras y estaban fijos en la pantalla de su móvil que mostraba unos símbolos naranjas.

—Amoavé.— dijo el chico. —¿¡Por qué el servidor siempre me deja tirado!?

Zarandeó el cacharro, e incluso le dio un golpe con la mano, en un vano intento de conseguir que funcionase. 

—Ejem— dije insegura llamando la atención del chico, que tarareaba una canción que reconocí como de Nicki Minaj... ¿Starships? —¿Hola? ¡Su mascota se acaba de zampar mi merienda!
Él miró a su perro con los ojos entrecerrados y le dio un toque en la cabeza.

—Joder, Bic. Podrías haberte comportado, hombre ya...— se quejó él. No puedo asegurar un porqué pero, hasta las palabrotas sonaban distintas cuando las decía él. Como si se tratasen de una broma secreta y no de ofender. –Que ahora tendré que invitar a la chica a por otro... ¿Eran de fresa?

Creo que me sonrojé. Para que negarlo, era un chico atractivo.
—Con chocolate.— concreté, mientras en mis imaginaciones volvía a degustar el ultimo bocado que pude haber tomado de aquella azucarada delicia. 

—Soy Daniel.— dijo el ahora-no-tan-anónimo chico. —Pero si quieres llámame Dano.
Apagó el móvil definitivamente.
—Yo soy _________.—

Se que lo acababa de conocer, pero la inspiración parecía que no iba a pasarse hoy por mi cabeza, por lo que decidí que no me haría daño dejarme llevar por una vez. Asentí.

—Voy a dejar a Bic en mi casa. Está a cinco segundos de aquí. Si quieres ve yendo. ¿A cual quieres que vayamos?— acabó preguntando Daniel mientras golpeaba con sus converse amarillas el suelo. Cuando terminó de hacer la pregunta, posó su mirada en mi y sonrió, mostrando una divertida sonrisa. ¿Se habría dado cuenta de que le estaba mirando? Tan solo espero que no sonriera por eso...

—¡A los Dunkin' Donuts! Hay una tienda cerca, ¿sabes cuál es?— pregunté, consiguiendo hablar con más soltura que antes.
Él contestó afirmativamente.

Se fue minutos después, habiendo quedado en la pastelería.
Su perro caminaba con soltura a su lado y moviendo la cola enérgicamente. Claramente el perro estaba feliz. 

Daniel no perdió la sonrisa, o al menos mientras le vi marchar. Creo haberle escuchado silbar. Claramente Dano estaba feliz.
Yo me dirigí a la tienda después, sonriéndole a la nada y recordando versos olvidados. Claramente _________ estaba feliz.

Si la felicidad fuera persona,
Vestiría el traje de fiesta,
No mentiría si digo que impresiona.
Recibir de ella una propuesta,
Saber que motivos sobran,
Para decir sí, si te crees preparado.
Querer lucir sonrisas,
Es algo arriesgado.
¿Qué es más sugerente en esta vida?
¿Qué seduce más al enfadado?
¿Qué sonrías?
Una curva de tus labios.

Y la felicidad me acompañó por las calles de la capital de España, no muy lejos, hasta una de esas franquicias que venden gracias a la obsesión y adición al azúcar por parte de sus clientes.

 Me senté en una asiento dentro del local, lejos de las miradas indiscretas de cualquiera que pasase. El establecimiento se encontraba relativamente vacío, comparado con el constante bullicio que solía llenarlo todos los días. Observé el estante de dulces, para luego recordar que debía esperar a Daniel. Vi como cada vez quedaban menos, debido a que los pocos clientes que había, se iban llevando los donuts. ¿Dónde estaba Daniel? ¡No iba a esperar tanto! Y que ingenua había sido al marcharse, solo confiando en la palabra de él, con la duda de si llegaría al Dunkin' Donuts o no.

—¡Has tardado mucho! ¿Qué te ha pasado? ¡He tenido que esperarte por casi una hora!— dije bastante molesta, aunque en mi interior estuviera contenta de que no me hubiera tomado el pelo y abandonado a mi suerte.

Me saludó con un gesto con la cabeza, para rápidamente dirigirse a la barra y volver con un donut de chocolate para él y otro de fresa para mi. Con la tentación delante mía, toda para mi, me planteé perdonar su retraso. 

—Yo no espero. A mi me esperan.— contestó burlón bebiendo del café que, además, se había pedido.
—Divo...— mascullé mordiendo mi donut. 

Pensé entonces que era un completo gilipollas, pero durante lo que fue nuestra primera cita no-oficial descubrí que, si no estaba de nuevo luchando contra el mundo, podía ser tan dulce como el glaseado de fresa. Él descubrió en mi, la _______ divertida que pocos conocían. 

¿Qué decir? A Daniel le encantaba hacerme reír, aunque fuera por absurdas tonterías. Me contó, antes de irnos cada uno por nuestro camino esa tarde que lo que le había llevado a gritarle a su movil, había sido un problema con Wattpad y que desde luego, no había sido su intención hacerse ver como un loco. 

Os confesaré que el hecho de que escribiese aquí me hizo enamorarme de él un poco más. A DanielTGrey le enamoraron mis recopilaciones de poesía. A mi me enamoró su humor tan característico, que reflejaba una parte de él también y sus historias de terror. Sin embargo, lo que nos acabó de unir, sin lugar a dudas, fue mi poema. El que cerró mi arduo trabajo de escritora. Porque él sabía cuanto me importaba a mi. Y él era mi poema.

Si el amor fuera persona,
Se sentaría en un banco apartado,
Y regalaría inspiración con la mirada.
Lo conocería una tarde cansado,
Y yo me encontraría aún más necesitada.
Me invitaría a mi dulce favorito,
Después de robarme un suspiro.
Dejaría de ser él durante una tarde,
Para abrirse a si mismo.
Me robaría las palabras,
Sin yo acabar las frases.
Reiría mis chistes sin gracia,
Sin yo llegar a la última parte.
Adivinaría cuando le necesito,
Y estaría ahí para mi.
Aunque lo necesitara siempre.
Porque el amor sería así.
El amor no puede ser persona.
El amor es la persona.
Y puede que viva en tu misma ciudad,
Puede que creas que no lo encontrarás.
Puedes pensar lo que quieras,
Soy testigo,
Se que el amor existe.
Yo encontré al mío escondido,
Entre donuts de fresa,
Y falta de inspiración para mi poema.
¡No pienses! ¡Encuentra!


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⏰ Last updated: Oct 04, 2015 ⏰

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