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Barreras y Bromas

El sol ya se había ocultado, dejando paso a una noche despejada y estrellada. La cubierta del barco de Buggy estaba en silencio, excepto por el suave murmullo de las olas y el ocasional chirrido de la madera. La tripulación, después de un largo día, se había retirado a descansar, pero dos figuras permanecían en la proa, observando el horizonte en silencio.

Buggy se encontraba sentado con las piernas cruzadas, tarareando una canción infantil para sí mismo mientras jugaba con sus cuchillos, lanzándolos al aire y atrapándolos con la misma destreza de siempre. A su lado, Rosinante estaba de pie, inmóvil, mirando las estrellas con una expresión pensativa. El silencio entre ambos había sido constante desde que abordaron el barco, pero ahora comenzaba a sentirse pesado, casi incómodo para Buggy.

Finalmente, incapaz de soportar más la quietud, Buggy decidió romper el silencio.

—No eres muy hablador, ¿verdad? —comentó con una risa nerviosa, sin apartar la vista de su cuchillo en el aire.

Rosinante desvió la mirada de las estrellas hacia Buggy, pero no respondió de inmediato. Sus ojos oscuros, cargados de una tristeza insondable, se encontraron con los de Buggy, y el payaso sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

—No suelo hablar mucho, no —respondió finalmente Rosinante, su voz profunda y serena—. Prefiero escuchar.

Buggy frunció el ceño, sintiendo que esa respuesta no era suficiente. Había algo en la forma en que Rosinante hablaba, algo que parecía dejar siempre cosas sin decir. Era como si cada palabra escondiera un mundo de secretos, y Buggy, por alguna razón que no entendía, sentía una necesidad casi desesperada de descubrir qué era.

—Bueno, no sé cómo puedes aguantar el silencio —dijo Buggy con una sonrisa forzada—. A mí me vuelve loco. ¡La vida está hecha para hablar, reír y, sobre todo, hacer bromas!

Rosinante esbozó una pequeña sonrisa, casi imperceptible, pero Buggy la notó de inmediato. Algo en su interior se encendió al ver esa leve reacción, como si hubiera logrado una pequeña victoria.

—¿Bromas? —preguntó Rosinante, con una pizca de curiosidad en su tono—. ¿Como qué tipo de bromas?

Los ojos de Buggy brillaron con entusiasmo. Finalmente, algo de interés.

—¡Oh, tengo un montón! —exclamó, olvidándose por un momento de su anterior incomodidad—. Una de mis favoritas es la clásica broma de la mano invisible. ¡Mira!

Buggy, con su habilidad de dividir su cuerpo en partes, hizo que su mano izquierda flotara en el aire por encima de Rosinante, mientras él seguía sonriendo como si no pasara nada.

—¿Ves? —dijo Buggy mientras su mano flotante se acercaba sigilosamente al hombro de Rosinante—. ¡Es como si...!

Antes de que Buggy pudiera terminar su frase, Rosinante se giró rápidamente, atrapando la mano flotante en el aire con una velocidad sorprendente. La sonrisa de Buggy se desvaneció cuando vio la expresión seria en el rostro de Rosinante.

Por un momento, el tiempo pareció detenerse. Buggy esperaba algún tipo de reprimenda o, peor aún, que Rosinante lo rechazara por su broma, pero en lugar de eso, Rosinante soltó una leve risa. No era una carcajada ni una risa burlona, sino una risa suave, genuina, como si algo en la situación realmente lo hubiera divertido.

—Eso fue inesperado —dijo Rosinante, soltando la mano flotante y permitiendo que Buggy la volviera a unir a su cuerpo.

Buggy, atónito, observó cómo la seriedad en el rostro de Rosinante se suavizaba ligeramente. No era un cambio drástico, pero para Buggy, era como si una pequeña barrera hubiera caído entre ellos.

—¿Te gustó? —preguntó Buggy, con una mezcla de incredulidad y satisfacción—. ¡Lo sabía! ¡Mis bromas son infalibles!

Rosinante asintió, su mirada volviendo a perderse en las estrellas, pero esta vez con un aire menos sombrío.

—Me recordaste a alguien que solía conocer —dijo en voz baja, casi como si hablara consigo mismo.

Buggy se quedó en silencio por un momento, sorprendido por el comentario. Algo en la forma en que Rosinante lo dijo le hizo darse cuenta de que había una historia detrás de esas palabras, una historia que probablemente era dolorosa. Pero antes de que pudiera preguntar más, Rosinante continuó.

—Las bromas y las risas son importantes. Pueden aligerar el peso de las cosas... aunque solo sea por un momento.

Las palabras de Rosinante resonaron en Buggy de una manera que no esperaba. Había algo en la tristeza en la voz de Rosinante que lo hizo sentir una conexión extraña, como si ambos compartieran una comprensión tácita de que la risa, por muy superficial que pudiera parecer, a veces era lo único que les quedaba para mantener la cordura en un mundo tan caótico.

Buggy, sintiéndose inusualmente vulnerable, decidió no presionar más. En lugar de eso, se recostó en la cubierta, cruzando las manos detrás de la cabeza y observando el cielo estrellado.

—Bueno, si alguna vez necesitas reírte, yo estaré aquí —dijo con una sonrisa más suave de lo habitual—. Mis bromas están disponibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

Rosinante lo miró por un momento antes de asentir levemente.

—Lo tendré en cuenta —respondió, antes de volver su atención al horizonte.

Y así, en medio de las risas y los silencios, algo comenzó a formarse entre Buggy y Rosinante. No era una amistad tradicional, ni siquiera una comprensión total, pero había una chispa, una conexión que ninguno de los dos había esperado. Buggy, con su naturaleza ruidosa y extravagante, y Rosinante, con su silencio melancólico y misterioso, habían comenzado a encontrar en el otro algo que no sabían que necesitaban.

Y mientras la noche avanzaba, ambos sabían, aunque no lo dijeran en voz alta, que este encuentro cambiaría el rumbo de sus vidas de maneras que aún no podían imaginar.

Más allá de las risas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora