Hasta que te crea. (1/2)

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Makoto miraba el techo de la habitación en donde estaba. El ventilador en el techo provocaba un ruido que le hacía imposible dormir, volteó su mirada a su lado para observar a la persona que dormía a su lado de manera calmada y tranquila. Soltando suspiros despacio.

Sintió asco de sí mismo repentinamente.

Aquella persona no era su esposo, no era Haru.

¿Por qué continuaba haciendo aquello?

No recordaba en qué momento había comenzado a serle infiel a su marido, faltó a una de las tantas promesas mencionadas en sus votos matrimoniales y no merecía ser perdonado.

Él mismo se odiaba.

Se levantó de la cama y miró a su alrededor para buscar su ropa y marcharse de ese lugar lo más rápido que pudiese, no volvería a ver a aquella chica después de esa aventura. Las palabras del peli-negro habían estado rondando en su cabeza desde hace unos días, cuando lo acompañó al aeropuerto.

Haru siempre supo que le engañaba y a pesar de aquello no le reclamó. No hizo nada.

La culpa lo estaba consumiendo poco a poco.

Se terminó de vestir y salió por la puerta de manera sigilosa sin que pudiera ser observado por las demás personas de aquel motel. Porque él estaba en un motel.

Bajó por el elevador y llegó hasta la recepción donde se despidió de la dama que lo había atendido unas horas antes. Su paso era lento y calmado, sin prisa.

Llegó a su casa luego de unos minutos y se dispuso a darse un baño. Apestaba a sexo y perfume de mujer. Odiaba oler así.

La ducha fría calmó sus pensamientos y logró que su mente se despejara. Soltó un largo suspiro y salió de la regadera, se puso su pijama para luego recostarse en la cama matrimonial.

La sentía vacía y fría sin su esposo a su lado.

Tomó entre sus manos la almohada de Haru y la llevó a su nariz para inhalar aquel dulce aroma que extrañaba todos los días. Deseaba tener a Haru entre sus brazos y susurrarle cuanto lo amaba como antes, cuando eran unos chicos cualquiera y no unos adultos con responsabilidades mayores. Deseaba con todas sus fuerzas regresar a aquella época.

Pero no podía, nunca tendría diecisiete otra vez.

Apretó más aquella almohada y dejó escapar un suspiro. Amaba a su esposo más que a nada en el mundo, aquellos sentimientos seguían ahí, entonces... ¿Por qué no podía volver a demostrarlos?

Y esa noche, como las anteriores sin su marido no pudo dormir bien pero ocupó todas esas horas para darse cuenta que debía cambiar, por el bien de su matrimonio.

En la mañana siguiente tenía su día libre, decidió hablarle a Mizuki, la chica con la que últimamente se veía. Tenía que aclarar todo y terminarlo de una buena vez.

—¿Bueno?—Una voz un poco suave se escuchó al otro lado de la línea. Porque Makoto no podía hablar con ella en persona o de lo contrario la chica haría una escena. La conocía muy bien para saber de lo que era capaz.

—Hola... Mizuki—Su voz sonó apagada.

—¡Makoto mi amor, hola!—Un asco lo invadió al escuchar esa palabra por parte de la chica.-- ¡Eres muy cruel! Me dejaste ahí sola en la habitación y ni siquiera me dejaste una nota. Malo.

Su tono era de niña pequeña mimada. A Makoto no le gustaba eso, podría decirse que odiaba aquello. ¿Entonces por qué se acostaba con ella? Porque físicamente era muy parecida a Haru.

Miénteme.Where stories live. Discover now