Era una tarde tranquila y silenciosa en mi habitación. Las luces del atardecer se filtraban a través de las cortinas, creando patrones dorados en la alfombra. Estaba sentada en el borde de mi cama, absorta en un libro que apenas podía concentrarme en leer.
Pensamientos dispersos danzaban en mi mente, como hojas arrastradas por el viento. Justo cuando una sensación de paz comenzaba a envolverme, la atmósfera cambió abruptamente. La temperatura descendió, y un escalofrío recorrió mi espalda. Antes de que pudiera reaccionar, una sombra se materializó frente a mí.
Abaddon.
Su presencia era abrumadora, un torbellino de oscuridad y poder que me hizo sentir diminuta. Sus ojos, como brasas ardientes, se posaron en mí con una mezcla de familiaridad y peligro.
—Dalia —dijo con una voz profunda y resonante—, tenemos que hablar.
No lo había visto por dos días, me preocupe pero preferí no darle atención.
No sabía si debía sentir miedo o curiosidad, así que opté por el silencio, observándolo. Su figura era imponente. Era un demonio, sí, pero había algo en él que me atraía, algo que me hacía querer escuchar.
—¿De qué se trata? —logré articular finalmente.
—Se están haciendo pasar por ti. Hay que actuar rápido—respondió, sus palabras cargadas de urgencia—. Y es hora de que entiendas quién eres realmente.
Mi corazón latía con fuerza mientras procesaba lo que decía.
¿Quién estaba haciéndose pasar por mí? La confusión se mezcló con un creciente sentido de inquietud. Sin embargo, antes de poder formular más preguntas, Abaddon continuó.
—Hubo una guerra —dijo—. Un conflicto en un club nocturno muy especial para los demonios. Un lugar donde las reglas del inframundo se rompen y las almas perdidas se encuentran.
Mis ojos se abrieron con incredulidad. No podía imaginarme un lugar así; un club lleno de demonios y criaturas oscuras. La idea me parecía sacada de una novela de fantasía oscura.
—¿Un club para demonios? —pregunté casi sin aliento.
Él asintió lentamente, su mirada fija en mí.
—Sí, Dalia. Te sorprenderías aún más al ver todo lo que hay en este mundo. No todo lo que conoces es lo que parece; hay dimensiones ocultas donde la realidad se distorsiona y los seres más oscuros habitan.
Me senté erguida, sintiendo cómo cada palabra suya encajaba lentamente en un rompecabezas inquietante que había estado tratando de resolver durante años. Siempre había sentido una fuerza dentro de mí, algo poderoso e incontrolable que no podía explicar.
Abaddon dio un paso adelante y me indicó que me sentara en la cama. Su intensidad era abrumadora y no podía apartar la mirada de él.
—Escucha con atención —casi susurro—porque lo que voy a revelarte cambiará todo lo que creías saber sobre ti misma.
Asentí lentamente mientras mis pensamientos giraban como un torbellino dentro de mi cabeza.
—Eres la hija del rey del infierno —declaró con
solemnidad.Esto tenía que ser una broma... Pero ese nombre se me hacía conocido, acaso no era lo que mi mamá...
Oh, no.
— Astaroth te ha estado buscando desde hace tiempo.
El impacto de sus palabras fue como una explosión dentro de mí. Mis instintos luchaban entre el rechazo y una extraña aceptación.
¿Hija del rey del infierno? Era algo tan surrealista que podía haber salido directamente de mis pesadillas más oscuras o mis sueños más extraños.
—No puede ser... —musité, tratando de asimilarlo— No soy nada especial; soy solo Dalia.
Abaddon sonrió levemente, pero su expresión estaba impregnada de seriedad.
—Esa es precisamente la razón por la cual han intentado hacerse pasar por ti. Ellos saben quién eres y lo que puedes hacer si despiertas tu verdadero poder. Tu existencia misma puede provocar el apocalipsis si eliges seguir ese camino.
Sentí cómo el aire se volvía denso a mi alrededor mientras absorbía sus palabras.
El apocalipsis... Era una idea aterradora e intrigante al mismo tiempo. Nunca había considerado el peso real de mi vida hasta este momento; nunca había imaginado que pudiera tener tal impacto en el mundo.
—Pero... ¿por qué yo? —pregunté con voz temblorosa— No tengo idea de cómo manejar eso...
Abaddon inclinó levemente la cabeza, como si comprendiera mi lucha interna.
—No has sido entrenada para esto porque tus orígenes han estado ocultos incluso para ti —explicó— Pero ahora es esencial que comprendas tu herencia y lo que eso significa para el equilibrio entre los mundos.
La habitación pareció encogerse a medida que hablaba; cada palabra suya resonaba dentro de mí como un eco distante pero poderoso. Había tanto por aprender y tan poco tiempo para hacerlo. La idea de ser parte del inframundo era abrumadora; sin embargo, había un fuego dentro de mí que comenzaba a avivarse ante la posibilidad de descubrir quién era realmente.
Las preguntas seguían surgiendo: ¿Qué significaría eso para mi vida diaria? ¿Podría aceptar esta nueva identidad?
Abaddon continuó hablando sobre los peligros y las responsabilidades que venían con ser hija del rey Astaroth, pero mis pensamientos divagaban entre el miedo a perder mi vida normal y la emoción por descubrir algo tan grandioso sobre mí misma.
Finalmente, cuando parecía haber dicho todo lo necesario para abrirme los ojos a esta nueva realidad, su mirada se suavizó ligeramente.
—Ahora debes decidir qué camino tomarás —dijo—La elección siempre ha sido tuya. Pero recuerda: el conocimiento trae poder... y también responsabilidad.
Mientras esas palabras flotaban en el aire entre nosotros, sentí cómo el peso del mundo caía sobre mis hombros. Pero también había algo liberador en ello: finalmente podría dejar atrás esa sensación vacía y encontrar mi verdadero propósito en medio del caos que estaba a punto de desatarse.
Y así comenzó mi viaje hacia lo desconocido: una travesía hacia las sombras donde descubriría no solo quién era yo misma sino también qué significaba realmente ser parte del legado infernal.
No lo podía creer.
ESTÁS LEYENDO
Bajo el velo de la oscuridad ©
Fantasy"Dalia Harrington, así nombrada por su madre en honor a su flor favorita, ha vivido con un persistente miedo a la oscuridad desde pequeña. Tras la muerte de su madre y la revelación de un oscuro secreto aquella fatídica noche, la vida de Dalia dio u...