¿Mencioné que estoy enamorado de ti? ¿Mencioné que no hay nada que pueda hacer? Y se me ocurrió decir que sueño contigo todos los días Pero déjame gritarlo en voz alta. Si te parece bien...
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Hook estaba sumido en un sueño que lo envolvía en una calidez que hacía tiempo no sentía, probablemente nunca. En su mente, estaba en un claro brillante, rodeado de árboles encantados cuyas hojas doradas susurraban al viento. Frente a él estaba Bridget, radiante, con una sonrisa que parecía iluminar el mundo entero. Estaban solos, y el aire a su alrededor vibraba con una sensación de paz y felicidad. En el sueño, Bridget reía mientras jugaban con una flor mágica que ella hacía levitar entre sus manos. Hook, con una sonrisa en los labios, se acercaba más, sintiendo que por primera vez todo estaba en su lugar.
Cuando sus manos se tocaron al intentar atrapar la flor, una corriente de calidez lo recorrió, y en ese momento todo pareció perfecto. Bridget lo miraba de una forma que nunca había hecho en la realidad, con un cariño tan evidente que su corazón latía acelerado. Justo cuando Hook estaba a punto de hablar, de confesar lo que sentía en ese paraíso encantado, la imagen se desvaneció. Despertó de golpe.
El claro soleado fue reemplazado por la fría y oscura habitación de la academia. Hook se quedó un momento acostado, respirando con dificultad mientras sus ojos se ajustaban a la penumbra. El sabor agridulce del sueño se mezclaba con la decepción de despertar a una realidad donde Bridget no lo miraba de esa manera, donde su afecto aún no era correspondido. Se frotó el rostro, frustrado, como si al hacerlo pudiera borrar el abismo entre el sueño y la vida real. "No puedo seguir así," se dijo a sí mismo, su voz apenas un susurro en la soledad de su habitación.
Morgie, su roomie, ni siquiera se percató de la actividad de su amigo, pues prácticamente apenas se había acostado, estuvo media noche escabulléndose junto a Uliana, Hades y Maléfica.
Sin pensarlo dos veces, se levantó de la cama, se vistió apresuradamente y salió al pasillo. El día recién comenzaba, dentro de dos horas sería su primera clase, pero él no podía aguantar las ganas de verla, aunque tampoco podía ir y entrar a su habitación. Pero vida solo hay una.
El pasillo de los dormitorios de las chicas estaba oscuro y en silencio, apenas iluminado por la tenue luz de la luna que se colaba a través de las ventanas. Hook avanzaba con pasos ligeros y cuidadosos, cada tanto deteniéndose para asegurarse de que no lo habían descubierto. No era habitual para él escabullirse de esa manera—o al menos, no por este motivo—pero desde que la idea había cruzado su mente, no había podido deshacerse de ella. Necesitaba ver a Bridget, y no podía esperar a tener una clase en común con ella.
Llegó a la puerta de su habitación, la reconoció por el pequeño colgante brillante que ella había hecho colgar del pomo, una pequeña figura de corazón rosado que emitía una luz suave y encantadora. Hook sonrió a medias; incluso el adorno era tan típico de Bridget, siempre rodeada de esa energía amorosa y alegre. Deslizó la mano hacia el bolsillo de su chaqueta, sacando la pequeña nota que había escrito apresuradamente antes de salir de su propio dormitorio.