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El Milagro de los Gemelos

En el castillo de Liones, la reina Elizabeth estaba dando a luz a sus preciosos gemelos. El primero en salir fue Tristan, un bebé de cabello plateado y ojos heterocromos hermosos. Dos minutos después, nació Aria, una bebé de cabello plateado idéntica a su madre. Elizabeth y Meliodas experimentaron una oleada de emociones intensas de alegría y sorpresa, ya que pensaban que solo tendrían un bebé.

Elizabeth, Al ver a sus gemelos por primera vez, Elizabeth sintió una mezcla de asombro y felicidad pura. Las lágrimas de alegría rodaban por sus mejillas mientras sostenía a Tristan y Aria en sus brazos. No podía creer que había dado a luz a dos bebés tan perfectos y hermosos. Su corazón se llenó de amor y gratitud, y sintió una conexión inmediata y profunda con sus hijos. La sorpresa de tener gemelos la dejó sin palabras, pero también la llenó de una sensación de plenitud y bendición.

Meliodas, por su parte, estaba completamente maravillado. Al principio, la noticia de tener gemelos lo dejó atónito, pero rápidamente esa sorpresa se transformó en una alegría indescriptible. Ver a Tristan y Aria por primera vez le hizo sentir una felicidad que nunca había experimentado antes. Se acercó a Elizabeth y los bebés, y con una sonrisa radiante, los abrazó a todos. Sentía una inmensa gratitud y orgullo por su familia. La llegada de los gemelos era un milagro que no había anticipado, y estaba decidido a proteger y amar a sus hijos con todo su ser.

Ambos padres, envueltos en una mezcla de emociones, sabían que sus vidas habían cambiado para siempre. La llegada de Tristan y Aria no solo llenó sus corazones de amor, sino que también les dio una nueva esperanza y propósito en la vida.Los gemelos crecían rápidamente, cada vez más unidos que nunca. Un día, bajo la luz radiante del sol, se prometieron siempre estar juntos en las buenas y en las malas, que nadie ni nada los podría separar.

-Tristan: Aria, prometamos que siempre estaremos juntos, pase lo que pase.-

- Aria: Sí, Tristan. Siempre estaremos juntos, en las buenas y en las malas. Nada ni nadie nos separará.-

El escenario cambia abruptamente. Tristan estaba muy enfermo con una enfermedad desconocida, y Elizabeth no podía tratarlo por más que intentaba curarlo con su poder de diosa. Un doctor les dijo que no le quedaba mucho tiempo de vida, ya que al ser una enfermedad desconocida, Tristan perdía lentamente la vida.

Elizabeth sentía una desesperación enorme. Cada intento fallido de curar a Tristan la sumía más en la tristeza. Su corazón se rompía al ver a su hijo sufrir y no poder hacer nada para aliviar su dolor. Las lágrimas corrían por su rostro mientras se aferraba a la esperanza de un milagro. La impotencia la consumía, y cada día que pasaba sin una solución era una tortura.

Meliodas, normalmente tan fuerte y valiente, se sentía completamente desolado. La tristeza inmunda que lo invadía era como un peso insoportable en su pecho. Ver a su hijo en ese estado y no poder hacer nada lo hacía sentir inútil. La desesperación y el miedo de perder a Tristan lo atormentaban día y noche. Su espíritu, normalmente indomable, estaba quebrado por el dolor.

Por otro lado, Aria estaba preocupada. Aún era muy pequeña para entender qué era la muerte, pero sabía que algo estaba muy mal. En un descuido de sus padres, Aria se coló a la habitación de Tristan y comenzó a llorar y a decirle que despertara.

-Aria: Tristan, por favor, despierta. No me dejes sola. ¡Despierta!-

Aria, de 3 años, sintió un poder inimaginable emerger de su interior. Con lágrimas en los ojos y su corazón lleno de amor y desesperación, extendió sus manos hacia Tristan. Una luz dorada y cálida comenzó a irradiar de sus pequeñas manos, envolviendo a Tristan en un resplandor mágico. El aire se llenó de una energía pura y sanadora, y el cuerpo de Tristan comenzó a responder. Sus mejillas recuperaron el color, y su respiración se volvió más estable. Aria, inconscientemente, había desatado su poder de diosa y había curado a su hermano.

Elizabeth, quien vio esto, sintió una alegría inmensa. Su corazón se llenó de esperanza al ver a Tristan recuperarse. Sin embargo, esa alegría duró muy poco. A espaldas de los gemelos, un portal negro apareció de repente. Antes de que pudieran reaccionar, el portal comenzó a succionar a Aria sin piedad.

-Elizabeth: ¡No! ¡Aria!-

Elizabeth gritó llena de dolor al ver cómo se llevaban a su pequeña. Meliodas intentó intervenir, pero el portal era demasiado rápido. Aria, con lágrimas en los ojos, gritó desesperadamente.

-Aria: ¡Mamá! ¡Papá!-

Y con esas últimas palabras, Aria desapareció en el portal, dejando a sus padres sumidos en una tristeza y desesperación aún más profundas...

Perdida, Pero Jamás Olvidada 【LANCELOTXOCXARTHUR】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora