Todo en mi mente

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No sabía dónde estaba, no sabía cómo había llegado a ese lugar, pero lo que si sabía era que todo allí era naranja.
Desde las paredes hasta el techo, el suelo, la puerta y una silla en la esquina. Todo era naranja.

¿Por qué?

No recordaba nada, sólo la sensación de haber estado afuera caminando sintiendo el viento en mi cara cuando perdí la consciencia y me encontré aquí, solo. ¡Hasta mis ropas son naranjas!

Mi pantalón y camisa eran naranjas, estaba descalzo porque si no mis zapatos también serían naranjas. O eso suponía. Miré por todas partes buscando otra cosa que no fuera naranja, me sentí estúpido al intentarlo. Sí ya había visto que absolutamente todo era de ese color, ¿para qué me empeñaba en buscar otro? ¿Simple deseo de encontrar una salida de ese color que pronto me llevaría a la locura? Probablemente sí.

Me paré con un poco de dificultad, mis piernas temblaban, como si hubiera corrido por horas y horas y mis energías estuvieran agotadas. Caminé hacia enfrente tambaleando, alcé mi mano buscando tocar la pared que estaba frente a mi. Al tocarla la inspeccioné detenidamente, al bajar mi mano sentí una perilla... esperen, ¿una puerta? ¡Sí, era una puerta!

Tomé la perilla girándola, ni siquiera giró un centímetro. Empecé a forcejear la perilla con desesperación, no se abría, ¡no se abría! La frustración crecía cada vez más en mi interior al no ver una posibilidad de escape.

Me di por vencido. Azoté la puerta con mi puño lanzando un grito desesperado, me deslicé poniendo mi cabeza en la puerta mirando al suelo. Mis ojos se aguaron, unas cuantas lágrimas escurrieron por mis mejillas cayendo en el piso. ¿Dónde rayos estaba?

Escuché que metían una llave por la perilla al igual que esta se giraba, por inercia, me limpié las lágrimas y me alejé de la puerta cochando con la pared. Mi vista estaba clavada en la puerta cuando entró un hombre alto, con una bata naranja. No era tan mayor, aproximadamente tendría unos 36 años no más. Me miró esbozando una sonrisa.

-¿Por qué esa cara de asustado?-me habló cerrando la puerta sin despegar su vista de mi esperando mi respuesta. No obtuvo ninguna de mi parte.-Habla, no tengas miedo.

-¿Do-dónde estoy?-articulé tartamudeando, mi miedo se hizo notar de inmediato.

-En una habitación.-¿creía que era idiota o qué? Creo que notó mi rostro de enojo porque rió. Se acercó a mi a pasó veloz y tranquilo, por reflejo retrocedí pero no pude, la pared me lo impedía.

El hombre se hincó frente a mi llevando su mano derecha a mi frente mientras veía su reloj en la izquierda. Me quedé helado, los nervios me invadieron.

¿Quién era él?
¿Por qué me tomaba la temperatura?
¿Qué era este lugar?
Veía por todas partes esperando hallar una respuesta en el aire o escrita en las paredes. Nada, absolutamente nada.

-Bien -me interrumpió de mis pensamientos.- tu temperatura es normal.

Se paró sacando una pluma del bolsillo de su bata y anotando algo en una carpeta, ¿la llevaba todo este tiempo?

-Listo -comentó guardando la pluma y cerrando la carpeta, me volteó a ver.-¿Tienes hambre?

Eso despertó un gruñido en mi estómago. Sí tenía hambre, estaba tan absorto en mis pensamientos que no me había puesto a pensar en comida.

-S-sí.

-Bien.

Salió de la habitación dejándome en la misma posición de miedo y confusión. Me paré yendo de nuevo hacia la puerta, tomé la perilla tratando de girarla y -de nuevo- estaba cerrada. Volví a golpear la puerta con mi puño, gritando.

Un mundo diferenteWhere stories live. Discover now